Ingrid Haack
Berlín, 4 nov (EFE).- La decisión de General Motors (GM) de no
vender Opel supone una doble bofetada para la canciller alemana,
Angela Merkel, pues, además de haberse involucrado personalmente en
la venta a Magna, recibió la noticia horas después de haber lanzado
un panegírico a la amistad germano-estadounidense en el Congreso.
El Gobierno alemán asegura que la noticia tomó por sorpresa a
todos, no sólo en Alemania sino también en otros países europeos con
plantas de Opel, y que la decisión causó "desilusión" por no decir
ira en Berlín.
Entre los medios que siguieron con atención el proceso de venta
resulta inexplicable tal sorpresa, pues en las últimas semanas ya
había habido indicios de que GM podría decantarse por la no venta de
su filial europea.
Hace dos semanas la prensa alemana empezó a filtrar informaciones
de GM en las que se apuntaba a que el nuevo consejo de
administración podía decantarse por esa opción en su reunión del
pasado 3 de noviembre.
El trasfondo de ese cambio de opinión lo constituía, además de
una mejora de la situación económica de GM durante los últimos
meses, el hecho de que en una carta de aclaración a la Comisión
Europea (CE), el Gobierno alemán constató que los avales de 4.500
millones de euros prometidos no estaban vinculados a un inversor
concreto.
La precisión fue necesaria porque la CE sospechaba que detrás de
la operación pudieran esconderse presiones políticas de Berlín a GM,
que había despreciado la oferta de Magna hasta que el pasado 9 de
septiembre cambió radicalmente de opinión.
Por entonces el Gobierno español manifestó abiertamente su
extrañeza por el giro de 180 grados que había tomado una
negociación, en la que el fondo inversor estadounidense Ripplewood
había figurado como el favorito.
La aclaración de Berlín a Bruselas pudo ser interpretada en la
central de Detroit (EEUU) como oferta válida también para GM, lo que
económicamente facilitaría la operación de mantener Opel.
De momento, el Gobierno de Berlín ha dejado claro que no sólo no
se plantea ayudar a GM con avales, sino que exige la devolución del
crédito puente de 1.500 millones de euros que vence el próximo 30 de
noviembre.
Para Berlín, GM no es merecedor de las ayudas por el simple hecho
de que sólo se habían ofrecido a los inversores que presentaran
ofertas de compra y no a la casa matriz.
No hay que olvidar, recordó hoy el portavoz del Gobierno, Ulrich
Wilhelm, que la operación, iniciada por la propia GM, se hizo a
condición de que las ayudas no fueran a parar a Detroit y se
utilizaran para el saneamiento de General Motors.
Por ese motivo se excluyó el negocio europeo del proceso de
insolvencia en EEUU, insistió.
Ahora empieza de nuevo el póquer entre Estados Unidos y Europa, y
mientras los sindicatos han rechazado aceptar el plan de viabilidad
original de GM, que contempla un recorte de gastos del 30 por
ciento, Detroit vuelve a amenazar indirectamente con la insolvencia.
Merkel, que en septiembre todavía celebró el preacuerdo entre GM
y Magna como un éxito personal, optó hoy por no pronunciarse en
público sobre la debacle.
Su portavoz anunció que en los próximos días probablemente hable
sobre el asunto con el presidente de Estados Unidos, Barack Obama,
con quien, según aseguró, "no trató" sobre el tema en la reunión que
mantuvo con él ayer en Washington.
La conversación difícilmente podrá cambiar el curso que ha tomado
ahora el asunto, pues, como subrayó hoy Wilhelm, Berlín cuenta con
que la decisión está tomada y General Motros esté en condiciones de
sufragar los gastos que se le vienen encima. EFE