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Natalia Kidd
Buenos Aires, 19 nov (EFE).- Guillermo Moreno fue hasta hoy el más polémico de los funcionarios de los Gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández, con un estilo poco ortodoxo y falto de modales para "convencer" a los empresarios de que bajaran los precios.
La derrota del Gobierno en los comicios legislativos del pasado octubre precipitó la caída de Moreno, con cuya salida Fernández se saca de encima un duro lastre que durante estos últimos años colaboró en la caída de la imagen positiva de la mandataria.
Moreno llegó a mediados de 2006 a la Secretaría de Comercio Interior, un puesto de segunda línea y teórico perfil técnico, pero este economista le dio a su gestión tanta exposición que pronto les hizo sombra a los sucesivos ministros de Economía que desde entonces tuvo el país.
Llegó para combatir la inflación, de ritmo creciente en Argentina luego de que el país se recuperara de la crisis de 2001-2002.
Pero el "paladín de los precios", como empezó a ser conocido popularmente, utilizó métodos poco ortodoxos y amables, según varios empresarios encumbrados que recibieron sus peculiares e inesperados llamados y visitas.
En la prensa local abundaron en estos años los relatos "en reserva" de altos ejecutivos horrorizados por el lenguaje soez del funcionario y el supuesto recurso de la intimidación para obligarlos a firmar acuerdos de estabilidad de precios.
"Es más bueno que Lassie; ladra, pero no muerde", dijo alguna vez el fallecido expresidente Néstor Kirchner (2003-2007).
Moreno, quien presentó hoy su renuncia y de inmediato fue designado por Fernández como agregado económico en la embajada argentina en Italia, se consiguió una foto del afamado can, escribió encima la definición de su exjefe y la colocó en un portarretratos en su despacho.
Pese a los acuerdos de estabilidad de precios, la inflación continuaba en alza y Moreno decidió a inicios de 2007 intervenir el estatal Instituto Nacional de Estadística y Censos.
Desde entonces, los índices oficiales de precios comenzaron a mostrar números que economistas y empleados del organismo tacharon de fantasiosos.
La ruptura del termómetro de la inflación generó una fuerte polémica en Argentina y, pese a ser investigado por la Justicia, Moreno se mantuvo impávido.
Por el contrario, multó y denunció ante la Justicia a las consultoras privadas que osaron difundir sus propios datos de inflación.
En diciembre de 2007, Cristina Fernández sucedió a su esposo en la Presidencia y no dudó en mantener a Moreno como secretario de Comercio Interior.
En los prolegómenos del conflicto agropecuario, en marzo de 2008 empresarios del sector frigorífico denunciaron al funcionario por intimidación en el marco de los intentos del Gobierno por alcanzar un acuerdo para frenar los precios de las carnes.
Los productores lecheros también denunciaron malos tratos de parte de "el Nariz", como apodan sus allegados a Moreno, un viejo militante del gobernante peronismo.
En círculos políticos aún se recuerda cuando Moreno, en un acto público, le hizo por esos días un gesto singular al entonces ministro de Economía Martín Lousteau: una mano en el cuello, como quien advierte que le pasará a degüello...
Poco después, Lousteau dejaba de ser ministro de Economía.
El controvertido funcionario también regulaba las importaciones, poniendo límites a la concesión de permisos para ingresar bienes a Argentina, y las exportaciones de productos básicos, como la harina, estableciendo cupos para privilegiar el mercado doméstico.
Tras siete años de sus métodos heterodoxos, la política antiinflacionaria es un fracaso: en octubre pasado los precios registraron una subida interanual del 10,5 %, de acuerdo a los datos oficiales, pero según consultores privados la inflación "real" acumulada en los últimos 12 meses es del 25,9 %. EFE
Natalia Kidd
Buenos Aires, 19 nov (EFE).- Guillermo Moreno fue hasta hoy el más polémico de los funcionarios de los Gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández, con un estilo poco ortodoxo y falto de modales para "convencer" a los empresarios de que bajaran los precios.
La derrota del Gobierno en los comicios legislativos del pasado octubre precipitó la caída de Moreno, con cuya salida Fernández se saca de encima un duro lastre que durante estos últimos años colaboró en la caída de la imagen positiva de la mandataria.
Moreno llegó a mediados de 2006 a la Secretaría de Comercio Interior, un puesto de segunda línea y teórico perfil técnico, pero este economista le dio a su gestión tanta exposición que pronto les hizo sombra a los sucesivos ministros de Economía que desde entonces tuvo el país.
Llegó para combatir la inflación, de ritmo creciente en Argentina luego de que el país se recuperara de la crisis de 2001-2002.
Pero el "paladín de los precios", como empezó a ser conocido popularmente, utilizó métodos poco ortodoxos y amables, según varios empresarios encumbrados que recibieron sus peculiares e inesperados llamados y visitas.
En la prensa local abundaron en estos años los relatos "en reserva" de altos ejecutivos horrorizados por el lenguaje soez del funcionario y el supuesto recurso de la intimidación para obligarlos a firmar acuerdos de estabilidad de precios.
"Es más bueno que Lassie; ladra, pero no muerde", dijo alguna vez el fallecido expresidente Néstor Kirchner (2003-2007).
Moreno, quien presentó hoy su renuncia y de inmediato fue designado por Fernández como agregado económico en la embajada argentina en Italia, se consiguió una foto del afamado can, escribió encima la definición de su exjefe y la colocó en un portarretratos en su despacho.
Pese a los acuerdos de estabilidad de precios, la inflación continuaba en alza y Moreno decidió a inicios de 2007 intervenir el estatal Instituto Nacional de Estadística y Censos.
Desde entonces, los índices oficiales de precios comenzaron a mostrar números que economistas y empleados del organismo tacharon de fantasiosos.
La ruptura del termómetro de la inflación generó una fuerte polémica en Argentina y, pese a ser investigado por la Justicia, Moreno se mantuvo impávido.
Por el contrario, multó y denunció ante la Justicia a las consultoras privadas que osaron difundir sus propios datos de inflación.
En diciembre de 2007, Cristina Fernández sucedió a su esposo en la Presidencia y no dudó en mantener a Moreno como secretario de Comercio Interior.
En los prolegómenos del conflicto agropecuario, en marzo de 2008 empresarios del sector frigorífico denunciaron al funcionario por intimidación en el marco de los intentos del Gobierno por alcanzar un acuerdo para frenar los precios de las carnes.
Los productores lecheros también denunciaron malos tratos de parte de "el Nariz", como apodan sus allegados a Moreno, un viejo militante del gobernante peronismo.
En círculos políticos aún se recuerda cuando Moreno, en un acto público, le hizo por esos días un gesto singular al entonces ministro de Economía Martín Lousteau: una mano en el cuello, como quien advierte que le pasará a degüello...
Poco después, Lousteau dejaba de ser ministro de Economía.
El controvertido funcionario también regulaba las importaciones, poniendo límites a la concesión de permisos para ingresar bienes a Argentina, y las exportaciones de productos básicos, como la harina, estableciendo cupos para privilegiar el mercado doméstico.
Tras siete años de sus métodos heterodoxos, la política antiinflacionaria es un fracaso: en octubre pasado los precios registraron una subida interanual del 10,5 %, de acuerdo a los datos oficiales, pero según consultores privados la inflación "real" acumulada en los últimos 12 meses es del 25,9 %. EFE