París, 20 may (EFE).- El primer ministro británico, David
Cameron, se estrenó hoy en el extranjero como jefe de Gobierno con
un guiño a Francia, país que el nuevo inquilino de Downing Street
eligió para su primera visita oficial desde que ocupa el cargo que
ha dejado Gordon Brown.
Tras una cena en el Palacio del Elíseo con el presidente de
Francia, Nicolas Sarkozy, organizada "a petición" de Londres, el
presidente galo y su invitado británico recordaron ante la prensa
que mantienen una buena relación personal desde que se conocieron
hace cinco años y que su vínculo como hombres de poder ha comenzado
"con buen pie".
Francia se siente "honrada" de que Cameron la haya escogido
"simbólicamente" para su primera visita, dijo Sarkozy tras la
reunión entre ambos mandatarios, que se celebró en la víspera de que
el primer ministro británico viaje a Berlín para entrevistarse con
la canciller alemana, Angela Merkel.
Ambos líderes, que se vieron por última vez durante la visita de
Estado del presidente de Francia a Gran Bretaña, sacaron a relucir
sus puntos de convergencia en política internacional, en los que
trabajarán "codo con codo", y prefirieron quitarle hierro a los
asuntos más espinosos.
Así, Sarkozy y Cameron destacaron su visión común sobre
Afganistán en un año que será "crucial" para el devenir de ese país
asiático, sobre la necesidad de endurecer las sanciones contra Irán
para intentar evitar que continúe con su programa nuclear o sobre la
conveniencia de aumentar las cargas impositivas a los bancos,
dijeron.
Y sobre los temas en los que mantienen más divergencias, como el
euroescepticismo de Cameron o las reticencias de Londres a ampliar
el control sobre el sector financiero, ambos aseguraron que tienen
voluntad de "acercar" a ambos países, incluso aunque eventualmente
se lleguen a alguna "línea roja".
"Necesitamos a los británicos en Europa", aseguró Sarkozy, quien
confesó que él mismo se ha hecho "más europeista" a lo largo de su
larga carrera política, porque ha constatado que "trabajando juntos"
se consigue más que de manera "aislada", quien dijo estar seguro de
que Cameron, que "tiene ambición por su país, está de acuerdo".
El mensaje sobre la crisis de la eurozona que quiso transmitir
Sakrozy -más participativo y distendido que su colega británico- fue
el de la tranquilidad y la mesura.
"Nosotros, los jefes de estado, debemos reaccionar con sangre
fría" ante la fiebre de dinamismo que atraviesa últimamente la zona
euro, dijo Sarkozy, quien aseveró que "no puede haber desacuerdos
entre Alemania y Francia en relación al euro" y subrayó que no sería
"nada bueno" que existan divisiones entre París, Londres y Berlín.
El jefe del Estado francés, que habló con Merkel por teléfono
antes de recibir a Cameron, declaró que tanto él como la canciller
alemana hacen todo lo posible porque las relaciones sean
"armoniosas", que se "complementen" y que muestren una "voluntad
común".
En ese sentido, se mostró partidario de la línea esbozada por
Berlín contra aquellos socios europeos que no cumplan con las normas
sobre el déficit y pidió castigos más "imaginativos" que cargar
financieramente contra un Estado que ya está demasiado endeudado,
como la "suspensión del derecho de voto", dijo sin aportar más
precisiones.
Por su parte, el primer ministro británico aseguró que la
reducción del déficit "no es una opción" y que simplemente "hay que
hacerlo" porque escabullirse acarrearía un "aumento de las tasas de
interés" que sería aún más perjudicial para la economía.
Cameron reiteró que la decisión del Reino Unido de no entrar en
la moneda única fue correcta y que así se mantendrá durante su
Gobierno, pero declaró que Londres y París coinciden en que es
necesario un "euro fuerte".
Sarkozy, por su parte, se refirió al "éxito del euro", una moneda
que se ha convertido en la segunda del mundo en muy poco tiempo y
aseguró que el dólar estadounidense también ha sufrido crisis
durante los 10 últimos años y no por ello ha dejado de ser la moneda
más importante del planeta.
"Guarde sus euros si los tiene", respondió en broma Sarkozy al
periodista británico que había preguntado si la crisis que atraviesa
la divisa europea es un reflejo que constata un supuesto fracaso de
la política monetaria común. EFE
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