Lo que empezó como un conflicto comercial se ha convertido en una auténtica guerra. Al principio, se aplicaron aranceles sobre ciertos bienes, como lavadoras, paneles solares o aluminio. Pero el alcance de los aranceles punitivos se ha ido ampliando, hasta el punto de que Estados Unidos ha amenazado con aplicárselos a todos los productos importados desde China. Como el volumen de exportaciones de productos estadounidenses a China es comparativamente pequeño, a Pekín le ha resultado difícil pagarle a Washington con la misma moneda.
Sin embargo, el gigante asiático ha encontrado otras formas de responder a estos ataques, por ejemplo, comprándole soja a otros países. Como ilustra nuestro Gráfico de la Semana, las exportaciones de soja estadounidense a China han caído un alarmante 80%. «No es de extrañar que los agricultores estadounidenses lo estén pasando mal, a lo que se ha sumado el mal tiempo», señala Darwei Kung, Head of Commodities en DWS (DE:DWSG).
Todas las miradas se dirigen ahora a los presidentes de los dos países que, presumiblemente, se reunirán en Osaka durante la cumbre del G20. Esperemos que sean capaces de llegar a algún tipo de compromiso. De lo contrario, el daño podría extenderse a otros sectores de la economía estadounidense o incluso ir más allá.