"Los titulares de Bolsa correspondientes al cierre del año pasado no sólo no han cambiado sino que han empeorado: a un año, el 2015, nefasto y plagado de pérdidas, se ha unido un arranque espasmódico de 2016. La Bolsa ha tenido uno de los peores comienzos de año desde la crisis financiera de 2008, con pérdidas generalizadas en todos los frentes y con los mercados más expuestos a otras turbulencias, como las políticas, con incrementos notables en los niveles de volatilidad ¿Y ahora qué? Uno de los viejos axiomas de la Bolsa reza que ‘lo que pasa en enero, pasa el resto del año’ . Hay excepciones, en cualquier caso, que confirman la regla. En los sondeos que venimos realizando entre nuestros clientes desde el cierre del año pasado detectamos, sin ambages, un pesimismo interno muy acusado por el factor político: puzzle imposible de cuadrar a nivel general y desobediencia en Cataluña. Se une, en el mismo acto, una desconcierto general respecto al mundo global. Caen las Bolsas, caen los commodities, los bonos no tienen liquidez. Desafíos por todas partes ¡y eso que todos los sabios coincidían en afirmar hace unos meses que 2016 iba a ser el año de la Bolsa. Queda mucho año, casi todo el año, pero los vientos de enero han dejado a muchos muy tocados", me dice el director de Bolsa de una importante gestora.
Óscar R. Graña señalaba en Funds People que “La historia demuestra que, de media, los años que empiezan mal, lo tienen difícil para recuperarse. Sin embargo, un enero bueno puede ayudar al mercado a continuar subiendo durante el año. Esta tendencia es preocupantemente consistente, cumpliéndose en 78 de los últimos 86 años. Pero, a pesar de este mal comienzo, el año acaba de empezar y queda mucho tiempo para que veamos una recuperación durante el mes”, señalan desde J.P.Morgan AM (ver gráfico 1).
La historia también demuestra que en periodos de fuerte agitación de las bolsas los inversores tienden a salir de la renta variable. El último ejemplo lo vimos el pasado mes de agosto, cuando el estallido de la crisis china derivó en reembolsos en productos que invierten en esta clase de activo. ¿Es esta una estrategia correcta? Según Fidelity, la respuesta es no. “Una de las consecuencias más graves para la inversión que se derivan de seguir a la manada es que los inversores terminan comprando cuando los precios están altos y vendiendo cuando los precios están baratos. Además, evitamos las pérdidas, ya que sentimos el dolor de una pérdida aproximadamente el doble que la alegría por una ganancia”, afirman desde la entidad. Algunos de los inversores más exitosos ilustran la idea de que invertir en las bolsas puede ser una empresa compleja, aunque lucrativa, que requiere sólidas habilidades de análisis, una mentalidad racional y cerebral, un horizonte a largo plazo y paciencia a partes iguales.
Sir John Templeton, fundador de Templeton y uno de los grandes referentes en el mundo de la inversión, solía asegurar que “la primera regla de la inversión es comprar barato y vender caro, pero muchas personas tienen miedo a comprar barato porque temen que la bolsa pierda aún más. Entonces, uno puede preguntarse: ¿cuándo es el momento para comprar barato?' La respuesta es: ¡Cuando el pesimismo esté en su punto álgido!”, afirmaba. Peter Lynch, otro de los gurús más respetados de la industria, se muestra convencido de que “la clave para ganar dinero con las acciones es no tener miedo. Se ha perdido más dinero intentando prever las correcciones y protegiéndose frente a ellas que sufriéndolas realmente”. Esta última frase de Lynch es especialmente relevante teniendo en cuenta el importante daño que puede tener sobre la rentabilidad total de una inversión una política de inversión que consista en tratar de evitar periodos de correcciones de los precios.
Las sesiones más alcistas de las bolsas suelen producirse tras fases bajistas. En muchas ocasiones, estos rebotes bursátiles cogen al inversor fuera del mercado. Y perderse los mejores días del mercado puede tener un impacto muy significativo en la rentabilidad total de una inversión (ver tabla 2).
La historia demuestra que perseguir al mercado es una estrategia de inversión nefasta. Los experimentos en el ámbito de las finanzas conductuales han demostrado que los inversores están lejos de ser racionales en la práctica. De hecho, cuando se enfrentan a la complejidad y la incertidumbre, las pruebas demuestran sistemáticamente que recurren a reglas generales o atajos para la toma de decisiones, a menudo equivocadas. La necesidad imperiosa de hacer lo que hacen los demás es un sesgo especialmente fuerte en el comportamiento humano que ha contribuido al desarrollo social, pero no siempre ha ayudado a la hora de invertir. Una de las consecuencias más graves que se derivan de seguir a la manada es que los inversores terminan comprando cuando los precios están altos y vendiendo cuando los precios están baratos. En realidad, es mejor hacer lo contrario: comprar cuando otros tienen miedo y los precios están bajos y vender cuando los demás quieren comprar y los precios están altos. Los mejores inversores lo saben, pero para muchos ir contra el rebaño cuesta mucho, ya que hay que luchar contra las emociones.