César Muñoz Acebes
Pittsburgh (EE.UU.), 26 sep (EFE).- La cumbre de Pittsburgh será
recordada como el momento de consolidación del G-20 en la escena
mundial y de transformación del FMI en una especie de brazo
operativo, que lleve a cabo el trabajo duro de aplicar las
decisiones.
En menos de un año, el Grupo de los Veinte (G-20) ha pasado de
ser un órgano ministerial casi desconocido a cuyas reuniones a
menudo ni siquiera iban los ministros a desplazar al G-8 como el
comité directivo de la economía del mundo.
En la cola de su trayectoria meteórica ha arrastrado también al
Fondo Monetario Internacional (FMI), cuya legitimidad y papel en el
mundo estaban en duda antes de la crisis.
"Una de las fallas del G-8 fue que no había una institución para
hacer el trabajo de seguimiento", dijo a la prensa el director
gerente del FMI, Dominique Strauss-Kahn, tras la cumbre de
Pittsburgh.
"El G-20 ha pedido al FMI que implemente el marco de crecimiento
sostenido" acordado en la cumbre, explicó el jefe del organismo. "Se
ha ampliado el mandato del Fondo", añadió.
A insistencia de Estados Unidos, el grupo se comprometió a tomar
medidas para reducir los desequilibrios mundiales que contribuyeron
a la crisis.
Estableció un sistema de "vigilancia mutua" para garantizar que
los países efectivamente toman medidas que lleven a ese fin, en el
cual el FMI actuará como una especie de árbitro.
El grupo encargó al organismo realizar análisis periódicos sobre
"si las políticas aplicadas por cada país del G-20 llevan de forma
colectiva a una trayectoria más sostenible y equilibrada para la
economía mundial".
Estados Unidos mantiene que su consumo privado no puede ser el
motor que tire del mundo como en el pasado, porque las cuentas de
los hogares están muy maltrechas con la caída del mercado
inmobiliario y la subida de desempleo, y porque un sistema así no es
saludable para la economía del planeta.
Pero para ello, países como China, Japón y Alemania, que dependen
de la exportación, deberán promover más la demanda interna. A Europa
también se le piden reformas estructurales que haga más flexible su
economía y aumenten su potencial de crecimiento.
La declaración no nombra países, pero habla de la importancia del
ahorro privado en algunos de ellos y del ahorro público, cuando se
afiance la economía.
Es una referencia a Estados Unidos, donde la tasa de ahorro
privado fue nula durante el boom del crédito y en este momento se
encuentra en el 4 por ciento, y que tendrá que ser complementada por
una reducción del déficit fiscal, que supera el 11 por ciento del
Producto Interno Bruto (PIB).
El problema de todo el planteamiento es cómo asegurar que los
países efectivamente toman las decisiones de política no sólo
pensando en intereses nacionales, sino también en la estabilidad
económica mundial, puesto que el G-20 no estableció ningún tipo de
sanciones.
En este sentido, el papel del FMI será clave, como la institución
que hará un análisis independiente que se pueda echar en cara a las
naciones "infractoras".
Hace unos años, la institución ya llevó a cabo unas
conversaciones sobre los desequilibrios mundiales con las
principales economías, pero sin resultados tangibles.
El G-20 espera que la crisis haya metido el miedo en el cuerpo de
todos y que esta vez sea diferente.
El grupo constató en la cumbre que el FMI ya ha recibido promesas
específicas de gobiernos para darle 500.000 millones de dólares, un
objetivo marcado en la cumbre de abril pasado en Londres.
Pero la crisis también ha aumentado la presión para que el
organismo sea más representativo de la economía mundial.
Los países en desarrollo se quejan de que durante décadas un FMI
dominado por las naciones ricas les dijo lo que tenían que hacer,
sin mirar la fragilidad de su propio sistema financiero.
"Brasil esta vez tiene que enseñar a otros", dijo tras la cumbre
su presidente, Luiz Inácio da Silva. "La crisis ha abierto la
posibilidad de hacer cambios en el mundo", señaló.
El G-20 respaldó una transferencia de "por lo menos" un 5 por
ciento del voto en el FMI de las naciones ricas a los países en
desarrollo "dinámicos", como China, India, Rusia, México y el propio
Brasil.
Es una medida que apoya Strauss-Kahn, quien quiere callar a los
críticos del Fondo con una muestra de que es la institución
financiera más representativa y, por ende, un actor fundamental en
el futuro económico del planeta. EFE