Pekín, 4 dic (EFE).- Las autoridades de Pekín destruyeron 156.102
artículos de lujo falsos y mayoritariamente extranjeros, por valor
de unos 450.000 euros para probar que combate una lacra que originó
en los países del G-20 pérdidas por 100.000 millones de euros, según
la Cámara Internacional de Comercio, dijo hoy la agencia oficial
Xinhua.
Li Shaotan, subdirector de la administración de industria y
comercio, dijo que la mayor cantidad de copias destruída este año
reproducían 227 marcas famosas extranjeras, pero también algunas
chinas como el vino de arroz Wu Liang Ye.
Veintiseis camiones transportaron los productos falsificados de
moda, alimentos, cosméticos, tratamiento del cabello y materiales de
construcción, a un centro de destrucción de basura, donde según el
director fueron separados por materiales de acuerdo con las reglas
de protección del medio ambiente.
Wang Guo Zhong, funcionario de la misma de la administración dijo
al preiódico "Nuevo Pekín" que cuando fue posible se habían quitado
previamente etiquetas y motivos identificativos de la marca a los
objetos y regalados a instituciones de beneficencia.
Sin embargo, los alimentos, cigarrillos, bebidas o cosméticos
falsificados que pudieran originar intoxicacionese fueron
destruídos.
Ayer, en el Quinto Congreso Mundial sobre Lucha contra la
Piratería y la Falsificación, celebrado en Cancún (México), el
coordinador de la iniciativa Acción Empresarial para Detener la
Falsificación y la Piratería (BASCAP, por siglas en inglés), Jeffrey
Hardy, destacó que la práctica origina pérdidas a los Gobiernos por
falta de impuestos, por 62.000 millones de euros.
Según el estudio presentado en la cita de Cancún, y citado hoy
por Xinhua, por piratería y falsificación de productos, los países
del G-20 pierden anualmente unos 2,5 millones de empleos, además de
sufrir efectos secundarios como beneficios a proveedores, minoristas
y distribuidores.
Si se logra reducir esa producción ilegal, habrá pues más demanda
de mano de obra por las empresas fabricantes de esos países, dijo
Hardy. EFE