Aviso: Nuestro comentario político no es partidista por naturaleza y creemos que el sesgo político es un error peligroso a la hora de invertir. No tenemos preferencias por ningún partido, personaje político ni ideología, únicamente evaluamos los acontecimientos políticos por su posible impacto sobre los mercados.
Hablar sobre política puede resultar muy delicado y si, además, se mezcla con dinero, puede despertar un enorme interés. A nuestro parecer, la prensa económica se suma muchas veces al revuelo político, analizando personalidades, rumores y acontecimientos como si fuesen decisivos para los mercados. En ella figuran políticos manejando cifras descomunales, haciendo afirmaciones exageradas sobre la deuda, los déficits, los superávits, los gastos y los créditos y presentando sus grandes ideas, alimentando así los temores de los inversores. Creemos que los políticos influyen en los mercados, pero no de la forma que creen muchos expertos e inversores, guiados por sus obsesiones partidistas y personalistas. Creemos que lo que importa es más bien su capacidad (o la falta de ella) para realizar cambios.
En nuestros análisis informativos y nuestra experiencia con los inversores, nos hemos dado cuenta de que la mayoría de la gente ve a los políticos y su impacto en los mercados desde una óptica partidista. Los inversores se quedan prendados del personaje, impresionados por su retórica o por un estilo propio que hace que ese político determinado parezca mejor opción que el resto. Muchos piensan que ciertos partidos políticos, ideologías y políticas son buenas o malas para los mercados por naturaleza. Dan por hecho que un partido favorece los negocios y que otro justo lo contrario. No obstante, no hay que olvidar que los políticos son comerciantes; juegan con las emociones y venden ideas y prioridades a cambio de avanzar en sus carreras políticas. Para ello, no se ayudan necesariamente de lo que efectivamente van a hacer, sino de lo que creen que les generará un mayor apoyo en las urnas. Muchos de ellos, incluso algunos importantes, han cambiado radicalmente de opinión con el tiempo. La historia está plagada de ejemplos en los que las palabras no se tradujeron en hechos: desde políticos griegos contrarios a la austeridad que terminaron promoviendo recortes y privatizaciones, hasta presidentes de EE.UU. que cambiaron el sentido de sus promesas fiscales.
Creemos que a los mercados no les importan las personalidades y que no tienen preferencias demostrables por ningún partido político ni por ninguna ideología. No hay líderes políticos ni Gobiernos inherentemente buenos para los mercados, todos, de un extremo a otro del espectro político, son igual de capaces de impulsar políticas que agraden o disgusten a los mercados. Tradicionalmente, los inversores han pensado que los partidos de derechas (o centroderecha) son partidarios de los mercados, mientras que los de izquierdas (o centroizquierda) no lo son, a pesar de que estas etiquetas son cada vez más difíciles de definir, ya que el populismo global no encaja bien en ninguna de ellas. Fijémonos, por ejemplo, en EE.UU., dado su extenso registro histórico de rentabilidad de su mercado de valores. Nuestra experiencia nos dice que muchos inversores creen que el Partido Republicano es mejor para las acciones que el Partido Demócrata. Sin embargo, desde 1926, el S&P 500 de EE.UU. ha registrado un promedio de un 14,8% en los años de presidencia demócrata frente a un 8,8% cuando los republicanos ostentaban el poder1.
No queremos decir que los demócratas sean mejores para los mercados, simplemente pensamos que la idea preconcebida de que hay un partido mejor para las acciones es falsa. Tanto en Europa como en el resto del mundo, ambos bandos han gobernado durante grandes mercados alcistas y terribles mercados bajistas. No hay forma de saber si un partido u otro es mejor para los mercados de valores. Además, no podemos saber qué habría ocurrido en otras circunstancias, no existe ningún «conjunto de control» en términos científicos. Por lo tanto, no puede saberse con exactitud qué les habría sucedido a los mercados si el partido de la oposición o un político diferente hubieran ocupado el poder. En el mundo occidental, el sector privado impulsa la actividad económica, y las empresas pueden ser muy versátiles y flexibles. A veces cuesta saber si las medidas del Gobierno favorecen o entorpecen la economía, incluso aquellas concebidas para ayudar. Además, muchos de los principales Gobiernos no están en manos de un único partido. Por lo tanto, incluso si se pudiera determinar con exactitud el impacto de una política, podría no estar del todo claro quién debería atribuirse el mérito, o cargar con la culpa, por lo que ocurra en el mercado.
Aunque el partido y las personas no son claves para los mercados, eso no significa que la política tampoco les afecte. En el mundo desarrollado, lo más importante es el riesgo legislativo. ¿Cuál es la probabilidad de que un gobierno, independientemente del partido que lo dirija, apruebe alguna medida que pueda alterar los derechos de propiedad disuadiendo así a los inversores de asumir riesgos y perjudicando a los mercados? Como la legislación agresiva puede aumentar la aversión al riesgo, creemos que el estancamiento (políticos que no se ponen de acuerdo y son incapaces de aprobar nuevas leyes) suele ser positivo, ya que limita la probabilidad de que se apruebe una legislación agresiva.
A veces, el estancamiento se produce cuando los partidos de la oposición bloquean continuamente el programa político del Gobierno. Cuando un Gobierno tiene una mayoría limitada (o gobierna en minoría) puede tener dificultades para aprobar leyes importantes, pero también puede aparecer el estancamiento debido a luchas internas en los partidos o por disputas entre los socios de una coalición. En muchas formaciones hay miembros que pueden no seguir al pie de la letra la línea oficial que marca su líder. Muchas veces las coaliciones son matrimonios de conveniencia en los que hay pocas coincidencias ideológicas y ese es el entorno ideal para que no tengan lugar grandes reformas legislativas. Algunos argumentan que el estancamiento impide reformas que son necesarias, lo que es cierto en algunos países, pero según nuestra experiencia, rara es la reforma que no genera ganadores y perdedores. Y en economías más competitivas, como las de la mayoría del mundo desarrollado, normalmente existe poca necesidad de reforma. El bajo riesgo legislativo reduce la incertidumbre, lo que es positivo para las acciones. No tienen que lidiar con una alta probabilidad de cambios radicales, lo que creemos que les da a los inversores una cosa menos por la que preocuparse. Por lo general, la legislación que sí consigue aprobarse, muy suavizada, poco tiene que ver con sus planteamientos de partida.
Al fijarnos en la política, creemos que hay que mirar más allá de los prejuicios y centrarse en el posible impacto del Gobierno sobre los derechos de propiedad, la inversión y el correcto funcionamiento de los mercados de capital. Los mercados suelen moverse en función de las diferencias entre la realidad y las expectativas. Si las reformas provocan riesgos infravalorados, las acciones pueden encontrarse con dificultades, pero si el impacto de las nuevas políticas es menor de lo que se temía, esa sensación de alivio puede resultar positiva para los mercados de valores. Del mismo modo, si el impacto parece más beneficioso de lo que los medios de comunicación sugieren, esto también podría suponer un refuerzo positivo. En definitiva, creemos que lo que importa no son ni los partidos ni los políticos. Lo más importante son sus acciones y cómo difieren estas de las expectativas que generan.
1. Fuente: Global Financial Data, Inc., a 17/01/2018. Promedio anual de la rentabilidad del S&P 500 durante el mandato de presidentes demócratas y republicanos (en dólares) durante el periodo 1926-2017. Las fluctuaciones monetarias entre el dólar y el euro podrían dar un resultado mayor o menor de la rentabilidad de la inversión.
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