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EEUU: La competitividad de EEUU y las elecciones de 2012

Publicado 15.02.2012, 12:32
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Modelo de cuota de votos presidenciales 2012

Los riesgos son elevados dada la necesidad de reformas estructurales

Nuestro modelo de cuota de votos predice los resultados asumiendo que continúen las condiciones macroeconómicas actuales

Las simulaciones indican que la batalla por la Casa Blanca intensificará una política arriesgada

Los votantes deben invertir de forma proactiva el estancamiento del Congreso para reactivar la mejora del nivel de vida a través de una política eficaz

La competitividad de EEUU y las elecciones de 2012

Las ventajas de la economía estadounidense se mantienen sólidas. Las fortalezas clave, como el tamaño de la economía, la capacidad de innovación, la disponibilidad tecnológica y la flexibilidad del mercado de trabajo no están bajo la tensión inmediata derivada de la política arriesgada y de la ineficiencia. Sin embargo, para seguir siendo competitivo en el siglo XXI, Estados Unidos necesita reformas estructurales y mejoras fiscales. Las elecciones presidenciales de 2012 presentarán desafíos únicos. Los apretados presupuestos forzarán a los candidatos a sopesar las agendas personales y partidistas frente al mantenimiento de una trayectoria fiscal sostenible para las próximas décadas. Además, como señaló el presidente Obama en su discurso sobre el Estado de la Unión, y tal como han demostrado el Foro Económico Mundial (WEF por sus siglas en inglés) y los índices de aprobación del Congreso, la política estadounidense debe cambiar. En primer lugar, el Congreso debe abordar los desequilibrios entre los cargos electos y el electorado.

En nuestra opinión, esto significa alinear los objetivos públicos con los incentivos personales de los cargos electos. En segundo lugar, el impasse partidista del Congreso debe terminar. En otras palabras, debe haber un esfuerzo concertado para promover acuerdos, lo que mejorará las ineficiencias de los procesos legislativos. Hacer frente a estas ineficiencias burocráticas aumentará la probabilidad de éxito de reformas como la del régimen fiscal, la sostenibilidad fiscal, la asistencia sanitaria, la educación, la inmigración y las infraestructuras. Si las medidas se retrasan más allá de 2013, el círculo vicioso generado al prolongar la cruda realidad de que el cambio es necesario, podría repercutir negativamente en generaciones de estadounidenses, haciendo bajar su nivel de vida y aumentando aún más la desigualdad del ingreso.

Según el WEF, Estados Unidos ocupa los puestos 50º, 42º, 50º, 66º y 50º en materia de confianza en los políticos, sobornos políticos, amiguismo, despilfarro y transparencia, respectivamente. Dicho de una forma más sencilla, Estados Unidos ocupa un puesto por debajo de Etiopía, Tanzania, Camboya y Timor Oriental, países que encuadran todos ellos en la categoría de fase 1 de desarrollo, en determinadas clasificaciones institucionales clave; la clasificación institucional es uno de los 12 “pilares” que incluye fundamentalmente la jurisprudencia, la eficiencia y la equidad gubernamental, y los derechos de propiedad. La eficiencia federal, cada vez menor, ha conducido a una caída constante de la competitividad general, que ha pasado de clasificarse en el 1º puesto en 2009 a ocupar el 2º y el 4º lugar y finalmente el 5º lugar en 2012.

El descenso de la confianza en el ejecutivo y el entorno macroeconómico no se puede atribuir únicamente a una política ineficaz, sino más bien a la combinación de la desconfianza en los cargos electos con la falta de planificación a largo plazo. En cuanto a la planificación a largo plazo, la gestión de la deuda parece ser el asunto clave. Respectivamente, el WEF clasificó a EEUU en el puesto 121º, 139º y 132º en ahorro bruto nacional, cuentas fiscales y deuda pública total. Por consiguiente, el exceso de liquidez derivado de los crecientes niveles de deuda es también una desventaja comparativa y tendrá que abordarse en la próxima presidencia.

