Adriana Flores-Bórquez
Atenas, 9 feb (EFE).- Grecia afronta un febrero caliente, plagado
de protestas y con dos huelgas generales, por las duras medidas que
pretende aplicar el Gobierno para sacar al país de un abismo
económico que pone en entredicho a toda la zona euro.
Ante los severos ajustes que pretenden bajar los sueldos de los
funcionarios y subir los impuestos para enderezar las cuentas
públicas, los sindicatos griegos se han puesto en pie de guerra.
Para mañana está convocada una huelga general de los funcionarios
y el día 24 está prevista otra de los trabajadores públicos y
privados que amenaza con detener el país.
Sin embargo, hasta ahora ninguna central sindical ha presentado
un plan alternativo a los recortes sociales y salariales impulsado
por el ejecutivo socialista de Giorgios Papandreu.
Fuentes de los sindicatos mayoritarios aseguraron a Efe que su
respuesta se debe a que las medidas del Gobierno "están muy lejos de
lo anunciado en la campaña electoral por Papandreu".
Los sindicatos apoyaron en octubre pasado al líder socialista y
rechazaron el programa de ajuste de los conservadores, entonces en
el poder, tras seis años de desgaste en medio de acusaciones de
corrupción e ineficacia.
Ahora, muchos trabajadores se sienten engañados por los
socialistas e incluso acusan a Papandreu de superar en su dureza las
medidas propuestas por el anterior Ejecutivo conservador.
El recelo sindical se dirige sobre todo contra los recortes de
hasta el 10 por ciento del gasto público y las bajadas salariales de
hasta un 20 por ciento de los sueldos de los funcionarios.
Además, protestan contra los cambios del sistema de pensiones,
que prevé retrasar la edad mínima de jubilación y ampliar el período
de cálculo para el pago de las jubilaciones.
Pero los funcionarios no son los únicos que protestan y paralizan
el país, como se prevé mañana, cuando el espacio aéreo permanecerá
cerrado por la huelga general de los funcionarios de aduanas.
También los agricultores han expresado su malestar en forma de
bloqueos de carreteras y pasos fronterizos, que en menor o mayor
medida ya duran casi un mes.
El Gobierno de Papandreu se ha mantenido firme ante las
exigencias de los campesinos, que reclaman más ayudas a un Estado
que tiene las arcas públicas vacías.
Y es que Grecia registró el año pasado un déficit del 12,7 por
ciento del Producto Interior Bruto (PIB), más del doble de las
cifras iniciales presentadas por el anterior Gobierno y más de tres
veces más que el máximo impuesto por la eurozona.
Además, la deuda pública supera ya el 120 por ciento del PIB, y
los vencimientos de créditos alcanzan este año un volumen de 25.000
millones de euros, una cifra difícil de pagar sin ayuda externa.
Ante la dramática situación, Papandreu tuvo que modificar varias
veces el paquete de ajuste fiscal antes de que la Comisión Europea
diera su visto bueno y colocara al país bajo estrecha vigilancia.
El Gobierno quiere aumentar la carga impositiva sobre la
propiedad inmobiliaria, eliminar las exenciones fiscales de
numerosos sectores y subir los impuestos de los combustibles para
incrementar los ingresos.
"Aún no han terminado con las medidas de ajuste. Grecia
necesitará unos 10 años para recuperarse", declaró a Efe Giorgios
Vitros, un reconocido economista ateniense.
El experto atribuye la mala situación presupuestaria del país a
la pésima gestión de la administración pública bajo el anterior
Ejecutivo conservador y la falta de preparación para la entrada en
la zona euro.
"Grecia no cumplía con los requisitos (para entrar en la zona
euro) y no dio las cifras correctas a la Unión Europea (UE)", afirmó
Vitros.
Mientras tanto, las últimas encuestas indican que gran parte de
los ciudadanos griegos apoya las medidas de austeridad, aunque pide
que sean justas para todos.
Más del 60 por ciento considera como "indispensable e inevitable"
la política de austeridad de Papandreu, quien a su vez cuenta con un
respaldo ciudadano del 54 por ciento.
Ante la difícil situación la ayuda comunitaria parece inevitable,
ya que para muchos expertos, como Vitros, "Grecia no es capaz de
salir adelante por sus propias fuerzas".
El viceministro de Finanzas, Filipinos Sajinidis, ha sido claro
al decir que "el verdadero dilema que afronta Grecia es elegir entre
la bancarrota o evitar la bancarrota. Nada más".
Casi un tercio de la población griega considera, según una
reciente encuesta, como "bastante posible" que el país se declare en
bancarrota. EFE