OSWIECIM, Polonia, (Reuters) - Bogumila recuerda haber visto cuando era niña en el pueblo polaco de Oswiecim cómo prisioneros eran golpeados por guardias nazis, y se acuerda de observar, junto a su madre, el distante resplandor del crematorio del campo de concentración de Auschwitz.
"Todos se sentaban en silencio en sus casas, con las ventanas lo más cerradas posible", recordó.
El 70 aniversario de la liberación de Auschwitz, al que acudirán líderes mundiales y supervivientes, genera dolorosas preguntas para los residentes de Oswiecim donde los nazis crearon una de las máquinas de exterminio más despiadadas de la historia, que le costó la vida a 1,5 millones de personas.
¿Cómo sus padres pudieron seguir con su vida diaria mientras sucedía semejante atrocidad apenas al otro lado del alambrado? ¿Cuánto sabían de lo que ocurría?
"Por supuesto que la gente sabía lo que pasaba", dice Bogumila, quien vivió su infancia bajo la ocupación nazi.
El exterminio masivo de prisioneros y la incineración de miles de cuerpos, dijo, no era un secreto. Algunos describen haber tenido que sobrevivir con el olor a cuerpos quemados en Auschwitz, pero quedarse callados era esencial para sobrevivir.
"De vez en cuando, con mi madre caminábamos hacia el campo y veíamos el resplandor en el horizonte", dijo.
Pero durante la guerra, la supervivencia era lo prioritario en la mente de la mayoría de la población de la localidad. La ocupación era brutal.
Aunque algunos residentes locales recuerdan a pobladores escondiendo a judíos en sus casas, otros hablan de judíos entregados a los nazis por sus vecinos.
"La mayoría de ellos no hizo nada, porque estaban asustados", dijo Bogumila.
Bogumila fue una de las cuatro mujeres, reunidas en un café en Oswiecim este mes, que compartieron los recuerdos de su infancia en el pueblo en esa época y de lo que sus padres les dijeron al respecto.
Las mujeres se negaron a dar sus apellidos, temiendo que al hablar públicamente pudieran enfadar a otras personas del pueblo que prefieren no recordar su pasado durante la guerra.
Entre 1940 y 1945, Auschwitz desarrolló un amplio complejo de barracas, talleres, cámaras de gas y crematorios.
PROTECCIÓN, TRAICIÓN
Pese a que existían leyes estrictas contra quienes ayudaran a judíos en los territorios ocupados por la Alemania nazi, algunos polacos igualmente arriesgaron su vida para intentar ayudar.
En la actualidad, Polonia tiene el mayor número de personas a quienes se les concedió el título de Justos Entre las Naciones por parte del instituto israelí de investigación del Holocausto Yad Vashem por haber ayudado a otros. Fueron reconocidos 6.454 polacos por sus esfuerzos para salvar judíos.
"Mi tía escondió a una niña judía en su casa en Oswiecim durante la guerra", dijo Wanda, una peluquera retirada.
Pero debido a que los judíos representaban un 10 por ciento de la población antes de la guerra, el antisemitismo estaba extendido entre los polacos.
La niña judía a la que la tía de Wanda intentaba proteger fue capturada y asesinada después de que dos jóvenes polacas la vieran y la denunciaran a soldados alemanes, dijo la mujer.
Algunos también intentaron beneficiarse económicamente de la situación, ya fuera vendiendo información a los alemanes o chantajeando a los judíos escondidos. Esto estaba castigado con la muerte en la clandestinidad polaca.
Algunos polacos también se beneficiaron de la muerte de sus compatriotas judíos al adquirir sus propiedades. Joanna, una contadora jubilada que nació poco después de la guerra, creció escuchando cuentos de personas cavando alrededor de los campos después de 1945 en busca de oro.
"Sabemos de personas que se enriquecieron, que hicieron el dinero que tienen hoy con eso", dijo Ewa, una polaca de ascendencia judía, quien tenía dos años cuando la guerra terminó.
Nacida en Oswiecim de madre judía y padre polaco, decidió quedarse en su pueblo natal después de la guerra. Actualmente, dice que uno de los pocos judíos que quedan en la localidad.
"A mamá la retuvieron en el campo durante tres meses", dijo Ewa. "Fue sacada de contrabando por dinero, escondida bajo un carro lleno de frijoles", contó.
"Sobrevivió gracias a un Volksdeutcher, al que le pagó mi padre", dijo, refiriéndose a un grupo de personas consideradas étnicamente alemanas por el Tercer Reich.
"Él trabajaba muy de cerca con los alemanes, así que venía y le decía a mi padre: hazla desaparecer durante dos semanas. ¿A cuántos envió al campo? Eso no lo sé. Pero sé que ayudó a mi madre. ¿Que lo hizo por dinero? Mala suerte. En ese momento eso era algo que tenías que pagar", agregó.
Siete décadas después, Oswiecim está intentando dejar atrás su funesto pasado. Un enorme cartel con la leyenda "Ciudad de Paz" se alza al lado de la principal estación de trenes del pueblo, que en el pasado vio cientos de miles de personas transportadas en vagones de ganado hacia las cámaras de gas del campo.
Los residentes de Oswiecim también están intentando seguir adelante.
"Inconscientemente, todo aquello aún está conmigo", dijo Ewa. "Pero nunca hablo de ello. Mejor es pasar un velo de silencio sobre eso", agregó.