Mar Gonzalo
Nueva York, 12 sep (EFE).- Un año después de la estrepitosa
quiebra de Lehman Brothers, Wall Street afronta renqueante la salida
de la peor crisis financiera desde la Gran Depresión y jamás volverá
a ser la misma.
Desde aquel 15 de septiembre de 2008, 80 entidades financieras
estadounidenses han cerrado y otras 416 conforman la lista de bancos
en riesgo de quiebra de la Corporación Federal de Seguros de
Depósitos (FDIC), la cifra más alta en quince años.
"Todo esto es resultado de políticas erróneas y desregulación",
explicó a Efe el Premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz un año
después del derrumbe del cuarto mayor banco de inversión de EEUU.
Hace hoy un año, el mundo financiero contenía la respiración a la
espera de que las autoridades decidiesen sobre el futuro de Lehman,
que, como otras tantas, necesitaba desesperadamente capital.
"Fue una experiencia surrealista, mi peor sueño hecho realidad.
Lo que estaba pasando en los mercados financieros era por definición
casi imposible", resumía Michael Holland, propietario de la firma de
inversión del mismo nombre, en una entrevista telefónica.
Aunque ya se habían visto derrumbes espectaculares como el de
Bear Stearns o la intervención de Fannie Mae y Freddie Mac, la
noticia de que Lehman protagonizaba la mayor bancarrota de la
historia de EEEU cayó como el plomo sobre Wall Street.
Su onda expansiva acabó con la banca de inversión tal y como
entonces se conocía, cerró el mercado crediticio, y zarandeó todo el
sistema financiero internacional.
"Lehman tenía relaciones y acuerdos con empresas y gente de todo
el mundo. Su ausencia sumió al mundo entero en la incertidumbre.
Aquel septiembre la confianza en el sistema desapareció y todo dejó
de funcionar", añadía Holland.
Las financieras dejaron de prestar dinero e hicieron que los
créditos al consumo concedidos en 2008 por los cinco mayores bancos
del país cayeran un 80%, las hipotecas un 66% y los préstamos
empresariales un 20%, según la FDIC.
"Teníamos la sensación de que sería un desastre pero nadie
pensaba que se cerrarían los mercados como ocurrió", explicó esta
semana el consejero delegado de Morgan Stanley, John Mack, en CNBC.
Tras doce meses de rescates e inyecciones de capital, hoy el Dow
Jones de Industriales, el principal índice de Wall Street, debería
aún subir un 16% para llegar al nivel previo a la quiebra de Lehman.
Sólo el día en que se declaró en bancarrota, el Dow registró su
mayor descenso tras el 11-S y luego acumuló un descenso del 42%
hasta que en marzo inició la remontada.
"Literalmente, uno no sabía cuál sería la siguiente en caer",
recordó esta semana el economista de la Universidad de Nueva York
Mark Gertler, quien, como muchos otros, aún tiene muy presentes las
imágenes de empleados abandonando abatidos las oficinas de Lehman y
otras firmas de Manhattan.
Además de las miles de personas que quedaron sin trabajo a raíz
del colapso de Lehman, entre los perdedores destacan otros gigantes
como Morgan Stanley (que aún acumula un descenso en bolsa del 25%),
Citigroup (-75%), Bank of America (-48%) y AIG (-89%).
Sin embargo, en este año de desgracias financieras también ha
habido grandes ganadores, como JPMorgan, que se hizo con Bear
Stearns a 10 dólares la acción gracias a la intermediación del
Gobierno y ya vale más en bolsa que hace un año, o Goldman Sachs,
reconvertido en banco comercial y con un 10% de revalorización.
Un año después, aún se discute si fue acertada la decisión
-capitaneada por el entonces secretario del Tesoro y antes consejero
delegado de Goldman, Henry Paulson- de sacrificar a Lehman, pero el
tremendo esfuerzo público para evitar un "Lehman II" parece dar sus
frutos.
Para el analista de Moody's Mark Zandi, el derrumbe de Lehman
supone "un punto de inflexión para el sistema financiero
internacional y el conjunto de la economía", a partir del cual "se
tomarán muchos menos riesgos durante una o dos décadas y los
créditos serán más caros y difíciles de conseguir".
Los otrora voraces consumidores estadounidenses ahorran más ahora
y evitan endeudarse, los bancos acumulan reservas y los gobernantes
buscan un nuevo orden financiero internacional.
"No se debería consentir que una entidad financiera llegue a ser
demasiado grande como para no poder permitirnos que quiebre. Hay que
regular, es una de las lecciones más importantes de las aprendidas
con el desplome de Lehman", añadió Stiglitz. EFE