“En la economía hay algo semejante a la doctrina Powell en las fuerzas armadas: hay que atacar el problema con fuerza abrumadora”, Joseph Stiglitz, premio Nobel de Economía.
La economía estadounidense comienza a escuchar diagnósticos pesimistas sobre su perspectiva de recuperación para el 2010. Una de esas primeras voces ha sido la de Joseph Stiglitz que anticipó una recaída de la economía de los EEUU a mediados de 2010 y solicitó un nuevo plan de estímulo económico lo suficientemente contundente para reducir sensiblemente el nivel de desempleo ¿No será demasiado riesgoso?
Tan problemática como la debilidad de la economía estadounidense, lo es su situación fiscal. El déficit fiscal para el ejercicio del 2009 ha sido récord histórico, cerrando el ejercicio en el mes de setiembre con un rojo de US$ 1,42 billones (10% en términos del PBI estadounidense), según reflejaba el Financial Times, y las cuentas públicas en el 2010 no se muestran mucho mejor (se anticipa un nivel similar de déficit fiscal). La deuda pública estadounidense asciende actualmente a US$ 12 billones y la preocupación está en alza ya que cada vez se pone más en duda su sostenibilidad.
Desde el gobierno estadounidense parece estar dándole cabida a las visiones como la de Stiglitz y es por ello que el presidente de los EEUU, Barack Obama propuso realizar gastos adicionales en el sistema de transporte del país, otorgar nuevas ventajas fiscales para estimular la contratación en las pequeñas empresas e incentivos para mejorar la eficiencia energética de las viviendas, en lo que es una segunda serie de programas para reducir el desempleo.
El desempleo no muestra reversión en su tendencia. Desde diciembre de 2007, la economía estadounidense ha perdido ni más ni menos que 7,2 millones de puestos de trabajo. Si bien la tasa de desempleo alcanza actualmente al 10% de la Población Económicamente Activa (PEA), para Stiglitz, el desempleo real es muy superior ya que se ha observado un sensible deterioro en las condiciones del mercado de trabajo con un aumento de los empleos de media jornada y una menor cantidad de personas buscando trabajo ante la dificultad de conseguirlo.
“A menos que se tomen medidas, nos arriesgamos a encarar un ciclo vicioso: un desempleo que contribuye a que haya una economía débil, más ejecuciones hipotecarias, más deudas incobrables, menor demanda, y posiblemente más, pero ciertamente no menos, desempleo” sostiene Stiglitz y probablemente esté en lo cierto. Pero para que los programas tengan el efecto esperado, deben lograr que la economía alcance una expansión del 3% para de este modo, reducir lo suficiente, los niveles de desocupación, objetivo poco más que difícil de alcanzar.
La disyuntiva que se presenta para quienes tienen que tomar la decisión es si deben implementar una política de estímulo económico contundente para evitar el círculo vicioso que alerta Stiglitz asumiendo un alto riesgo de crisis derivada de la frágil situación fiscal o cuidar de no continuar alimentando el déficit fiscal esperando que la economía pueda por fuerza propia consolidar su recuperación.
Una propuesta interesante para hacer más eficiente la implementación de políticas de estímulo es inyectar los fondos con mayor intensidad en aquellos estados que se hayan visto más afectados por la caída en la recaudación de impuestos a raíz de la recesión económica.
Pero hay un problema adicional para los EEUU que puede amenazar la posible eficacia de los programas de estímulo y se llama China. Si bien desde el gobierno chino se está enfocando hacia políticas de fortalecimiento de la demanda interna para compensar la caída de su demanda externa y de este modo, sostener su ritmo de crecimiento, no habría que descartar que se decida cambiar de estrategia y volver a apostar a la economía estadounidense en caso de recuperación de su consumo doméstico, lo cual afectaría sus posibilidades de crecimiento y mejora del mercado laboral.
Las políticas de estímulo no asegurarían del todo, resultados positivos del modo esperado y sus riesgos son más que considerables, por lo que no cuentan con un respaldo total. Por las opiniones emitidas, parece que Alan Greenspan se encuentra del lado opuesto a la vereda de Stiglitz ya que el ex titular de la Fed respaldó el llamado a la creación de una comisión bipartidista para la reducción del déficit fiscal del país (propuesta por el senador demócrata Kent Conrad y el republicano Judd Gregg).
También el propio secretario del Tesoro estadounidense, Timothy Geithner consideró de suma importancia reducir el déficit fiscal aunque probablemente ello se haga a partir de 2011: “En algún momento de 2011 vamos a comenzar el proceso de reducir este déficit”, le confiaba al Wall Street Journal. El problema que surge es saber si la economía estadounidense y la confianza de los mercados en las promesas del gobierno, aguantarán hasta 2011 o será demasiado tarde.
La situación muestra una clara pérdida de liderazgo por parte de la economía estadounidense para sostener el ritmo de crecimiento mundial. Por estos tiempos, el mundo debería conformarse con que no se produzca una nueva recaída en la economía de los EEUU que pueda detener el proceso de recuperación de la economía global.
En este período post crisis se ha roto el vínculo causa efecto que tenían por lo general, las iniciativas de política económica. En esta nueva etapa, una decisión de política económica puede generar múltiples resultados marcadamente opuestos entre sí. Así, la implementación de nuevos programas de estímulo, pueden lograr con éxito la recuperación económica y la reducción del desempleo, con la misma probabilidad que pueden generar un colapso fiscal y hundir a la economía estadounidense en una profunda recesión.
Las perspectivas oscuras de la economía estadounidense anticipan un panorama poco alentador para el sector empresario. Por este motivo, las acciones de compañías estadounidenses con una alta concentración de sus actividades en la economía local, tienen pobres perspectivas de retorno.
