"Vuelven, de manera recurrente, los pescadores en aguas revueltas, o tranquilas. Da igual ante un fenómeno que se populariza, unas veces, y desaparece, otras. Hay más desastres que alegrías. Mucha leyenda urbana acerca de la especulación y de los especuladores en Bolsa, como buen sostén para ganarse la vida honradamente y permitirse muchos lujos. Yo no intentaría. ¿Cuál es la realidad?".
En 1978, el que fuera presidente de la Bolsa de Chicago, me concedió una entrevista para el periódico en el que trabaja entonces. Una entrevista que tuvo mucho éxito, porque el ilustre entrevistado puso el dedo en la llaga: "Gané 1 millón de dólares con el crash de octubre de 1987, una cantidad muy alta entonces (y ahora). Intuía que el mercado iba a caer y vendí futuros. Llegó la caída y no tuve tiempo para reaccionar, porque el súbito hundimiento me puso los dólares en la mano", me reconoció.
"Una práctica interesante. ¿Hay muchos participantes en los mercados que se han hecho ricos actuando de esta manera (con futuros)?", le pregunté. "Un 5% se hace inmensamente rico; otro 5% mantiene la posición inicial y el 90% se arruina", me contestó "¿Y qué hizo usted después de ganar ese millón de dólares?", insistí. "Me retiré de la Bolsa y me dedico a dar clases y conferencias por todo el mundo", finalizó.
La complejidad del market timing. Gráfico del S&P500 junto con los flujos de entradas y salidas de dinero de Fondos y ETFs que muestra como el inversor medio pierde dinero entrando y saliendo en los peores momentos. c/c@AntonioRRico
En que invierte ...@enqueinvierte
Recientemente escribí este artículo: "Primero comencé a hablar solo ¿o era a los fantasmas? por la calle. La gente me miraba sorprendida, pero no me importaba. Luego, comencé a desvelarme por las noches. Me levantaba y encendía el enésimo cigarrillo. En el mismo proceso, necesitaba litros de café diarios, hasta que finalmente caí en la trampa de la cocaína. Me jugué mis ahorros, los de mis padres, los de mis suegros. Lo perdí todo. Un día comencé a falsificar órdenes de clientes y movía millones diarios de negocio para sobrevivir con el corretaje. Duró poco. Me descubrieron al cabo de una semana. Mi ex mujer (era, por cierto, la segunda) me puso las maletas en la calle. Mi hermano mayor cortó por lo sano. Me trajo a este psiquiátrico. Llevo ya cuatro años. No estoy curado".
“Los médicos me han dicho que soy un ludópata, que me empujó a la droga y al robo descarado a mis clientes. Me acostaba con el cierre de Wall Street. Me levantaba empapado de sudor pensando en la Bolsa de Tokio y a continuación me mordía las uñas especulando con la apertura de la Bolsa española y de las europeas. Después de comer dividía mi atención entre lo que pasaba en los países emergentes latinoamericanos y lo que sucedía en los primeros compases de Wall Street, pero antes apenas había comido, porque los descansos en la Bolsa española suelen ser aprovechados para abrir grandes gaps en determinados valores…”
“Conforme pasada el tiempo, la agitación es mayor, porque ejecuta las mismas escenas pero de puertas adentro del mercado. Me acostaba pensando en la OPA que me haría rico y que me contaban al oído, me levantaba sorprendido, porque, NO había habido OPA. NO sólo no es lo que me habían contado sino que era al revés. OPA envenenadas. Les hacía el caldo gordo a los agitadores de siempre…”
“Sobre las nueve de la noche llegaba a casa, con tres paquetes de tabaco consumidos, alguna que otra raya de cocaína esnifada y un par de copas. Enchufaba mi ordenador, saludaba con un vago ¡hola , qué tal! a la familia. Los pequeños ya estaban en la cama. Llevaba toda(s) la(s) semana(s) sin verlos. Cenaba un pequeño bocadillo escudriñando el ordenador, pero no me servía para nada, porque tenía la cabeza atascada con la nueva enganchada, que me había dejado malherido. Wall Street cierra a las 10 de la noche, hora local española, pero apenas le presta atención. A esas alturas de la jornada tenía los ojos rojos, como tomates a punto de reventar y las orejas rojas de tanto atender llamadas telefónicas sobre nuevas y más fantásticas operaciones especiales”.
“Me levantaba sobresaltado y empapado de sudor. Era la una de la noche. Eran pocas horas de malos sueños, porque había tenido mil y una pesadillas, un millón de nuevas fantasías sobre las operaciones que quedan por llegar. Pero tenía miedo a que vuelvan a engañarme. Me levantaba y me fumaba un cigarro ahora que la casa estaba en silencio y nadie me iba a regañar. Mis pensamientos ya no estaban en las referencias del día siguiente, en la batería de datos y cifras económicas que se divulgarán tanto en la zona euro como en Japón y en Estados Unidos. Volvía a la cama y apenas podía conciliar el sueño, porque soñaba con nuevas y más espectaculares operaciones…¡Algún día tiene que sonar la flauta!. Pero la flauta no sonó. Me arruiné y arruiné a muchos más”.
“Los médicos me dicen que la codicia, el ansia por el pelotazo, se ha instalado en muchas familias desesperadas, bien porque deben más que lo que tiene, bien porque están en paro, bien porque no quieren ver que todos, todos vamos a peor. Hace unos días vino a visitarme un ex colega. Me dijo que en las últimas semanas el fenómeno, la voracidad del intradía ha alcanzado una dimensión especial, porque muchos especuladores y operadores están desesperados. Ansia y sed de pelotazos fomentan el caos y la volatilidad. La aguja del intradía vuelve locos a los gestores más fríos. Es como la aguja que usan los yonkis para la heroína”.
“¿Crees que volverá la Bolsa de siempre? Si vuelve aquella Bolsa de nostálgicos me gustaría estar fuera del psiquiátrico”.
(Hace unos días volví a visitar a F.D.M un conocido operador de la Bolsa de Madrid. Me he limitado a transcribir parte de su soliloquio).