Ángel Alonso
Madrid, 13 sep (EFE).- Largo y complicado ha sido el proceso de
venta de Opel a Magna por parte de General Motors (GM) y no menos
largo e incierto se presenta el periodo de resolución de las muchas
incógnitas que se abren con el nuevo modelo de gestión a cargo del
fabricante de componentes austro-canadiense.
La propia multinacional vendedora, en esa cesión de gestión que
conlleva traspasar el 55% de las acciones de la marca alemana,
reconocía, el mismo día del anuncio de su decisión, un paréntesis de
varios meses en la separación del grano de la paja para la Opel que
acababa de nacer .
Muchos son los puntos de partida de las incógnitas a despejar,
puesto que hasta ahora los planes del comprador y las contrapartidas
del vendedor, en el orden socioeconómico, son totalmente opacos.
El proceso previo ha sido lo suficientemente enmarañado como para
que se disparasen las especulaciones, alimentadas, además, por la
proximidad de un proceso electoral en Alemania que no se ha podido
sustraer a los movimientos de unos y de otros.
Los primeros en aparecer como interesados en la marca alemana
fueron el ahora adjudicatario, formando consorcio con el banco ruso
Sberbank, y la relativa sorpresa de Fiat, antiguo partenaire de la
multinacional estadounidense y recién salida de una coyuntura
económica que a punto estuvo de retirarla del escenario
automovilístico mundial.
Llegó luego el inversor chino BAIC, pronto eliminado, y se añadió
al póquer de aspirantes un fondo de inversión, RHJ, radicado en
Bélgica, pero con ramificaciones en Estados Unidos, que sí presentó
un programa detallado de actuaciones en Opel que lo convirtieron en
la mejor opción para los intereses españoles desde el punto de vista
sindical y administrativo.
La oferta de Magna, que contemplaba 10.560 despidos en la
compañía, de ellos 1.600 en Figueruelas (Zaragoza), se postuló como
la mejor para el Gobierno y los sindicatos alemanes, por ser la más
proteccionista respecto a las plantas de producción teutonas, pero
despertó muchos recelos en el resto de países con tejido productivo
de la firma de Russelheim.
No escapaba otro matiz de cierto riesgo: la presencia de un banco
ruso en el consorcio desataba el temor de GM a traspasar tecnología
muy avanzada a fabricantes de un mercado que la multinacional
estadounidense entendía como prioritario en sus proyecto de
expansión hacia las economías emergentes.
Así las cosas, en los últimos días no se descartó la posibilidad
de que GM se desdijera de su posibilidad de vender Opel y la
mantuviera en su cartera como referente de su presencia en Europa,
tras la cesión de la sueca Saab.
Resuelto el enigma inicial de la adjudicación, todas las partes
implicadas, en lo político y en lo empresarial, se aprestan a coger
turno en el trámite de la declaración de intenciones del nuevo
propietario.
Por lo que respecta a España, la cautela es la primera reacción
no exenta de preocupación y, desde la Administración un aviso: se
mirará con lupa todo lo que sobrepase un ajuste lógico en
Figueruelas.
Desde la propia marca en España se destaca el intenso trabajo que
queda por delante, pero se admite que el futuro es ilusionante,
porque el nuevo gestor llega en un proceso de transformación de
producto (Insignia y nueva generación del Astra), con innovaciones
tecnológicas de primer orden, que revaloriza el valor de marca de
Opel.
Los sindicatos, que siempre recelaron de la oferta de Magna, se
apuntan al turno de espera, pero como agentes escarmentados del
proceso, previenen que un recorte por encima de lo admisible y la
retirada o reducción productiva del emblema de Figueruelas, el
Corsa, tendrá respuesta. EFE