Maribel Izcue
Tokio, 19 ene (EFE).- Japan Airlines (JAL), la mayor aerolínea de
Asia y una de las primeras del mundo, ha sido durante más de medio
siglo un símbolo del poderío económico nipón, pero al final el
coloso tenía pies de barro.
Con una ingente plantilla de 50.000 empleados, más de 280 rutas
internacionales y una flota de 279 aviones, el decano de la aviación
japonesa atraviesa su periodo de mayores turbulencias, con unas
pérdidas netas de 977 millones de euros en el primer semestre de
2009 y su declaración hoy de bancarrota.
Enclaustrado en una política de inmovilismo empresarial, este
gigante japonés caracterizado por su buen servicio no ha sabido
reaccionar ante la feroz competencia en un mercado aéreo dominado
por aerolíneas más flexibles y económicas.
Las pérdidas y una deuda que hasta septiembre alcanzaba 17.800
millones de euros -la mayor de una empresa que haya presentado nunca
la quiebra en Japón- la han obligado a aterrizar bruscamente 59 años
después de su despegue, cuando nació como Japanese Air Lines, una
pequeña compañía privada respaldada por el Gobierno nipón.
El objetivo inicial era establecer una red de transporte fiable
entre las ciudades de Tokio, Osaka y Fukuoka para contribuir al
crecimiento de Japón tras la II Guerra Mundial, en los años del
milagro económico.
En 1953, tras dar con éxito sus primeros pasos, se convirtió en
una aerolínea pública bajo el nombre de Japan Airlines y en la
década de 1960 implantó una amplia red de rutas internacionales que
rodeaban el globo.
Japan Airlines vivió su época dorada en los 70, cuando se disparó
su número de pasajeros y Japón firmó los primeros acuerdos de
cooperación en aviación civil con países como China, que consolidó
su papel como aerolínea internacional de referencia.
En aquella época, JAL gozaba de una excelente reputación
empresarial, que la convirtió en la compañía estrella en la que
cualquier universitario japonés aspiraba a trabajar, según un
estudio de la compañía "Recruit".
Hasta 1985 gozó del monopolio en el sector de la aviación nipona,
pero ese año el Gobierno puso fin a ese privilegio tras un acuerdo
con EEUU que abrió nuevas rutas y las puertas del mercado japonés a
otras aerolíneas.
En 1987, el Ejecutivo decidió privatizar JAL para permitir a las
otras dos aerolíneas nacionales, las jóvenes All Nippon Airways
(ANA) y Japan Air System (JAS), competir libremente.
Las primeras dificultades financieras comenzaron a principios de
los 90, cuando con el estallido de la burbuja inmobiliaria la
aerolínea sufrió fuertes pérdidas en las inversiones que mantenía en
hoteles y centros turísticos extranjeros.
Los problemas se agravaron en 2001, cuando JAL se vio obligada a
obtener un préstamo del Gobierno por una cantidad no revelada para
hacer frente a la crisis de viajeros tras los ataques del 11-S.
En 2002, en medio de la fuerte competencia en el sector, se
fusionó con la que entonces era la tercera aerolínea nipona, Japan
Airlines Service, y se convirtió en la sexta aerolínea mundial en
número de pasajeros.
En 2004, tuvo que recurrir de nuevo a los préstamos, esta vez del
Banco Asiático de Desarrollo (BAD) y por 90.000 millones de yenes
(690 millones de euros), para paliar los efectos del virus del SARS
y de la guerra en Irak.
Cinco años más tarde, en 2009, reconoció abiertamente que vivía
la peor crisis financiera de su historia, sin que los diferentes
préstamos sindicados con los principales bancos de Japón lograran
paliarla.
Miembro de la alianza global OneWorld desde 2007, a la que
pertenecen aerolíneas como Iberia, Mexicana o LanChile, la antigua
niña bonita del escenario empresarial nipón es hoy protagonista de
la mayor bancarrota de una compañía no financiera en Japón.
El que hasta ahora era su presidente, Haruka Nishimatsu, será
sustituido por el veterano Kazuo Inamori, de 77 años, un reputado
empresario de creencias budistas y fundador de la corporación
Kyocera.
Para muchos, el desplome de la aerolínea más antigua del país del
Sol Naciente supone el fin de una era de la aviación en Asia. EFE