Gemma Bastida
Málaga, 12 may (.).- La Costa del Sol es uno de los destinos españoles preferidos por los nómadas digitales, pero no todos los que eligen Málaga anhelan vivir cerca del mar: cada vez son más los que apuestan por instalarse en pequeños pueblos del interior, como Benarrabá o El Borge, en busca de tranquilidad, naturaleza y la hospitalidad de su gente.
La pandemia de covid-19 impulsó la llegada de teletrabajadores de todo el mundo a municipios como estos, que han visto en este fenómeno, que sigue al alza, una manera de dinamizar su economía y luchar contra la despoblación.
Es el caso de Benarrabá, un pueblo de unos 450 habitantes situado en el Valle del Genal, a una hora en coche de Marbella y dos de la capital, que se ha aliado con la asociación Rooral para posicionarse como polo de atracción de trabajadores en remoto.
El Ayuntamiento no escatima recursos para conseguir este objetivo: ha habilitado una vieja casa del siglo XVIII como centro de innovación digital y espacio de cotrabajo, está construyendo una vivienda compartida para teletrabajadores y garantiza una buena conexión a internet en todo el término municipal.
Pero más allá de la infraestructura, si algo puede ofrecer Benarrabá es que es un lugar "acogedor, abierto y con vida", y esto es lo que más valoran quienes llegan, asegura a EFE su alcalde, Silvestre Barroso.
"Los que vienen toman café con los vecinos, participan en talleres y en las distintas actividades que se hacen de deportes o de fiestas. No vienen a visitar el pueblo, vienen a vivir en el pueblo", remarca el edil.
Una experiencia pionera
Hasta este pueblo blanco de la Serranía de Ronda ha llegado en los últimos días un grupo de nómadas digitales de diversas nacionalidades, que vivirán y trabajarán durante unas semanas en él para probar la experiencia del mundo rural.
Han venido de la mano de Rooral, un proyecto que ha puesto en marcha el vasco Juan Barbed y que establece alianzas con pueblos de áreas despobladas para acoger a personas que quieren teletrabajar y formar parte de la vida local.
Tras vivir en países como Perú, Estados Unidos, Tailandia, Ghana o México, Barbed ha hecho de Benarrabá su residencia y base de operaciones para testar una iniciativa que espera replicar en muchas más localidades españolas.
El bilbaíno explica a EFE que eligió este pueblo tras analizar decenas de municipios y constatar que no todos reúnen los requisitos que buscan los nómadas digitales, como un alojamiento adecuado, espacios cómodos de trabajo y una buena conectividad.
Pero lo que realmente hace de Bernarrabá un sitio "diferencial", subraya este emprendedor, es que la comunidad local es "muy acogedora y abraza a la gente que viene a teletrabajar", haciéndolo todo "más fácil" para que se sientan uno más.
De Nueva York y Seúl
Una de las nómadas digitales que ha recalado estos días en Benarrabá es la periodista Liz Provencher, de 27 años, que trabaja en una revista de turismo y que ha cambiado la bulliciosa, ruidosa y frenética ciudad de Nueva York (Estados Unidos) por un lugar en el que poder descansar, relajarse y "disfrutar de un nuevo entorno".
"Me encanta esto, es un pueblo tan hermoso, tan tranquilo... es realmente agradable estar rodeada de tanta naturaleza", cuenta a EFE Provencher, que resalta lo acogedores que son los vecinos: "Cada vez que vas por la calle la gente se para y te saluda y quiere saber de dónde eres y cómo te lo estás pasando".
Estos días comparte casa y espacio de trabajo con Yeji Cheon, una surcoreana de 36 años, procedente de Seúl, que ha vivido en varios países y que coincide con Provencher en que "lo mejor" de Benarrabá es su gente.
El problema de la vivienda
Encontrar vivienda en óptimas condiciones para este tipo de profesionales es uno de los retos a los que se enfrentan los pueblos que quieren atraer a nómadas digitales.
Este problema lo sufre El Borge, un municipio de 968 habitantes situado en la comarca de la Axarquía, a unos 45 minutos de Málaga, que ha aumentado su población en 40 personas desde la pandemia, gracias, sobre todo, a la llegada de teletrabajadores, explica a EFE su alcalde, Raúl Vallejo.
Para solucionarlo, el pueblo ha puesto en marcha un plan: ofrece a los propietarios de viviendas en mal estado la posibilidad de que el Ayuntamiento las reforme a cambio de que durante cinco años se encargue de gestionar su alquiler. Pasado este período, las casas vuelven a estar disponibles para sus dueños.
El Ayuntamiento espera con esta medida que la vivienda no sea un problema para atraer a más nómadas digitales y llegar en los próximos años al millar de habitantes.
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