Fernando Mexía
Los Ángeles (EEUU), 22 sep (EFE).- Las compañías tecnológicas se
preparan para la gran revolución web de la llamada computación en la
nube, un fenómeno que suena etéreo e inocuo pero que conlleva
peligros reales asociados al secretismo de los centros de datos.
La popularización de los dispositivos portátiles, cada vez más
pequeños, potentes y asequibles, y la universalización de internet
ha favorecido el florecimiento de servicios informáticos a los que
se accede por la red sin necesidad de instalar un software concreto
o de almacenar la información en un disco duro.
Ese ciberespacio, también llamado nube, no es nuevo y tiene como
abanderado al "e-mail" pero su potencial excede con creces a la mera
revisión de correspondencia virtual.
Actualmente ya existe multitud de software "on-line" creado por
entidades como Microsoft, Oracle o Google, aunque el "boom" de las
redes sociales y las aplicaciones, cada vez más integradas en la
vida cotidiana, dibuja un futuro halagüeño a esta nueva dimensión.
"Todos los aparatos se conectarán a la nube, cada uno para un uso
concreto", explicó Jamin Spitzer director de Estrategia en la Nube
de Microsoft en un reciente encuentro con periodistas
latinoamericanos.
"Una nevera podrá interactuar con su propietario a través de una
base de datos y avisarle al teléfono para que compre más leche
porque la que tiene se ha agriado", citó como ejemplo Spitzer.
Una de las grandes ventajas de operar en la nube es que el
usuario se puede olvidar por completo de mantenimiento,
actualizaciones, seguridad asociada a los programas y gana en
ubicuidad, sus archivos viajan con él donde quiera que vaya.
A cambio, el internauta debe confiar en que su información
privada, alojada en algún lugar que ignora, quedará protegida con
extrema cautela por una compañía que desconoce.
"Los datos no tienen fronteras", aseguró Spitzer para quien las
legislaciones relativas al almacenamiento de información tienen que
ponerse al día con el desarrollo tecnológico.
Los Estados, no obstante, ven con inquietud como la nube se hace
más grande y va absorbiendo contenidos más o menos confidenciales
que quedan depositados en centros de datos, muchos de ellos de
titularidad privada y cuyas actividades carecen de transparencia
para proteger la privacidad de sus clientes.
El problema es que, si bien internet no entiende de soberanías,
gobiernos como el de EEUU, donde se encuentran gran parte de esas
plantas de alojamiento de información y computación a distancia,
cuentan con leyes que, en nombre de la seguridad nacional, autorizan
a intervenir cualquier ordenador situado en su territorio.
Para atender a ese atractivo y, presumiblemente, lucrativo
negocio que derivará de esas tecnologías web, las grandes empresas
han puesto en marcha numerosos proyectos de construcción de nuevos
centros de datos.
Apple, Facebook o Yahoo! son algunas de las compañías que están
invirtiendo cientos de millones de dólares en ampliar su capacidad
para gestionar datos en la nube, un terreno en el que Microsoft y
Google llevan la delantera.
Tampoco se queda a la zaga la Administración de EEUU, que a
través de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA, en inglés) dio luz
verde en julio de 2009 a un proyecto de centro de datos valorado en
2.000 millones de dólares.
En Europa, destacan dos proyectos de una multinacional energética
y una constructora con un presupuesto que supera en conjunto los
3.000 millones de dólares para poner en marcha grandes centros de
datos en Escocia.
Al coste económico de esas grandes superficies informáticas,
motores de internet, hay que sumar el energético.
En 2010 el 3 por ciento de la energía consumida en EEUU
corresponderá a centros de datos y se prevé que el porcentaje se
duplique en cinco años, explicó Rico Malvar, científico jefe de
Microsoft Research. EFE