Este 31 de marzo se fundó el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura. Son 57 los miembros fundadores de todo el mundo. En esa lista Brasil representa a América Latina. A pesar de una cantidad de inversiones chinas que se ilustran en US$ 119 mil millones en créditos a nivel regional, según Inter-American Dialogue, una consultora, no hay otros americanos en la nómina.
China es parte del Banco Interamericano de Desarrollo y además es participante en numerosos proyectos de infraestructura en el continente americano.
Hay infinidad de organismos multilaterales en América Latina. Sin embargo, ninguno está entre los participantes en este nuevo organismo. A pesar de la creciente relación entre el gigante asiático y cada uno de los países americanos, por el momento, no hay ningún gobierno hispanohablante que participe. Esta iniciativa del gigante asiático espera una capitalización inicial de US$100 mil millones. China ya prometió proveer la mitad de esa cifra.
Estos recursos se destinarán a infraestructura para facilitar el comercio en el continente asiático. Entre tanto, los BRICS ya son miembros y esa puede ser una de las ventanas para que los fondos de esta institución lleguen a otros continentes.
China prevé que los estatutos del banco se redacten durante abril y mayo de 2015. En junio se espera la firma de los estatuos y el año próximo comenzará funciones.
Tanto el FMI como el Banco Asiático de Desarrollo congratularon la idea, al tiempo que Estados Unidos primero mostró reservas y luego la aceptó. Hasta el momento la primera potencia mundial no se sumó a la iniciativa. Para China este proyecto es una manera de impulsar su presencia y mejorar su imagen. En tiempos en que construye bases militares en islas disputadas del Mar Meridional de China, la llegada de un “Tío Rico” con fondos frescos en su vecindario sube el atractivo de este poder militar emergente.
El golpe de relaciones públicas lo hizo a partir de la llegada de los socios europeos. El gigante asiático afirmó que los miembros de fuera de su continente tendrán un peso inferior al 25%. Las potencias europeas apoyan, dan prestigio, pero no deciden. Con occidente en la minoría, surgen dos interrogantes.
El primero es que este sea sólo un instrumento de política exterior china. En segundo término se mira la falta de transparencia en la relación con países emergentes. Y la pregunta es ¿hasta qué punto este banco principalmente chino se comportará de acuerdo a sus costumbres actuales en sus relaciones internacionales? O, en otras palabras, ¿cuán chino será este banco chino?
Todos los gobiernos aceptan fondos de Beijing que llegan sin las exigencias de transparencia y respeto ambiental de los principales organismos internacionales. China ha demostrado poco interés en estos temas, y mucha preocupación por conseguir rápido las materias primas que necesita para seguir alimentando el voraz apetito de su economía.
A estas críticas se le sumó otra capa de objeciones. En general se analizó esta iniciativa a partir del contrapunto entre las dos principales economías del mundo, en algunos casos con alarmistas vaticinios de guerras económicas. Los detractores parecen omitir que China quiere un nuevo orden mundial en el que sea recibido según el peso que ya tiene. El actual no refleja esa relevancia. La creación de nuevas instituciones es una oportunidad para ensayar fórmulas con estándares internacionales.
Así como los chinos aprendieron a hacer bienes de alta tecnología y calidad, según las mejores prácticas mundiales; es racional esperar que también inviertan en una institución sostenible y respetable. El escándalo devaluará estos esfuerzos.
Entre tanto en América Latina, a pesar de esta reticencia inicial, este es un buen modelo para inspirar iniciativas similares. La región tiene un déficit de infraestrucra tan urgente como el continente al este de los Urales.