Una de las aplicaciones más adoptadas de la tecnología blockchain, las criptomonedas, tienen el potencial de impulsar nuevas innovaciones que pueden hacer que el sistema financiero sea más eficiente, inclusivo, transparente y seguro.
Sin embargo, el creciente reconocimiento de los impactos nocivos de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) -como lo demuestran los fenómenos meteorológicos mundiales extremos y lo detallan los informes del IPCC- ha hecho que las partes interesadas aborden el impacto climático asociado a sus actividades, y las criptomonedas no son una excepción. Hace tiempo que se reconoce que, el de las criptomonedas, es un sector que consume mucha energía. En 2021, se estimó que sólo la red Bitcoin consumía más de 100 teravatios hora de electricidad.
Una de las claves del modelo de seguridad detrás de las criptodivisas es la noción de consenso, un mecanismo que ayuda a determinar qué transacciones son legítimas y deben añadirse a la cadena de bloques. Dado que los protocolos de consenso difieren, algunos basados en la prueba de trabajo pueden ser altamente intensivos en energía; sin embargo, la sostenibilidad a largo plazo del sector de las criptodivisas está evolucionando con el desarrollo de protocolos más eficaces en términos de energía, como la prueba de participación, y con el aumento del uso de energías renovables en el proceso de minería.
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