Los mercados han perdido mucho de su mojo esta semana. Los compradores ya se están cansando. La desaceleración de la inflación (EEUU) renovó las esperanzas de cambio por parte de la Reserva Federal (Fed). Sin embargo, el discurso de los directivos afirma que no habrá semejante viraje en el futuro cercano. Entonces, volvemos a caer en el mismo juego del año pasado. El mercado piensa una cosa. La Reserva dice otra. Optimistas, un día. Pesimistas, el otro. Y todo gira en torno a las especulaciones de lo que hará o no la Reserva Federal en el futuro.
¿Por qué el mercado no le cree a la Fed? Bueno, esta Fed ha fallado muchas veces en el pasado. Eso no se puede negar. No todo es culpa de ellos per se. Pero, igual, son responsables. Me refiero a fallas de pronóstico, de comunicación y de ejecución. Entonces, sus problemas de credibilidad no son del todo injustos. Por otro lado, con casi 40 años de expansión monetaria (dinero barato), se podría decir que el mercado todavía se encuentra en la fase de negación por falta de costumbre.
Se asume que la Reserva Federal, tarde o temprano, sucumbirá a las presiones políticas y sociales. Es decir, para evitar una recesión, seguramente, darán su brazo a torcer. O, dicho de otro modo, dejarán el trabajo inconcluso para complacer a las partes interesadas. Esa es la ilusión que impulsa “optimismos” como el actual. La esperanza por un giro en política monetaria antes de lo anticipado.