Juan Palop
Berlín, 11 ago (.).- La guerra comercial entre Estados Unidos y China y el caótico "brexit" han hecho mella en la economía alemana, que ve cómo se tambalean sus dos mayores pilares, la producción industrial y las exportaciones.
La confirmación de los peores pronósticos para la mayor economía de la UE llega este mismo miércoles, cuando se publique la tasa de crecimiento del producto interior bruto (PIB) en el segundo trimestre, un dato que casi todos los analistas sitúan en terreno negativo.
Los principales indicadores difundidos en las últimas semanas apuntan en un mismo sentido, esbozando los nubarrones que empiezan a acumularse sobre la locomotora europea en frentes clave.
El pasado viernes la Oficina Federal de Estadística (Destatis) informó de que las exportaciones alemanas cayeron en junio un 8 % en términos interanuales, la mayor caída en tres años.
Esto no quiere decir que se esté derrumbando el sector exterior alemán, que acumuló en la primera mitad del año un jugoso superávit comercial de 109.900 millones de euros. Pero es un aviso a navegantes: el superávit hasta junio es un 10 % inferior al acumulado el año pasado.
El dato de la producción industrial de junio, publicado el miércoles, invitaba asimismo a la preocupación. La contracción interanual era del 5,2 %, la más pronunciada en una década para un sector fundamental de la economía alemana, pues supone el 20 % de su PIB.
El sector privado había advertido ya de la desaceleración. El índice de confianza empresarial del Instituto Ifo, un indicador de referencia, cayó en julio hasta los 95,7 puntos, su cuarto descenso consecutivo -aunque la tendencia bajista es palpable desde hace un año- y su peor registro desde abril de 2013.
"La economía alemana atraviesa aguas turbulentas", resumió al presentar estos datos el presidente del instituto Ifo, Clemens Fuest.
La situación va más allá de indicadores abstractos. La industria automovilística, el primer sector industrial y exportador del país, está ya sintiendo el pinchazo. Las ventas de Mercedez-Benz, BMW y Audi han caído en lo que va de año con respecto a 2018.
Daimler -fabricante de los vehículos Mercedes- y Schaeffler, el mayor proveedor de componentes, han recortado sus previsiones de beneficios para el conjunto del año. El grupo Volkswagen (DE:VOWG_p), que sí que aumentó su ganancia en el primer semestre, ha anunciado planes de ahorro y de reducción de personal.
Con varias alarmas parpadeando ya en el panel macroeconómico, distintos centros de estudios económicos y el Bundesbank (banco central) han pronosticado que Alemania se contraerá en el segundo trimestre de este año. Algunos apuntan a que esta situación se repetirá en el tercero, con lo que la mayor economía europea entraría en recesión técnica.
Las causas, coinciden todos, son la guerra comercial entre EE.UU. y China desatada por el presidente estadounidense, Donald Trump, y el caos en torno a la salida de Reino Unido de la UE, que tiene más posibilidad de consumarse sin acuerdo con Boris Johnson como nuevo primer ministro.
La demanda global, aseguraba este junio en su último informe sobre Alemania el Fondo Monetario Internacional (FMI), se ha enfriado, lastrando a los países más dependientes de su sector exterior, como es el caso de Alemania.
En un entorno con tanta incertidumbre la inversión se resiente. Las apuestas empresariales de futuro se paralizan por el miedo a nuevos aranceles -especialmente los que Washington pudiese aplicar al sector del motor- y las dudas sobre el futuro flujo comercial entre Reino Unido y la UE.
El Gobierno alemán considera, no obstante, que se trata de un tropiezo coyuntural y no estima oportuno activar medidas de tipo fiscal para reactivar la economía, más allá de las acordadas en el pacto de gobierno de la gran coalición a principios de 2018.
El Banco Central Europeo (BCE), por su parte, no parece tenerlo tan claro. Su presidente, Mario Draghi, ya avanzó en julio su disposición a actuar, a partir de este mismo septiembre si es necesario, para atizar la actividad en la eurozona.