El genoma humano, el gran libro de los datos personales que empaqueta toda nuestra información nos hace ver que realmente no tenemos una idea real de cuantos datos permanecen perfectamente encapsulados en nuestro ADN.
Para dimensionar la cantidad de información que compone el genoma humano, imaginemos que tecleamos 60 palabras por minuto, 8 horas al día, durante 50 años, el ADN de una simple ameba unicelular, contiene hasta 400 millones de bits de información genética, lo suficientemente importante como para escribir 80 libros de 500 páginas cada uno. En resumen, es bastante información y toda esa gran fuente de información que está en nosotros y que no conocemos es la siguiente frontera de la venta de datos y el objetivo del sector médico y farmacéutico.
La venta de fármacos tiene actualmente una estrategia de mercado masiva por el tipo de industria y por el capital que maneja para desarrollo y posicionamiento; pero en realidad, no tiene conocimiento si la persona que ve su anuncio está enferma o sana, así que se gastan millones de dólares en publicidad para que los vean todas las personas; es decir, sanos y enfermos. De manera similar sucede con los estudios médicos y de laboratorio. El médico necesita tener un punto de partida para realizar un diagnóstico, y regularmente, solicita diferentes estudios para ver si los niveles se encuentran dentro del rango. Lo anterior, representa un gasto millonario anualmente para los usuarios. Pero, ¿qué pasaría si pudiéramos saber de qué nos vamos a enfermar y en qué momento? o ¿cómo se podría corregir un factor hereditario modificando el código genético, insertando nueva información que haga que nuestro organismo produzca una enzima, un aminoácido o una proteína? Probablemente muchas vidas se salvarían, y del otro lado de la moneda, esa información sería bastante valiosa para las industrias ya que llegarían a una información más personal que sólo el nombre o datos que en ocasiones desconocemos.