Primarias republicanas y encuestas actuales

¿Puede recuperar EEUU la ventaja económica competitiva que disfrutó durante el siglo XX? ¿Pueden abordarse los desafíos estructurales en la próxima presidencia? La respuesta es afirmativa. Sin embargo, actualmente algunos candidatos apoyan políticas que podrían proporcionar un alivio temporal pero no ofrecen soluciones para las fricciones a largo plazo: aumento del gasto militar o continuación o ampliación de políticas sociales. Otros tal vez se enfrenten a los problemas estructurales a largo plazo pero hacen caso omiso de la necesidad de impulsar el crecimiento a corto plazo: fuerte contracción fiscal, por ejemplo. Los desafíos de hoy en día requerirán tanto una perspectiva a largo plazo como a corto plazo, una hazaña difícil para la política, de carácter cortoplacista. Esta cualidad efímera es muy evidente en los cargos electos al Congreso y conduce a un enfoque de plazos cuya atención se centra en las asignaciones de fondos para fines determinados y en el gasto guiado por el oportunismo político, más que en las reformas estructurales.

El presidente también tiene una reducida ventana en la que implementar cuestiones políticas estructurales dado que la resistencia del Congreso aumenta después del periodo de los “100 días” y que la campaña empieza después de su segundo año de mandato. Creemos que este enfoque de corta duración alimenta la paralización política y repercutirá negativamente en las reformas estructurales en el futuro próximo, independientemente de cuál sea la mayoría en el Congreso o el presidente electo. De hecho, las pruebas que se muestran en la Gráfica 2 confirman que los políticos cada vez son más intransigentes y que el proceso legislativo es ineficaz.

A fin de cuentas, los objetivos de los favoritos para la nominación del candidato republicano son similares y están en línea con el grupo de los republicanos. Ninguno de los candidatos, a excepción de Ron Paul, se han mostrado dispuestos a desviarse del estatus quo conservador y por consiguiente, la probabilidad de que los candidatos promuevan una agenda socialmente conservadora además de promover la reducción de las cargas fiscales y el gasto es elevada. Los objetivos específicos del partido republicano, como se indica en sus páginas web incluyen la educación, la defensa nacional, políticas económicas no intervencionistas, la reforma sanitaria y una estrategia de “todas las opciones” para la independencia energética. Además, la mayoría de los candidatos apoyan una revisión fiscal pero insisten en que se producirá sin aumentar las tasas impositivas. Mitt Romney, que fue gobernador de Massachusetts, está a favor de una plataforma pro-empleo cuyo objetivo es la reducción de impuestos, gastos, regulación y programas gubernamentales.

Newt Gingrich, que fue presidente de la Cámara de Representantes, apoya una regulación fiscal más extrema pero en el mismo contexto de apoyo al crecimiento. En cuanto a la política monetaria, la mayoría de los candidatos son partidarios de volver a la política monetaria de la era “Reagan”, que incluye la apreciación del dólar y una Reserva Federal más ortodoxa. Gingrich ha señalado incluso que apoyaría una comisión que examine la posibilidad de volver al patrón oro. Por otro lado Ron Paul, representante de Texas, está a favor de una posición liberal que promueve un gobierno reducido al mínimo, no intervencionista (política exterior) y centrado en los estados.

Las plataformas sociales han recibido menos atención debido al enorme estancamiento de la economía. No obstante, los candidatos de las primarias republicanas apoyan un enfoque judicial estrictamente construccionista, es decir, un poder judicial más pasivo. Por otra parte, Rick Santorum, ex-senador por Pensilvania, apoya la agenda social más conservadora que incluye la inviolabilidad del vínculo matrimonial y legislación sobre el aborto.

