La narrativa común en torno a las amenazas que prevalecen para la adopción masiva de las criptomonedas es que los reguladores pondrán coto a su legalidad, que tiene que ser mucho más fácil de usar para la gente "normal" y que hay que moderar la magnitud de su volatilidad.
Todo esto es cierto. Pero hay algo que quizá sea igual de importante: las estafas, los hacks, los exchanges fraudulentos, los vertederos y demás. ¿Por qué? Cada ataque deja una cicatriz. Y las cicatrices se acumulan rápidamente.
Según un estudio de Chainalysis, los estafadores se llevaron 14.000 millones de dólares en criptomonedas en 2021, lo que representa cientos de miles -quizá millones- de víctimas en una comunidad donde cada experiencia negativa tiene voz en una cámara de eco.