Paco G.Paz
Pittsburgh (EEUU), 26 sep (EFE) - Los líderes del G-20 tienen
desde hoy ante sí el enorme reto de comenzar a implantar el nuevo
orden mundial que acordaron en la cumbre de Pittsburgh, pero con la
dificultad de no contar con detalles precisos ni capacidad de
presión de unos sobre los otros.
El G-20 es un grupo amplio que reúne a los países más
industrializados del planeta y varios emergentes, como China, Brasil
o la India, con intereses dispares, y que toma las decisiones por
consenso, no por mayoría.
Para muchos analistas, Pittsburgh ha sido un logro claro porque
se ha conseguido aprobar un programa de medidas amplias, que abarcan
desde las remuneraciones de la banca hasta los subsidios para los
combustibles fósiles o el sistema de voto en el Fondo Monetario
Internacional.
Hay medidas imaginativas, como el estudio de una tasa sobre las
transacciones financieras, similar a la "tasa Tobin", que en 1971
propuso el Nobel de Economía James Tobin para gravar el flujo de
capitales en el mundo, pero en este caso destinada a financiar el
rescate público de los bancos.
Esta es una de las medidas que mejor acogida ha tenido por las
organizaciones no gubernamentales, como Oxfam, que confía en que los
recursos obtenidos servirán además para ayudar a los más pobres y
los que más han sufrido el impacto de la crisis, según dijo a Efe
uno de sus representantes, Max Lawson.
Pero uno de los grandes logros de la cumbre de Pittsburgh es el
avance hacia esta nueva arquitectura de diplomacia suave calificada
como "nuevo orden mundial", donde los grandes cuentan tanto como los
pequeños, donde ya no se busca formar bloques de presión sino
alianzas globales, y donde existe un respeto hacia los distintos
sistemas políticos y de mercado.
Según dijo ayer la presidenta de Argentina, Cristina Fernández,
esta cumbre revela que el "nuevo orden mundial" no es un proyecto,
sino que ya se está conformando, a tenor de la influencia creciente
de los países emergentes.
"Después de la II Guerra Mundial los países en vías de desarrollo
eran considerados simplemente como proveedores de materia primas o
productos con escaso valor agregado. Pero esto comenzó a cambiar con
la aparición de nuevos actores que no solo agregan un alto valor
añadido a sus productos, sino también una mano de obra masiva",
dijo.
Pero para los más críticos, los acuerdos del G-20 parten con
grandes debilidades. El principal problema es que las medidas
aprobadas en la cumbre son propuestas a realizar en un plazo
determinado, sin muchos detalles de cómo llevarlas a cabo.
Uno de los más significativos es el compromiso para que los
países ricos cedan el 5 por ciento de su capacidad de voto a los
países emergentes que están infrarrepresentados en el FMI, una
propuesta ambiciosa que abrirá un duro proceso de negociación en los
próximos meses.
Otro punto importante son los límites a las remuneraciones
bancarias, aunque deberá ser cada país el que imponga las medidas a
su juicio, y de manera no inminente.
En materia energética, los países se comprometen a eliminar los
subsidios a los combustibles, pero no se marcan ninguna fecha
límite.
Otro talón de Aquiles dentro del G-20 es que no existe dentro del
grupo un órgano capaz de imponer presión para las reformas ni tirar
de las orejas a los países que no cumplan.
Según lo acordado en la cumbre, los miembros se reunirán
periódicamente para revisar los avances de sus compañeros y ver si
son necesarios hacer determinados ajustes, en tanto que los técnicos
del FMI ayudarán con los análisis económicos pertinentes.
El grupo tratará de promover sus reformas respaldado por su
autoridad moral, no por la capacidad de imponer sanciones a los que
incumplan con el programa, lo que le resta fuerza.
Según dijo al Wall Street Journal el profesor de la Universidad
de Maryland Peter Morici, "sin capacidad de sanciones, este acuerdo
no significa nada. Los países se limitarán a discutir los cambios y
a hacer declaraciones".
Sobre la mesa están los ejemplos de otras entidades, como la
Organización Internacional del Trabajo, que también se mueve por
consenso y que, según algunos críticos, peca de poco efectiva. EFE