Por Noah Browning
RAHAT, Israel (Reuters) - La importante minoría árabe de Israel cerró tiendas y escuelas el martes, desde la norteña Galilea al desierto sureño del Neguev, como parte de una huelga de un día en protesta por la muerte de dos hombres árabes en incidentes en que participaron policías israelíes.
Sami al-Jaar, de 20 años, murió a causa de los disparos de los agentes durante una operación antidrogas que provocó protestas el jueves en la localidad sureña de Rahat.
La policía no ha explicado por qué fue abatido Jaar, que estaba desarmado, aparte de asegurar que participó en "disturbios".
"La policía estaba en peligro y abrió fuego", dijo el portavoz policial Micky Rosenfeld.
Sami Zayadna, de 45 años, murió en el funeral de Jaar el domingo, cuando la policía disparó gases lacrimógenos y balines de goma contra miles de irritados asistentes.
Los residentes dijeron que Zayadna murió por inhalación de gas y lo declararon un mártir. La policía afirma que sufrió un ataque al corazón.
La tensión entre la policía israelí y la comunidad árabe, que con 1,7 millones de personas conforma el 20 por ciento de la población, está en aumento desde que un joven de 22 años fuese abatido a tiros el pasado noviembre en Galilea tras golpear la ventana de un vehículo policial.
La huelga del martes es un hecho relativamente raro y representa una muestra de unidad entre la población árabe, que suele quejarse de discriminación.
Los tres principales partidos árabes de Israel, divididos en el pasado, planean presentar una lista conjunta en las elecciones del 17 de marzo. Sin embargo, pese a la coordinación, los sondeos indican que apenas obtendrán 11 de los 120 escaños del parlamento israelí, como en el pasado.
La policía niega un uso excesivo de la fuerza y destaca la diversidad de la sociedad israelí, donde el árabe es un idioma oficial y hay un miembro de esta comunidad en el Tribunal Supremo.
Pese a eso, los índices de pobreza y desempleo entre la población árabe son mucho mayores que la media israelí.
(Información adicional de Ali Sawafta y Maayan Lubell; Traducido por la Mesa de Santiago de Chile; Editado por Gabriel Sánchez en Madrid)