Lo de histórica es literal, porque nunca han caído tanto los fondos de renta fija de medio y largo plazo. Y lo más probable es que puedan caer algo más, sobre todo en el caso de los bonos europeos. Pero a más grande la caída, mayor la oportunidad si finalmente la inflación acaba descendiendo.
El tiempo ha confirmado lo que dije insistentemente hace ya más de un año: que la verdadera burbuja estaba en la renta fija. Porque una caída del 25% en renta variable no es que sea algo frecuente, pero es algo relativamente normal. En cambio una caída del 20 % en el índice global de renta fija (ver primer capítulo de este cuaderno), eso sí que es algo totalmente extraordinario. Y también lo ha sido en EE.UU. (gráfico n.º 5 y tabla adjunta).
Gráfico nº 5: La mayor caída de la historia en los bonos USA
No vamos a entrar demasiado en los motivos por los que había una burbuja y por qué ha pinchado. Baste recordar lo que dije en su día de hasta qué punto era surrealista tener que pagar a alguien por prestarle dinero. Y que cuando se dispara la inflación suben los tipos de interés, y eso hace que baje el precio de los bonos, puesto que existe una relación inversamente proporcional entre lo que hacen los tipos de interés y el precio de los bonos.
Pero ahora lo importante es centrarnos en cuándo será interesante comprar bonos, para “subirnos” así a unos buenos tipos de interés (lo que antiguamente se conocía como un buen “cupón”).
Comprar bonos o fondos de renta fija es interesante cuando los tipos de interés son altos, para asegurarse un tipo de interés elevado de cara al futuro. Como cuando alguien contrata un depósito a largo plazo, que el momento interesante es hacerlo cuando los tipos son muy altos y se garantiza un buen rendimiento para varios años. Con la ventaja en el caso de los fondos de renta fija de que se puede recuperar el dinero cuando se quiera, mientras que si se deshace un depósito antes del vencimiento hay que pagar una penalización.
Si viene una subida de tipos, lo primero que hay que hacer es dejar el dinero en fondos de muy corto plazo, preferiblemente monetarios, o directamente en una cuenta corriente, y esperar. Esperar a ver hasta dónde suben los tipos de interés, para comprar cuando se pueda obtener el mejor cupón posible (mejor esperar en un monetario o en una cuenta que en un fondo de renta fija de medio y largo plazo que, además de por la inflación, pierde por la minusvalía que genera la subida de tipos).
Pero... ¿cuál sería un cupón interesante? En principio sería aquel que supere la inflación esperada para el plazo de la inversión considerado. Pero evidentemente ahora no hay bonos de buena calidad que paguen el 8 % o el 9 % al que está la inflación a distintos lados del Atlántico.
La buena noticia es que esa no es la inflación esperada para, por ejemplo, los próximos cinco años, que probablemente esté más cerca del 3% ó 4%. Por lo tanto, en el momento en el que podamos acceder a bonos de cierta calidad crediticia —importante, porque en las recesiones caen muchas empresas de baja calidad crediticia— que superen claramente esa rentabilidad, entonces estamos hablando de un cupón interesante. Otra cosa es que aprovechemos el pánico para intentar comprar un cupón todavía mejor.
En el caso de EE.UU. es más fácil hacer predicciones, porque lo que ocurre ahora en EE.UU. no deja de ser una situación relativamente normal: una inflación que aumenta como consecuencia de un recalentamiento de la economía y exceso de oferta monetaria y que la Reserva Federal procede a enfriar esa economía y reducir la oferta monetaria. Luego comparamos los tipos de interés históricos con la inflación, tratamos de detectar dónde va estando descontada la subida de tipos y establecemos ese cupón en el que nos sentimos cómodos para comprar.
Recomendamos a nuestros clientes que estén atentos a nuestras próximas comunicaciones de cambios de cartera, porque pronto habrá novedades al respecto. Con nombre y apellidos, porque es muy importante elegir bien el producto, puesto que, por ejemplo, los fondos de renta fija con activos de baja calidad crediticia podrían sufrir en un entorno de recesión que es el que está buscando la Reserva Federal para que baje la inflación. También será clave tener en cuenta el tema de la divisa.
El caso europeo es más complicado. La inflación europea tiene mucho más que ver con factores exógenos al BCE, como es el efecto rebote de las sanciones y la evolución que pueda tener la guerra en Ucrania.
El otro problema para establecer cuál puede ser el momento adecuado para entrar en bonos europeos es el euro. El BCE se puede ver obligado a subir los tipos de interés más de lo que quisiera, porque tiene que evitar que el euro siga cayendo frente al dólar (un euro débil es inflacionista porque hace que todo lo que compramos fuera nos salga más caro).
La debilidad del euro no se debe solo a que los tipos de interés sean más altos en EE.UU., tiene también mucho que ver con la sensación de descontrol y caos que cada día transmite más la Unión Europea, ya sea desde un punto de vista económico, presupuestario, social o político. Estamos hablando de una zona económica en la que no está garantizada la seguridad energética y hay un gran riesgo de inestabilidad política y social. Nada de esto ayuda a animar a invertir en la economía europea o en bonos de la cada día más endeudada Europa.
Pero que sea más difícil de calcular el momento adecuado para invertir en bonos europeos o en fondos de renta fija que invierten en ellos no significa que debamos tirar la toalla. Pocas inversiones son tan rentables como aprovechar un periodo de subida de tipos para asegurarse un tipo de interés que supere año tras año lo que pagan los depósitos bancarios. Y con total liquidez.
Tampoco es necesario asumir riesgo divisa, porque si se trabaja con plataformas competitivas y se sabe buscarlos, existen fondos que cubren la divisa. Ahora mismo las posibilidades de que el euro suba con respecto al dólar son tan bajas como que haya un acuerdo de paz o un alto al fuego en Ucrania —que dispararía la cotización del euro—, pero ya sabemos que en los mercados es muy habitual que ocurra lo impensable.