Ramón Santaularia
Atenas, 12 may (EFE).- Muchos griegos se han resignado a pasar
varios años de estrecheces por las medidas de austeridad impuestas
por el Gobierno, que contemplan desde fuertes reducciones salariales
hasta aumentos de impuestos y una mayor edad para la jubilación.
Estas amargas medicinas, recetadas por la Unión Europea y el
Fondo Monetario Internacional (FMI) son la única alternativa a la
bancarrota al país de 11 millones de habitantes, que durante décadas
ha vivido muy por encima de sus posibilidades.
La deuda soberana, de más de 270.000 millones de euros ó el 115%
del Producto Interior Bruto (PIB), es impagable sin ayuda exterior,
como admitió el ministro heleno de Finanzas, Yorgos Papaconstantínu,
porque Grecia ya no puede ir a buscar dinero en los mercados de
capital.
"Mis dos pagas extraordinarias al año han sido prácticamente
eliminadas y sólo cobraré 700 euros, en lugar de 2.400 por ellas",
explica a Efe una empleada de 43 años de la Escuela Politécnica de
Atenas.
Altos cargos públicos, que perciben más de 5.400 euros mensuales
brutos, verán rebajados sus emolumentos por debajo de este tope, que
corresponde al salario de un secretario de Estado. El malestar por
la pérdida de poder adquisitivo está a la orden del día.
"Mis abuelos cobrarán una pensión de 360 euros al mes y con esto
no se puede vivir en Atenas, aunque tengas casa propia y no pagues
alquiler. Se necesita la ayuda de los hijos", cuenta Yorgos, un
joven ejecutivo empleado en una empresa de servicios.
Estas narraciones se repiten después de que el Gobierno del
socialista Yorgos Papandréu anunciara impopulares medidas de
austeridad para recortar el gasto público en 30.000 millones de
euros hasta 2012, en un país con casi 800.000 funcionarios, que
cobran salarios dignos de las economías europeas mejor dotadas.
La reducción del déficit fiscal repercutirá, con toda seguridad,
en una contracción de la economía, que según los economistas, puede
aproximarse este año al 5%, si bien los más optimistas, como el
presidente del Banco Nacional de Grecia, Vasilis Rápanos, calculan
que en 2011 habrá otra vez un crecimiento de hasta un 2%.
Rápanos cree que el programa de ahorro del Gobierno podrá
aplicarse sin romper la paz social, pese a las repetidas huelgas que
han paralizado diversos servicios públicos desde que se anunciaran
los dolorosos recortes de gastos.
Para hoy, los sindicatos de funcionarios y del sector privado han
convocado una manifestación en el centro de Atenas, escenario la
semana pasada de protestas violentas, que concluyeron con tres
muertos, más de setenta heridos y cuantiosos destrozos a cargo de
grupos radicales.
Pero la impresión es ahora que los griegos han asumido que no hay
otra opción que apretarse el cinturón y rebajar el gasto familiar,
tras años de dispendio y endeudamiento con tarjetas de créditos.
Con un escuálido índice de ahorro doméstico en Grecia, que con un
6% es de los más bajos de Europa, el consumo está condenado a bajar,
entre otras razones, por la subida en julio del IVA del 21 al 23%. Y
éste es un factor importante, porque la economía nacional depende
del consumo en un 70%.
Consumir menos e incrementar la productividad, muy baja en un
país con muchos sectores cerrados a la competencia, como los
transportes, los notarios y abogados y los farmacéuticos, son
algunas fórmulas propuestas para devolver el bienestar a la clase
media.
En lo que parece haber una escasa o nula tolerancia entre el
público es en aceptar los privilegios acumulados por las clases que
mejor se han acomodado con los políticos en el poder durante décadas
y que les ha permitido enriquecerse con total impunidad.
Como sucede durante otras crisis económicas, no todos los griegos
pasarán estrecheces. Las transferencias multimillonarias hechas en
los últimos meses de capital heleno a filiales de bancos griegos
asentados en Chipre, el Reino Unido y otros países europeos, según
fuentes bancarias, dan buena fe de la riqueza acumulada en el país.
Sólo con darse un paseo por el puerto deportivo de Vuliagmeni, a
unos 40 kilómetros al sur de Atenas, donde decenas de yates de
generosa eslora están atracados, algunos con banderas de las Islas
del Canal, basta para apercibirse de que la crisis para sus
propietarios será bastante llevadera. EFE