Nos encontraremos nuevamente el próximo lunes,
Horacio Pozzo
La economía estadounidense comienza a escuchar diagnósticos pesimistas sobre su perspectiva de recuperación para el 2010. Una de esas primeras voces ha sido la de Joseph Stiglitz que anticipó una recaída de la economía de los EEUU a mediados de 2010 y solicitó un nuevo plan de estímulo económico lo suficientemente contundente para reducir sensiblemente el nivel de desempleo ¿No será demasiado riesgoso?
Tan problemática como la debilidad de la economía estadounidense, lo es su situación fiscal. El déficit fiscal para el ejercicio del 2009 ha sido récord histórico, cerrando el ejercicio en el mes de setiembre con un rojo de US$ 1,42 billones (10% en términos del PBI estadounidense), según reflejaba el Financial Times, y las cuentas públicas en el 2010 no se muestran mucho mejor (se anticipa un nivel similar de déficit fiscal). La deuda pública estadounidense asciende actualmente a US$ 12 billones y la preocupación está en alza ya que cada vez se pone más en duda su sostenibilidad.
Desde el gobierno estadounidense parece estar dándole cabida a las visiones como la de Stiglitz y es por ello que el presidente de los EEUU, Barack Obama propuso realizar gastos adicionales en el sistema de transporte del país, otorgar nuevas ventajas fiscales para estimular la contratación en las pequeñas empresas e incentivos para mejorar la eficiencia energética de las viviendas, en lo que es una segunda serie de programas para reducir el desempleo.
El desempleo no muestra reversión en su tendencia. Desde diciembre de 2007, la economía estadounidense ha perdido ni más ni menos que 7,2 millones de puestos de trabajo. Si bien la tasa de desempleo alcanza actualmente al 10% de la Población Económicamente Activa (PEA), para Stiglitz, el desempleo real es muy superior ya que se ha observado un sensible deterioro en las condiciones del mercado de trabajo con un aumento de los empleos de media jornada y una menor cantidad de personas buscando trabajo ante la dificultad de conseguirlo.
“A menos que se tomen medidas, nos arriesgamos a encarar un ciclo vicioso: un desempleo que contribuye a que haya una economía débil, más ejecuciones hipotecarias, más deudas incobrables, menor demanda, y posiblemente más, pero ciertamente no menos, desempleo” sostiene Stiglitz y probablemente esté en lo cierto. Pero para que los programas tengan el efecto esperado, deben lograr que la economía alcance una expansión del 3% para de este modo, reducir lo suficiente, los niveles de desocupación, objetivo poco más que difícil de alcanzar.
La disyuntiva que se presenta para quienes tienen que tomar la decisión es si deben implementar una política de estímulo económico contundente para evitar el círculo vicioso que alerta Stiglitz asumiendo un alto riesgo de crisis derivada de la frágil situación fiscal o cuidar de no continuar alimentando el déficit fiscal esperando que la economía pueda por fuerza propia consolidar su recuperación.
Una propuesta interesante para hacer más eficiente la implementación de políticas de estímulo es inyectar los fondos con mayor intensidad en aquellos estados que se hayan visto más afectados por la caída en la recaudación de impuestos a raíz de la recesión económica.
Pero hay un problema adicional para los EEUU que puede amenazar la posible eficacia de los programas de estímulo y se llama China. Si bien desde el gobierno chino se está enfocando hacia políticas de fortalecimiento de la demanda interna para compensar la caída de su demanda externa y de este modo, sostener su ritmo de crecimiento, no habría que descartar que se decida cambiar de estrategia y volver a apostar a la economía estadounidense en caso de recuperación de su consumo doméstico, lo cual afectaría sus posibilidades de crecimiento y mejora del mercado laboral.
Las políticas de estímulo no asegurarían del todo, resultados positivos del modo esperado y sus riesgos son más que considerables, por lo que no cuentan con un respaldo total. Por las opiniones emitidas, parece que Alan Greenspan se encuentra del lado opuesto a la vereda de Stiglitz ya que el ex titular de la Fed respaldó el llamado a la creación de una comisión bipartidista para la reducción del déficit fiscal del país (propuesta por el senador demócrata Kent Conrad y el republicano Judd Gregg).
También el propio secretario del Tesoro estadounidense, Timothy Geithner consideró de suma importancia reducir el déficit fiscal aunque probablemente ello se haga a partir de 2011: “En algún momento de 2011 vamos a comenzar el proceso de reducir este déficit”, le confiaba al Wall Street Journal. El problema que surge es saber si la economía estadounidense y la confianza de los mercados en las promesas del gobierno, aguantarán hasta 2011 o será demasiado tarde.
La situación muestra una clara pérdida de liderazgo por parte de la economía estadounidense para sostener el ritmo de crecimiento mundial. Por estos tiempos, el mundo debería conformarse con que no se produzca una nueva recaída en la economía de los EEUU que pueda detener el proceso de recuperación de la economía global.
En este período post crisis se ha roto el vínculo causa efecto que tenían por lo general, las iniciativas de política económica. En esta nueva etapa, una decisión de política económica puede generar múltiples resultados marcadamente opuestos entre sí. Así, la implementación de nuevos programas de estímulo, pueden lograr con éxito la recuperación económica y la reducción del desempleo, con la misma probabilidad que pueden generar un colapso fiscal y hundir a la economía estadounidense en una profunda recesión.
Las perspectivas oscuras de la economía estadounidense anticipan un panorama poco alentador para el sector empresario. Por este motivo, las acciones de compañías estadounidenses con una alta concentración de sus actividades en la economía local, tienen pobres perspectivas de retorno.
Nos encontraremos nuevamente el próximo lunes,
Horacio Pozzo