Cuando a partir de los años ´50 comenzó a masificarse el uso de los lavarropas automáticos, no se preveía que ese iba a ser uno de los cambios tecnológicos que más iban a beneficiar a una población excluida y recluida al trabajo doméstico: las mujeres.
El uso cotidiano del lavarropas sirvió para liberar miles de miles de horas de un sector social que, al menos en el mundo occidental, fue progresivamente volcándose a las fuerzas de trabajo. Las mujeres pudieron salir de sus casas a estudiar, a trabajar, a tener voz y voto en los asuntos públicos.
Si bien no se trata de una correlación lineal sino de un fenómeno multifactorial, es bien aceptado hoy y hay artículos académicos que sostienen la importante influencia de este preciso electrodoméstico en la liberación de una fuerte carga de trabajo en el hogar para el género femenino.
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