París, 6 sep (EFE).- Francia vivirá mañana una jornada de huelga
general convocada por los sindicatos en protesta por el proyecto de
reforma de las pensiones presentado por el Gobierno de Nicolas
Sarkozy, que ese mismo día comenzará a ser debatido en el
parlamento.
El retraso de la edad de jubilación, de los 60 a los 62 años, es
la principal medida del plan gubernamental, el principal caballo de
batalla al que se oponen los sindicatos que esperan convocar a más
de dos millones de personas en las diferentes manifestaciones
previstas en el país.
Los maestros están llamados al paro desde hoy y el apoyo a la
huelga lo han cifrado ya los sindicatos en el 30%, aunque el
Gobierno afirmó que el respaldo a la huelga era del 5,6%.
En los transportes se espera una fuerte incidencia en los
ferrocarriles, donde el paro comienza esta noche y donde la empresa
pública prevé una reducción de tres de cada cinco trenes de alta
velocidad y la suspensión de la mitad de los regionales.
Para los sindicatos la jornada del martes será una prueba de la
fuerza que tienen para oponerse a un Ejecutivo que cuenta con la
mayoría suficiente para sacar adelante una reforma a la que no
parece dispuesto a renunciar.
"No seré un presidente más que me vaya sin haber solucionado el
tema" de las pensiones, aseguró el pasado viernes Sarkozy, sabedor
de que este asunto espinoso hizo recular en el pasado a algunos de
sus antecesores en el cargo.
Para obligar al Gobierno a rectificar, los sindicatos necesitan
hacer una prueba de fuerza que muestre que una mayoría del país está
en contra de los planes del Gobierno.
La cifra de dos millones de manifestantes es un referente, porque
es el número que los sindicatos aseguran que salieron a las calles
el pasado 24 de junio en la jornada de protesta contra la reforma de
las pensiones, una cifra que el Gobierno redujo a los 800.000.
Las centrales sindicales son conscientes de que sólo un gran
éxito de la convocatoria puede hacer al Ejecutivo cambiar sus planes
en el trámite parlamentario de la reforma.
Un debate en el que la jornada de mañana puede constituir un
apoyo a la oposición de izquierdas, que cuenta con dar la batalla en
un asunto que puede debilitar al Ejecutivo.
Sobre todo porque el encargado de defenderla, el ministro de
Trabajo, Eric Woerth, aparece como un eslabón débil del gabinete,
implicado en el "caso Bettencourt" sobre tráfico de influencias en
torno a la multimillonaria heredera del imperio cosmético L'Oréal.
Woerth, un convencido sarkozista, cuenta por el momento con el
apoyo del presidente, pero su figura aparece cuestionada en un
momento en el que tendrá que dividirse entre la reforma más
importante del mandato de Sarkozy y su defensa de los ataques por su
papel jugado en ese caso.
Ante ese ambiente, antes incluso de conocer la amplitud de la
huelga general, el Ejecutivo ha dejado entrever que está dispuesto a
suavizar un tanto su reforma, aunque no cuenta renunciar al núcleo
de la misma, que consiste en aumentar los años de cotización
retrasando la edad de jubilación.
Situarla en 62 años y elevar a 67 la edad mínima para cobrar el
cien por cien de la pensión, frente a los 65 años, aparece como una
ambición irrenunciable para Sarkozy.
Pero fuentes del Elíseo han dejado abierta la puerta a la
introducción de cláusulas particulares en favor de las carreras
largas, de los trabajos de particular dureza o los que han cotizado
en diferentes regímenes.
Saber si esas concesiones calmarán a los franceses dependerá en
gran medida del éxito de la huelga.
Que no se medirá sólo en el número de manifestantes, si no
también en su capacidad para paralizar el país, lo que pasa por
tener un fuerte seguimiento en los transportes y en la educación,
que se podrá empezar a comprobar a partir de hoy mismo.
En París, auténtico termómetro del paro, se prevén importantes
perturbaciones en los transportes públicos.
Los sindicatos aéreos también se han sumado a los paros y, a la
espera de conocer la incidencia de la huelga, la Dirección General
de Aviación Civil ha pedido la anulación preventiva del 25% de los
vuelos. EFE