La desaceleración de la economía global tomó el protagonismo al final de la pasada semana con la publicación de unos débiles datos de ventas minoristas y de producción industrial en China. Se apunta a las medidas arancelarias impuestas por Estados Unidos como el causante de esta ligera desaceleración del gigante asiático. Si esto es así, el comportamiento de las bolsas Estadounidenses del viernes respondiendo a estos datos, con caídas superiores al 2%, marcan el camino que debe seguir la administración norteamericana en las negociaciones comerciales abiertas con China si no quiere ver como la riqueza de sus ciudadanos cae al ritmo que se incrementa el proteccionismo. Las bolsas norteamericanas cerraron la semana en mínimos de mayo, el Dow Jones se dejó un 1,18% en la semana y S&P 500 sufrió una caída semanal del 1,26%. Por el contrario en la bolsa europea se saldó la semana en positivo gracias a que las incertidumbres abiertas como el desafío presupuestario italiano, el Brexit y la guerra comercial van tomando un tono más constructivo. El EuroStoxx 50 avanzo un 1,26% en la semana y el IBEX un 0,80%.
Los indicadores del crecimiento global parece que van a ser a partir de ahora la referencia principal en la que se van a fijar los inversores y que va a marcar el ritmo de los mercados. Ya hemos visto como los mercados bailaban al son de un tradicional indicador que puede anticipar una eventual situación de recesión como es el aplanamiento de la curva de tipos en EE.UU. Después de un año de mercados en el que se ha descontado en valoraciones una recesión inminente, basada en anticipar hechos que no todavía no han sucedido como la guerra comercial, el Brexit desordenado, subidas de tipos excesivas etc., es una buena noticia que finalmente nos centremos en los datos macro y fundamentales a la hora de tomar decisiones de inversión. Incluso a pesar de haber sido un dato negativo el que ha hecho virar la atención hacia la información puramente económica. Y es una buena noticia porque los datos macro económicos en ningún caso anticipan una recesión, como se descuenta en algunas valoraciones, sino en todo caso una ligera desaceleración global que podría reconducirse si se solventa uno de los principales conflictos surgidos este año como es la tensión comercial entre las dos principales potencias económicas mundiales.
Como he comentado uno de los indicadores que tradicionalmente se ha utilizado para predecir las recesiones en Estados Unidos es que su curva de tipos se invierta, esto quiere decir que los tipos a corto sean más altos que los tipos a largo. Por ejemplo que el tipo que se exige a la deuda a un año sea superior del que se exige a la de 10 años. Pero esta circunstancia todavía no se ha dado a pesar de que el ciclo en Estados Unidos está en una fase de madurez (1 año: 2,672%; 10 años: 2,895%). Además no siempre ha sido una buena referencia para predecir cuándo se producirá la recesión, de hecho en las últimas 6 recesiones se ha tardado entre 272 y 765 días en entrar en recesión desde que se invierte la curva. Si a esto añadimos que tras la inversión de la curva el S&P ha subido una media del 22% hasta máximos, tenemos algunas de las referencias de porque bastantes analistas esperan un buen comportamiento de los mercados de renta variable el próximo año.
Sin embargo en 2019 no cabe esperar un cambio importante en los niveles de volatilidad que hemos vivido este 2018, por lo menos hasta que se resuelvan las incertidumbres actuales sobre el Brexit y sobre las tensiones comerciales. Pero si los datos macroeconómicos y los resultados empresariales mantienen el tono de crecimiento no hay ningún motivo para no ver recuperar niveles en las valoraciones de los activos de renta variable, ya que es el único que mantiene unos retornos aceptables a través del dividendo. Un inversor de largo plazo es lo que realmente debe buscar, retornos consistentes en el tiempo superiores a los que ofrece el activo sin riesgo y por ahora la rentabilidad del activo sin riesgo permanece todavía a niveles significativamente bajos, especialmente en Europa.
La semana en la que entramos, la última semana de normalidad antes de las semanas navideñas con jornadas festivas, toca la reunión de tipos de la Reserva Federal en la que subirá los tipos un cuarto de punto dejándolo en el rango 2,25%-2,50%. Estaremos atentos a sus previsiones económicas y al tono de las palabras de Powell sobre sus intenciones para 2019, del que ya se espera un menor ritmo de subidas de las previstas. Esto se puede considerar como positivo ya que se interpreta como una mayor adaptación de las medidas de la Fed a la evolución real de la economía de lo que se preveía en el convulso pasado mes de octubre.