Hace años tomé un curso de iniciación al análisis técnico. En ese curso coincidí con diferentes personas con un denominador común: nula o escasa formación y muchas ganas (un cóctel terrorífico).
Cierto día, el profesor nos dio una recomendación concreta: “Intentad operar activos muy líquidos como los principales pares o yenes”. Esto de los activos líquidos creó cierta confusión, pero el miedo a preguntar se hace un muro para ciertas personas cuando cumplen años por temor a ser juzgados como ignorantes. En esta profesión, como un muchas otras, hay un miedo gigantesco a evidenciar pérdidas o errores.
Pues bien, un compañero del que, por prudencia, omitiré su nombre, se tomó lo de los activos líquidos muy en serio. Tomando un café antes de iniciar la siguiente clase me comentó que había encontrado un activo muy líquido. Le pregunté cual y me contestó con gran seguridad y algo de orgullo que había empezado a operar una materia prima que reunía esa característica que el profesor nos había aconsejado: el zumo de naranja. Un activo muy líquido.
Me quedé de piedra. En cierto modo su lógica era ejemplar, ¿quién puede negar lo líquido del activo? Supongo que también opera el café o el petróleo. El oro es sólido y las divisas, pues no sé...
Por reparo no me atreví a corregirle y lo cierto es que no le hice un favor porque ya en clase hizo pública su inversión en el zumo de naranja como activo líquido y lógicamente hubo bastantes risas, algunas con cierta sorna. Tuve que asumir su mirada de rencor después del alboroto. Es lo que tiene la prudencia, callas por educación y te reprochan el silencio.
Existe tensión y un exceso de carga emocional en nuestro desempeño diario. A pesar de contar con experiencia y ser pragmáticos tenemos un invariable componente humano que nos hace latir el corazón algo más rápido cuando entramos en el mercado. Es importante saber reírse de uno mismo y no ser demasiado severo con los errores que cometemos. Un exceso de autocrítica puede llevarnos a periodos depresivos y a una pérdida de confianza en la que veremos todo negro y operaremos con temor y sufrimiento.
Si sólo aparece una sonrisa cuando tomamos beneficios vamos sin duda a generar una carga de tensión excesiva en nosotros mismos. Es indispensable disfrutar de la profesión y una dosis de sentido del humor para equilibrar lo que los doctores medievales llamaban equlibrio de los humores.
Si te salta el stop por un pip puedes elegir tu reacción. Maldecir, por caso, al dólar australiano como yo he hecho muchas veces en mi vida o intentar ponerle cara y ojos al par y tomarte con filosofía esa presunta mala suerte.
Cuando en tu análisis veas muy alcista a un activo y este, acto seguido, caiga a plomo 80 pips, no te deprimas ni pienses que no vales para esto. Ríete de ti mismo y a continuación, cuando la carga emocional se ha equilibrado, estudia las razones de ese error. Odiar a las divisas no aporta soluciones.
Para terminar, de mi particular cosecha de errores y para mostrar lo poco que deben importarnos os comentaré mi primera experiencia con la Corona noruega. Divisa que debo emplear en mi vida diaria en este singular país nórdico. En el avión de Barcelona a Oslo la primera vez que viajé a Noruega saqué de la cartera un billete de 1.000 coronas que había cambiado en el banco un par de días antes de venir. “Tusen Kroner” ponía en una de las caras del billete sin aparecer ningún número. Al mismo tiempo que leía eso escuché a la azafata dirigirse a un pasajero y decirle algo así como “Tusen Takk”.
Takk en noruego significa gracias, eso ya lo sabía, por lo que pensé que Tusen significaba muchas. Tusen takk = muchas gracias. Por esa lógica mi billete de Tusen Kroner quiere decir = Muchas coronas.
Bien, ahora entiendo porque estos noruegos son tan ricos. Tienen billetes de muchas coronas. ¿No es maravilloso? Llevemos la idea a casa. Un billete de muchos euros. Ya no necesitaremos más estímulos monetarios ni políticas de austeridad. Al dar la vuelta al billete, me encontré con un numero 1.000 y una desagradable sorpresa. Tusen significa Mil, no "muchas" como quería pensar antes.
En mi descarga diré que no confiaba demasiado en la teoría de muchas coronas como podéis imaginar, pero admito que sentí cierto desencanto cuando la realidad confirmó lo que ya sabía. Cada vez que debo pagar con ese billete de 1.000 coronas me acuerdo de ese día. Cuando la factura supera las 1.000 coronas ya no es tan gracioso...
A nadie nos resulta divertido una pérdida. Tomarse la vida alegremente con poco saldo es complejo. No perdamos de vista nuestro stop y nuestro nivel de riesgo. Sin ellos es imposible hacer un hueco al buen humor. En un estado de mal humor y crispación permanente estamos condenados al fracaso. Si fuese al revés y el mal humor nos hiciese ganar dinero, me enfadaría con mi sombra su fuese preciso.
No dejemos en ningún caso que la negociación bursátil nos convierta en personas más hurañas o deprimidas. Ese no es el camino.
Tusen Takk, Camilla, por soportar muchos momentos de mal humor. Esos no están pagados con nada.