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Occidentales se unen a milicias cristianas de Irak para combatir al Estado Islámico

Publicado 15.02.2015, 16:52
© Reuters. Occidentales se unen a milicias cristianas de Irak para combatir al Estado Islámico

Por Isabel Coles

DUHOK, Iraq (Reuters) - En la espalda de Brett se puede ver un tatuaje de San Miguel, arcángel de la batalla, y en su cabeza la lucha contra el Estado Islámico se representa como una guerra bíblica entre el bien y el mal.

Esa es la razón por la que este veterano del Ejército estadounidense de 28 años se ha unido a una milicia cristiana en Irak, con la misma y desgastada Biblia de bolsillo que llevaba cuando estaba destinado en ese mismo país en 2006, una estampa de la virgen María entre sus páginas y sus versos favoritos subrayados.

"Es muy diferente", dice, cuando se le pide que compare las dos experiencias. "Ahora estoy luchando por un pueblo y una fe, y el enemigo es mucho mayor y mucho más brutal", dice.

Miles de extranjeros han viajado a Irak y Siria en los dos últimos años, en su mayor parte para unirse a las filas de los extremistas islamistas, pero algunos occidentales idealistas, frustrados porque consideran que sus Gobiernos no hacen más por combatir a los islamistas radicales o evitar que sufran inocentes, también se han unido a la batalla.

La milicia a la que se han sumado se llama Dwekh Nawsha, que significa autosacrificio en arameo, la lengua antigua que hablaba Cristo y que aún utilizan los cristiano asirios, que se consideran a sí mismos el pueblo indígena de Irak.

En el mapa que cuelga en la pared de la oficina del partido político asirio afiliado con Dwekh Nawsha se ven marcadas las localidades cristianas del norte de Irak, alrededor de Mosul.

La mayoría de ellas están ahora bajo el control del Estado Islámico, que tomó Mosul el verano pasado y que lanzó un ultimátum a los cristianos: pagad impuestos, convertíos al islam o morid a cuchillo. La mayoría huyeron.

Dwekh Nawsha opera junto a las fuerzas kurdas peshmerga para proteger las localidades cristianas en la línea del frente de la provincia de Nínive.

"Estas son algunas de las pocas ciudades de Nínive en donde las campanas de las iglesias todavía se pueden escuchar. En muchas otras ciudades las campanas se han silenciado, y eso es inaceptable", dice Brett, que lleva escrito en árabe "El rey de Nínive" en su uniforme.

Brett, quien igual que el resto de voluntarios extranjeros oculta su verdadero apellido para mantener a salvo a su familia, es el único que ha entrado en combate hasta el momento.

El resto, que llegaron la semana pasada, fueron apartados de la línea del frente el viernes por los servicios de seguridad kurdos, que consideran que necesitan una autorización oficial.

"DETENER LAS ATROCIDADES"

Tim abandonó su negocio en la construcción en Reino Unido el año pasado, vendió su casa y compró dos billetes de avión para Irak: uno para él y otro para un ingeniero informático estadounidense de 44 años que conoció en internet.

Ambos se reunieron en el aeropuerto de Dubái, volaron a la ciudad kurda de Suleimaniyah y tomaron un taxi hasta Duhok, a donde llegaron la semana pasada.

"Estoy aquí para marcar la diferencia y, con suerte, para detener algunas atrocidades", dice Tim, de 38 años, y que previamente trabajó como funcionario de prisiones. "En realidad soy un inglés normal y corriente".

Su compañero, Scott, sirvió al Ejército estadounidense en la década de los noventa, pero desde entonces ha pasado la mayor parte de su vida frente a una pantalla de ordenador en Carolina del Norte.

Quedó hipnotizado ante las imágenes de los insurgentes del Estado Islámico acosando a la minoría yazidí iraquí y se obsesionó con la batalla por la ciudad fronteriza de Kobani, el objetivo de la implacable campaña de los yihadistas, que fue frenada por la milicia kurda YPG, ligeramente armada y apoyada por los ataques aéreos de Estados Unidos.

Scott había planeado unirse a la YPG, que ya tiene una buena horda de reclutas extranjeros, pero cambió de opinión cuatro días antes de dirigirse a Oriente Próximo, después de que aumentaran las sospechas de una posible relación del grupo con el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK).

Él y el resto de voluntarios se preocuparon por la posibilidad de que, después de la batalla, no les permitieran volver a sus países ya que tanto Estados Unidos como Europa consideran al PKK una organización terrorista. Además, tampoco les gustaba la ideología de izquierdas del grupo.

La única mujer extranjera entre las filas del Dwekh Nawsha dice que se inspiró en el papel de una mujer del YPG, pero que se identificaba más con los valores "tradicionales" de la milicia cristiana.

Con una gorra de béisbol sobre un pasamontañas, dice que el islam radical es la raíz de la mayor parte de los conflictos y que hay que contenerlo.

Todos los voluntarios dicen que están preparados para quedarse en Irak de forma indefinida.

