Por Jeremy Wagstaff
(Reuters) - Los drones, o vehículos aéreos no tripulados (UAV por sus siglas inglesas), son un tema candente en Silicon Valley, pero los titubeos del gobierno de Estados Unidos acerca de su regulación ha dado a las empresas extranjeras una ventaja inicial a la hora de averiguar la mejor manera de explotarlos.
La inversión mundial en drones podría rondar los 100.000 millones en la próxima década, con su uso comercial -desde la agricultura y el cine, a tuberías y envío de paquetes- representando una octava parte de ese mercado, según BI Inteligence.
Sin embargo, durante años la FAA, la principal autoridad responsable de la regulación de la aviación en Estados Unidos, ha estado lenta y hasta el mes pasado no publicó el borrador con las normas sobre dónde, cómo y quién puede volar drones.
ACEITE DE PALMA Y PERROS CALLEJEROS
Pero el verdadero trabajo, según dicen en el sector, está en la construcción del ecosistema para el dron: la carga, el software, el operador y el usuario final, y que los datos tengan sentido. Eso sólo puede lograrse mediante la conexión con los potenciales clientes.
"Mientras no tengas un usuario final porque no pueden usarlo, básicamente te estás perdiendo una buena parte del ecosistema", dice Thevoz.
En Singapur, Garuda Robotics ya está yendo más allá de ser un operador de aviones no tripulados. "Los drones son un medio para obtener datos desde el cielo", dice su cofundador y consejero delegado Mark Yon. "Pero si no puedes procesarlo entonces no creas ningún valor para el cliente."
Mientras la compañía ha estado ayudando a cartografiar los límites de plantaciones de aceite de palma en Malasia, ha incorporado la posibilidad de calibrar las cámaras de los drones para medir los niveles de humedad en árboles individuales. Ahora está trabajando con ingenieros agrónomos para encontrar cómo dar sentido a esos datos para valorar la salud de los árboles y su posible rendimiento.
Otros proyectos incluyen el montaje en tiempo real de mapas tridimensionales de obras de construcción para ayudar a los programas de construcción, el control y la reducción de la proliferación de algas, o vigilar jaurías de perros callejeros a través de cámaras infrarrojas.
Todo esto sería difícil, si no imposible, con una regulación de la FAA que limita el vuelo de un dron si no está al alcance de la vista del operador, o por la noche.
Aunque por lo general la regulación va normalmente por detrás de la tecnología, nadie apuesta en contra de que Silicon Valley domine esta industria en el largo plazo. El año pasado, más de 100 millones de dólares fueron a parar a empresas de nueva creación de Estados Unidos en este ámbito, según CB Insights, el doble que en 2013.
"Que no nos engañemos", dijo Philip Von Meyenburg, que dirige una empresa que opera aviones no tripulados de Singapur. "En Estados Unidos, saben lo que se están haciendo".
Y China, también, participa en el juego ante la rápida caída de los precios del hardware. La china DJI vende aviones dirigidos al consumo por 500 dólares, lo que complica que las empresas que producen a menor volumen justifiquen sus precios más altos.
"El desafío para todos los fabricantes de aviones no tripulados ahora es que estamos en un mercado que está en constante evolución", dijo Thévoz de Flyability.