Paco G. Paz
Washington, 6 nov (EFE).- Estados Unidos acude a la próxima cumbre del G20 en Seúl decidido a que los gigantes emergentes como China, India o Brasil asuman el papel que hasta ahora le había correspondido al gigante americano, ser el motor de crecimiento mundial.
"Hay que acostumbrarse a que EEUU ya no va a ser el consumidor final (que sustente la recuperación mundial). Necesitamos que otros países tengan una fuerte demanda interna", explicó hace unos días uno de los principales asesores económicos de la Casa Blanca, Mike Froman.
Esta afirmación revela la difícil situación que atraviesa la primera economía del mundo, venida a menos a raíz de la fuerte recesión sufrida en 2008 y 2009, y que pese a estar superada ha dejado un lánguido crecimiento y un alto desempleo.
En la historia económica reciente EEUU ha sido, con su voraz apetito consumidor, el motor que ha tirado de la economía mundial en momentos de crisis.
Pero las cosas han cambiado y ahora el estadounidense medio, asustado por la pérdida del valor de sus casas y la inestabilidad laboral, prefiere ahorrar a gastar o invertir, situación que se repite más o menos en todos los países desarrollados.
Pero la situación es bien diferente en las economías emergentes, que viven una pujanza desconocida hasta ahora gracias a su fuerza exportadora y a la llegada de un torrente de inversiones extranjeras.
El desequilibrio es evidente. Los países emergentes tienen un gran superávit por cuenta corriente, dado que producen mucho más que lo que consumen e invierten, mientras que en los países desarrollados las empresas se ven incapaces de ampliar sus plantillas o de vender sus productos en el exterior.
Estados Unidos culpa en parte de esta situación a China y a su resistencia a apreciar el yuan, que obliga a otros países emergentes a tomar medidas proteccionistas para no perder competitividad.
Esta situación de desigualdad en el crecimiento de ricos y pobres estará en el centro de la mesa de discusión en la cumbre del G20 que se celebrará el 11 y 12 de noviembre en Seul.
Uno de los objetivos de la cumbre, por el que presionan los países avanzados, es "reequilibrar la demanda mundial", algo fundamental, según EEUU, para que el crecimiento sea más equilibrado.
En definitiva, exige a China y a otros emergentes que en lugar de potenciar las exportaciones, potencien la demanda interna.
"Si nosotros vamos a ahorrar y exportar más, necesitamos que otros gasten e importen más", explicó al respecto Froman.
Una de las propuestas que quiere llevar EEUU al G20 es que se imponga como objetivo que el déficit o el superávit por cuenta corriente de los países no supere el 4 por ciento del Producto Interior Bruto, una meta concreta que seguramente no prosperará, debido a la oposición de muchos países.
Uno de los negociadores de China en el G20 criticó la medida, al señalar que hace recordar "los tiempos de las economías planificadas".
Otro de los temas candentes para EEUU es la posición del dólar. Para exportar más, EEUU necesita tener una moneda débil, lo que le coloca en una situación comprometida dadas sus críticas a la política de devaluaciones de China.
Justo esta semana, la Reserva Federal anunció la compra de 600.000 millones de dólares en bonos del Tesoro, una inyección de dinero fresco que facilitará la devaluación del dólar.
Las críticas de otros países no se han hecho esperar, especialmente de los países emergentes, como China y Brasil.
El ministro brasileño de Economía, Guido Mantega, el primero que alertó de una "guerra de divisas" mundial, reconoció ayer que a todo el mundo le interesa "tener un EEUU fuerte, pero no le hace bien a nadie que esté tirando dólares desde un helicóptero".
El presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, explicó que la medida, si bien puede hacer que el dólar pierda valor en un primer momento, le permitirá revalorizarse en el futuro.
"El dólar se encontrará en una mejor situación cuando la economía este creciendo fuertemente", apuntó Bernanke. EFE