Dentro de los mercados mundiales los grandes fondos de inversión, operadores profesionales, bancos e instituciones emplean estrategias específicas para generar diferentes grados de rentabilidad en las negociaciones de productos financiero como acciones, bonos e incluso criptomonedas. Entre estas innumerables técnicas se encuentra el arbitraje, una práctica que consiste en realizar operaciones de compra y venta de un activo con el fin de beneficiarse de la diferencia de precios que estos tengan en los mercados. En palabras más prácticas la empresa compra el activo digital donde es más barato y lo vende en exchanges donde resulta ser más caro.
Para ponerlo un poco más en contexto, supongamos que Pedro cuenta con 1 Bitcoin (BTC) que compró a 8.000 USD en Coinbase y cuando este se dispone a revisar el mercado nota que ese mismo Bitcoin lo puede vender en Binance por 8.500 USD, ya que por alguna razón el precio tiene una variación (Spread) del 6% sobre el precio que compra. Es decir que cada vez que Pedro compre un BTC por Coinbase y lo venda por Binance el ganara un saldo de 500 USD, a este intercambio de compra/venta se le conoce como arbitraje.
Ahora, aunque esto puede sonar simple, en la práctica es un poco más complejo, ya que mientras los mercados crecen, se regulan y evolucionan, los spreads entre un activo y otro se van reduciendo hasta ser insignificantes. Aun cuando todavía se puede ser rentable con esta estrategia, su ejecución generalmente se limita a algoritmos y cálculos matemáticos realizados por sistemas pertenecientes a grandes instituciones.