9 feb (Reuters) - Los manifestantes que se oponen al golpe de Estado militar en Myanmar desafiaron el martes las prohibiciones de las grandes concentraciones para prolongar las mayores protestas en el país en más de una década, entonando cánticos y enfrentándose a la policía, que disparó cañones de agua y detuvo a más de dos decenas de personas.
El golpe de Estado del 1 de febrero y la detención de la dirigente civil elegida en las urnas, Aung San Suu Kyi, han provocado cuatro días consecutivos de protestas en el país del sudeste asiático y un creciente movimiento de desobediencia civil que afecta a hospitales, escuelas y oficinas de la Administración.
La policía de Myanmar disparó por segundo día consecutivo cañones de agua contra manifestantes pacíficos en la capital del país, Naipyidó, mientras la multitud se negaba a dispersarse, según muestra un vídeo publicado en Facebook (NASDAQ:FB). Un vídeo grabado en Bago, al noreste del centro comercial de Rangún, también mostraba a la policía disparando cañones de agua y enfrentándose a una gran multitud.
La policía detuvo al menos a 27 manifestantes en la segunda ciudad más importante del país, Mandalay, entre ellos un periodista, según los medios de comunicación locales.
Los disturbios han despertado el recuerdo de casi medio siglo de gobierno militar que duró hasta 2015.
"El golpe de Estado siempre nos viene a la cabeza, cada vez que comemos, trabajamos e incluso durante el tiempo de descanso", dijo Khin Min Soe, residente en Rangún. "Estamos muy decepcionados y muy tristes cada vez que pensamos en por qué nos ha vuelto a pasar esto".
Las promesas de celebrar finalmente unas nuevas elecciones del líder de la junta, Min Aung Hlaing, en su primer discurso desde que tomó el poder, suscitaron críticas. El dirigente repitió las acusaciones no probadas de fraude en las elecciones de noviembre pasado, ganadas por la Liga Nacional para la Democracia (LND) de Suu Kyi de forma aplastante.
"Seguiremos luchando", dijo en una declaración el activista juvenil Maung Saungkha, pidiendo la liberación de los presos políticos y el "colapso completo de la dictadura".
Los activistas también reclaman la abolición de la constitución que otorga al ejército el derecho de veto en el parlamento y la instauración de un sistema federal en Myanmar (la antigua Birmania), un país dividido étnicamente.
Una antigua generación de activistas, formada durante las protestas reprimidas de forma sangrienta de 1988, pidió la continuación de la huelga de los trabajadores de la Administración durante otras tres semanas.
El movimiento de desobediencia civil, liderado por los trabajadores de los hospitales, ha dado lugar a un descenso de las pruebas de coronavirus, según las cifras oficiales.
Myanmar ha sufrido uno de los peores brotes de coronavirus del sudeste asiático, con un total de 31.177 muertes y más de 141.000 casos, de una población de 53 millones de personas.
PROMESA ELECTORAL
Después de que decenas de miles de personas salieran a la calle en todo Myanmar en los últimos días, se impusieron órdenes locales que prohibían las reuniones de más de cuatro personas. La embajada de Estados Unidos dijo que había recibido información sobre un toque de queda de 8 de la tarde a 4 de la mañana, hora local, en las dos ciudades más grandes, Yangon y Mandalay.
Las autoridades no hicieron más comentarios sobre las medidas para detener a los manifestantes.
En su primer discurso televisado como líder de la junta, Min Aung Hlaing dijo el lunes que la junta constituiría una "democracia verdadera y disciplinada", diferente a las anteriores épocas de Gobierno militar que dejaron a Myanmar en el aislamiento y la pobreza.
"Tendremos unas elecciones multipartidistas y otorgaremos el poder a quien gane en esas elecciones, según las reglas democráticas", dijo. La comisión electoral había desestimado sus acusaciones de fraude en los comicios del año pasado.
Min Aung Hlaing no dio ningún plazo, pero la junta ha dicho que el estado de emergencia durará un año.
(Información del personal de Reuters; escrito por Matthew Tostevin y Lincoln Feast; editado por Richard Pullin; traducido por Tomás Cobos)