Por Celia Mebroukine
PARÍS (Reuters) - Najah al-Bukai dibuja con bolígrafo en blanco y negro personajes que parecen destruidos, abandonados ante el sufrimiento y la desesperanza debido a la tortura que el artista sirio exiliado dice que sufrió y presenció estando preso dos veces en cárceles del gobierno.
Un dibujo muestra a un grupo de hombres semidesnudos siendo golpeados. Otro representa a un hombre recostado sobre su espalda con los pies sobre su cabeza, atado entre dos pesadas tablas de madera.
"Éramos unas 190 a 220 personas en esa habitación que tenía 16 metros de largo y tres de ancho. Aquí es donde se hacían las sesiones de interrogatorio, donde los torturadores usaban diferentes técnicas", dijo Bukai, que ahora vive en Francia.
"Pero lo peor fue cargar cadáveres. Un día tuvimos que cargar tres cadáveres, mientras que otro tuvimos cargar 13. Eran prisioneros que murieron torturados durante los interrogatorios o por enfermedades debido a las deplorables condiciones higiénicas", agregó.
Altos cargos del gobierno sirio han negado acusaciones pasadas de tortura sistemática durante la guerra de siete años en el país y también rechazan las denuncias de ejecuciones masivas en las prisiones.
Pero después de años de silencio gubernamental sobre el destino de decenas de miles de personas, que según grupos de derechos humanos han desaparecido durante el conflicto, las autoridades comenzaron a actualizar los registros para registrar cientos de estas muertes.
"Siento que es mi deber continuar la revolución", dijo Bukai en su casa en un suburbio de París, cuyo nombre prefiere no dar por razones de seguridad.
"Si dejo de dibujar sobre este tema, significa que me he rendido y que le digo a (el presidente sirio) Bashar al-Assad: 'Sí, ganaste la guerra contra nosotros'", agregó.
Bukai dijo que estuvo detenido durante 11 años en 2011, en el campo número 227 cerca de Damasco, la capital siria. Fue arrestado por ayudar a organizar una protesta contra Assad.
En 2014, fue arrestado de nuevo en la frontera sirio-libanesa al intentar dejar el país tras esconderse durante dos años en casa de su familia política.
Hace dos años y medio, Bukai volvió junto a su esposa y su hija de 16 años a Francia, donde vivió como estudiante de arte a principios de la década de 1990.
Dice que el arte es una terapia para él. Perseguido por sus experiencias, no ha podido dibujar otra cosa durante años.
"Cada vez que intento cambiar de tema y encuentro otro camino en mis dibujos, una salida, una ventana, termino volviendo a lo mismo", concluyó.
(Escrito por Ingrid Melander; Editado en español por Lucila Sigal)