"Todo el mundo muere", dice Brett, cuando se le preg

Por Isabel Coles

DUHOK, Iraq (Reuters) - En la espalda de Brett se puede ver un tatuaje de San Miguel, arcángel de la batalla, y en su cabeza la lucha contra el Estado Islámico se representa como una guerra bíblica entre el bien y el mal.

Esa es la razón por la que este veterano del Ejército estadounidense de 28 años se ha unido a una milicia cristiana en Irak, con la misma y desgastada Biblia de bolsillo que llevaba cuando estaba destinado en ese mismo país en 2006, una estampa de la virgen María entre sus páginas y sus versos favoritos subrayados.

"Es muy diferente", dice, cuando se le pide que compare las dos experiencias. "Ahora estoy luchando por un pueblo y una fe, y el enemigo es mucho mayor y mucho más brutal", dice.

Miles de extranjeros han viajado a Irak y Siria en los dos últimos años, en su mayor parte para unirse a las filas de los extremistas islamistas, pero algunos occidentales idealistas, frustrados porque consideran que sus Gobiernos no hacen más por combatir a los islamistas radicales o evitar que sufran inocentes, también se han unido a la batalla.

La milicia a la que se han sumado se llama Dwekh Nawsha, que significa autosacrificio en arameo, la lengua antigua que hablaba Cristo y que aún utilizan los cristiano asirios, que se consideran a sí mismos el pueblo indígena de Irak.

En el mapa que cuelga en la pared de la oficina del partido político asirio afiliado con Dwekh Nawsha se ven marcadas las localidades cristianas del norte de Irak, alrededor de Mosul.

La mayoría de ellas están ahora bajo el control del Estado Islámico, que tomó Mosul el verano pasado y que lanzó un ultimátum a los cristianos: pagad impuestos, convertíos al islam o morid a cuchillo. La mayoría huyeron.

Dwekh Nawsha opera junto a las fuerzas kurdas peshmerga para proteger las localidades cristianas en la línea del frente de la provincia de Nínive.

"Estas son algunas de las pocas ciudades de Nínive en donde las campanas de las iglesias todavía se pueden escuchar. En muchas otras ciudades las campanas se han silenciado, y eso es inaceptable", dice Brett, que lleva escrito en árabe "El rey de Nínive" en su uniforme.

Brett, quien igual que el resto de voluntarios extranjeros oculta su verdadero apellido para mantener a salvo a su familia, es el único que ha entrado en combate hasta el momento.

El resto, que llegaron la semana pasada, fueron apartados de la línea del frente el viernes por los servicios de seguridad kurdos, que consideran que necesitan una autorización oficial.

"DETENER LAS ATROCIDADES"

Tim abandonó su negocio en la construcción en Reino Unido el año pasado, vendió su casa y compró dos billetes de avión para Irak: uno para él y otro para un ingeniero informático estadounidense de 44 años que conoció en internet.

Ambos se reunieron en el aeropuerto de Dubái, volaron a la ciudad kurda de Suleimaniyah y tomaron un taxi hasta Duhok, a donde llegaron la semana pasada.

"Estoy aquí para marcar la diferencia y, con suerte, para detener algunas atrocidades", dice Tim, de 38 años, y que previamente trabajó como funcionario de prisiones. "En realidad soy un inglés normal y corriente".

Su compañero, Scott, sirvió al Ejército estadounidense en la década de los noventa, pero desde entonces ha pasado la mayor parte de su vida frente a una pantalla de ordenador en Carolina del Norte.

Quedó hipnotizado ante las imágenes de los insurgentes del Estado Islámico acosando a la minoría yazidí iraquí y se obsesionó con la batalla por la ciudad fronteriza de Kobani, el objetivo de la implacable campaña de los yihadistas, que fue frenada por la milicia kurda YPG, ligeramente armada y apoyada por los ataques aéreos de Estados Unidos.

Scott había planeado unirse a la YPG, que ya tiene una buena horda de reclutas extranjeros, pero cambió de opinión cuatro días antes de dirigirse a Oriente Próximo, después de que aumentaran las sospechas de una posible relación del grupo con el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK).

Él y el resto de voluntarios se preocuparon por la posibilidad de que, después de la batalla, no les permitieran volver a sus países ya que tanto Estados Unidos como Europa consideran al PKK una organización terrorista. Además, tampoco les gustaba la ideología de izquierdas del grupo.

La única mujer extranjera entre las filas del Dwekh Nawsha dice que se inspiró en el papel de una mujer del YPG, pero que se identificaba más con los valores "tradicionales" de la milicia cristiana.

© Reuters. Occidentales se unen a milicias cristianas de Irak para combatir al Estado Islámico

Con una gorra de béisbol sobre un pasamontañas, dice que el islam radical es la raíz de la mayor parte de los conflictos y que hay que contenerlo.

Todos los voluntarios dicen que están preparados para quedarse en Irak de forma indefinida.

"Todo el mundo muere", dice Brett, cuando se le pregunta acerca de la posibilidad de que lo maten. "Uno de mis versos favoritos de la Biblia dice: Sé fiel hasta la muerte, y te daré la corona de la vida".

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