Por Mitch Phillips
LONDRES (Reuters) - Un año de constantes reveses, de corrupción, encubrimientos, sanciones, apelaciones y dopaje, dopaje, dopaje, ha desgarrado el corazón y el alma del atletismo, un deporte al que le gusta considerarse como el alma y el corazón de los Juegos Olímpicos.
No hay una nube de dopaje rondando sobre la pista de atletismo de los Juegos de Río de Janeiro, hay una densa y tóxica niebla que engulló cada rincón y dejó al deporte tambaleándose al borde del abismo.
El jamaiquino Usain Bolt probablemente acapare la atención mundial cuando intente su increíble triplete, el británico Mo Farah será elogiado si consigue ser el segundo hombre en lograr los dos títulos en distancia por segunda vez, mientras que la neozelandesa Valerie Adams reafirmará su estatus como una de las mejores en lanzamiento de peso de todos los tiempos si se hace con la prueba por tercera vez consecutiva.
Pero esas pruebas, al igual que todas las demás en los 10 días de atletismo en Río, serán vistas a través del lente del dopaje, con la ausencia de los atletas rusos como un recordatorio diario de la maldición del deporte.
Si los ligamentos de Bolt resisten tendrá una gran posibilidad de reforzar su posición como una "leyenda" del atletismo, si gana los dos sprints de nuevo y ayuda a Jamaica a lograr su tercer oro consecutivo en los relevos 4x100.
Justin Gatlin volverá en Río, aún quejándose por sus suspensiones, aún recibiendo una fortuna de sus patrocinadores y aún entrenado por otro atleta sancionado por dopaje, Dennis Mitchell. Con Estados Unidos a la cabeza de los pedidos para excluir a Rusia por dopaje, no es precisamente un categórico respaldo de un compromiso por el deporte limpio.
Decenas de otros atletas en pista, marcha, salto y lanzamiento competirán en Río en busca de la adulación del público, la gloria de las medallas y las recompensas financieras de una victoria, con sanciones por dopaje en sus antecedentes.
Por otra parte, decenas de atletas que nunca fueron sancionados estarán ausentes por la prohibición contra los rusos en los Juegos de Río. La Asociación Internacional de Federaciones de Atletismo (IAAF) decidió suspender en masa todo el equipo de atletismo ruso tras la evidencia de una extendida cultura de dopaje fomentada por el Estado.
Otros poderosos países en el deporte, en particular Kenia con sus potencias en resistencia, llegarán a Río tras varios positivos por dopaje y con sus controles antidopaje rutinariamente criticados como inadecuados.
Y como si el tema diario de los dopajes no fuera suficiente, otra polémica volverá a repetirse en Río si, como se espera, la sudafricana Caster Semenya cumple con las expectativas como la favorita de los 800 metros femeninos.
La atleta, que recuperó sus impresionantes tiempos, fue obligada a someterse a una prueba de género pero su elegibilidad siempre es tema de debate por su alto nivel de testosterona.
La maratón masculina cerrará el programa de atletismo el 21, pero con seguridad la prueba no será el punto final para el deporte.