Río de Janeiro, 7 dic (EFE).- Los pueblos indígenas de la ribera
del Xingú amenazaron hoy al Gobierno brasileño con un "río de
sangre" si no para el proyecto de construcción de una gran central
hidroeléctrica en la Amazonía.
En una misiva remitida al presidente Luiz Inácio Lula da Silva y
a otras autoridades los indios responsabilizan al Gobierno de lo que
"le pasará" a los ejecutores de la obra, a los trabajadores y a los
pueblos indígenas en caso de que se continúe con el proyecto de la
represa de Belo Monte "de forma arbitraria".
"El río Xingú puede convertirse en un río de sangre. Que Brasil y
el mundo sepan qué puede ocurrir en el futuro si los gobernantes
brasileños no respetan nuestros derechos", afirmaron los indios en
la carta, difundida por el Consejo Indigenista Misionario (Cimi),
organización ligada a la iglesia católica.
Los indios recalcaron que no van a volver a sentarse a dialogar
con ningún representante del Gobierno, puesto que ya han hablado
"demasiado tiempo" en los últimos 20 años.
Esta carta supone una escalada de amenazas, después de que los
indios advirtieron a comienzos de noviembre que la vida de los
obreros de la represa y de los indios estaría "en riesgo".
Belo Monte será licitada el próximo 21 de diciembre y, según el
proyecto, se convertirá en la segunda mayor central hidroeléctrica
del país después de la de Itaipú, que Brasil comparte con Paraguay.
Tendrá una capacidad instalada de 11.233 megavatios y se
construirá en la localidad de Altamira, en el estado de Pará, en
plena selva amazónica y cerca de la desembocadura del río Xingú, en
el Amazonas.
El proyecto de Belo Monte arrancó inicialmente hace más de dos
décadas, pero se paró por la presión de ecologistas e indios, que
continúan disconformes a pesar de que el diseño actual es mucho más
benigno con el entorno, según el Gobierno.
El plan de construcción contempla inundar un área selvática de
unos 440 kilómetros cuadrados, lo que afectará directa e
indirectamente a 66 municipios y once tierras indígenas y obligará a
desplazar a decenas de miles de ribereños de sus viviendas. EFE