Paco G. Paz
Washington, 24 jun (EFE).- El eco unánime con el que el G20 pidió
la reforma mundial de los mercados se ha diluido desde la última
cumbre, pues pocos países la han abordado con profundidad e incluso
algunos de ellos han apuntado en direcciones contrarias.
El próximo sábado se inicia una nueva cumbre del G20, en Toronto
(Canadá), y sólo Estados Unidos acude a la cita con una ambiciosa
reforma financiera en marcha, la más importante de los últimos 70
años. El Gobierno de Barack Obama se ha comprometido a aprobarla
antes del 4 de julio.
Al otro lado del Atlántico, en Europa, las crisis de la deuda y
las diferencias entre los Gobiernos han impedido abordar de momento
una reforma conjunta, y la única iniciativa de importancia que ha
prosperado en algunos países es la de imponer una tasa sobre la
banca para financiar futuros rescates.
El mundo se encuentra hoy en una situación muy distinta a la de
septiembre pasado, cuando se celebró la cumbre de Pittsburg (EEUU).
Con el recuerdo todavía reciente de la rápida propagación de la
crisis, los líderes se comprometieron a abordar reformas homogéneas,
conscientes de que los mercados no tienen fronteras, .
Pero nueve meses después, y con los mercados ya recuperados, los
compromisos parecen haber quedado en el olvido, como lamentaba hace
unos días en Roma el jefe del Fondo Monetario Internacional (IMF),
Dominique Strauss-Kahn.
"Estoy un poco preocupado por la falta de impulso" en la reforma
del sector financiero, "dada la ingente tarea que tenemos por
delante", afirmó en una conferencia.
Hace meses, explicó, "los líderes estaban muy comprometidos con
hacer algo en el sector financiero, pero conforme la crisis ha
desaparecido, muchos de ellos han volcado sus preocupaciones en el
ámbito doméstico. Veo que la presión (para abordar la reforma
financiera) no es han fuerte como antes".
El problema no es solo la falta de ímpetu, dijo Strauss-Kahn,
sino las discrepancias entre unos y otros países.
Uno de los puntos de fricción es la tasa que se quiere imponer a
los bancos, una idea que apoyan Europa y Estados Unidos, pero a la
que se oponen con fuerza los países emergentes, Australia y Canadá,
país anfitrión de la cumbre.
De momento, Gran Bretaña, Francia, y Alemania han decidido crear
un impuesto que gravará a la bancos, iniciativa que, esperan, sea
respaldada por el G20 en la cumbre.
No obstante, los países emergentes y Canadá se oponen con el
argumento de que sus bancos no quebraron ni contribuyeron al pánico
del 2008, que amenazó con quebrar el sistema financiero mundial, y
por tanto no deben ser castigados.
EEUU apoya la idea, pero la imposición de un impuesto bancario ya
no es una de las prioridades de los legisladores, aunque siguen
negociando con la idea de gravar las actividades de Wall Street para
financiar los futuros rescates bancarios.
Para EEUU, uno de los ejes de la reforma financiera es regular
los mercados de derivados, que se expandieron sin control durante la
última década y al que muchos apuntan como origen de la crisis
financiera.
EEUU quiere obligar a los bancos a segregar sus negocios de
derivados en entidades independientes, para evitar que una posible
crisis arrastre a la entidad a la quiebra. Además, quiere crear un
mercado regulado donde negociar estos contratos.
En Europa, sin embargo, existe un menor apetito por entrar en
estas reformas y por obligar a los bancos a segregar sus negocios,
si bien podría plantear durante el verano alguna iniciativa para
obligar a las entidades a negociar los contratos a través de una
cámara de compensación.
Uno de los temas en los que sí hay coincidencia es en limitar las
excesivas bonificaciones de los banqueros, tal y como acordaron en
la cumbre de Pittsburgh, y en someter a un mayor control a las
agencias de calificación de riesgo.
Los dos temas aparecen en la reforma que maneja el Congreso de
EEUU, mientras que en Europa hay planes para ponerla en marcha a lo
largo del año.
También hay una coincidencia en la necesidad de aumentar los
requerimientos de capital para la banca, en un intento de que ganen
en solvencia y puedan sortear mejor la crisis.
No obstante, EEUU y Europa discrepan de nuevo en los plazos.
Mientras el primero planea ponerlo en marcha de inmediato, el 'viejo
continente' prefiere demorarlo ante el temor de que los bancos
restrinjan el crédito y pongan en peligro una recuperación económica
todavía incipiente. EFE