Hasta la fecha, la variabilidad de las primarias republicanas es asombrosa y ha generado un alto grado de incertidumbre con respecto a los futuros candidatos. Por ejemplo, desde septiembre, cuatro candidatos han liderado los resultados no oficiales de las votaciones, dos de los cuales ya no están en la contienda. Además, por primera vez en unas primarias presidenciales, las tres primarias principales, las de Iowa, New Hampshire y Carolina del Sur, han dado como resultado tres ganadores distintos. El hecho de que Newt Gingrich haya liderado los sondeos de opinión mientras que simultáneamente iba a la zaga de Mitt Romney en votos de delegados, que son el determinante fundamental de la nominación, complica aún más dicha nominación. En caso de que ningún candidato obtenga el consenso de la mayoría en el resto de las primarias, cabe la posibilidad de que se ponga en marcha un oscuro evento procesal conocido como convenio negociado. En esencia, se trata de un procedimiento que deposita el poder de nominación en miembros destacados del partido. El empeño de Gingrich en continuar la campaña podría ser un intento de llegar a un convenio negociado, como sucedió en 1952.

Modelo de cuota de votos de elecciones de BBVA

Independientemente del proceso de primarias del partido republicano, las elecciones presidenciales de 2012 podrían ser una de las más importantes desde 1932, cuando la confluencia masiva de acontecimientos negativos llevó a Franklin Delano Roosevelt a responder con el New Deal. Las deficiencias estructurales actuales podrían requerir políticas igual de drásticas. Dada la importancia de las elecciones de 2012 para nuestras perspectivas económicas del periodo 2013-2016, hemos desarrollado un modelo que elimina el sesgo cualitativo de las preferencias políticas, optando en su lugar por un enfoque con base empírica. Esta metodología también ofrece a los pioneros la ventaja de predecir los resultados presidenciales antes de que se conozcan los candidatos. Como aclaración, nuestro enfoque asume que algunos datos económicos como la rentabilidad del mercado de valores, la volatilidad de los mercados, los precios de la vivienda, la inflación, la actividad manufacturera unidos a la mayoría en el Congreso y a los impuestos, afectan a la riqueza y, por consiguiente al sentimiento de los votantes. Un supuesto fundamental del modelo es que, si se especifican correctamente, las variables financieras y económicas explicarán la mayoría de la cuota de votos que un determinado partido recibirá a nivel nacional. A efectos de especificación hemos elegido la cuota de votos que recibirá el partido republicano dadas las variables mencionadas anteriormente, con el condicionamiento de que el modelo para el partido democrático produciría resultados comparables.

En resumen, si la economía continúa como está y bajo nuestro escenario macroeconómico central, el presidente Obama mantiene la Casa Blanca por un margen mínimo, similar al de Bush frente a Gore en las elecciones de 2000. Sin embargo, bajo nuestro escenario central, que presupone una desaceleración del crecimiento, menor inflación y aumento de los precios de la vivienda, los republicanos ganan las elecciones generales por 7.9%. Dado que sólo Ronald Reagan fue reelegido con una tasa de desempleo por encima del 6.0%, y según la intuición a priori, no sería de extrañar que los republicanos ganasen en un escenario de crecimiento lento.

Además, es probable que la disonancia social y la frustración de los votantes aumenten si el desempleo se mantiene elevado y el crecimiento se estanca, lo que inclinaría a los votantes al cambio. Por consiguiente, creemos que el presidente Obama seguirá impulsando el estímulo económico dirigido a los programas de refinanciamiento de la vivienda, la creación de empleo y el apoyo al ingreso en forma de prestaciones por desempleo y deducciones en los impuestos sobre los salarios, así como una estrategia de “todas las opciones” en la producción energética. Nuestro modelo también indica que los votantes están a favor de los demócratas cuando la incertidumbre es elevada y, por consiguiente, en este caso se favorecería al partido en ejercicio. Así pues, los republicanos deberían impulsar políticas que reduzcan la incertidumbre de los mercados. Sin embargo, las posturas extremas en ambos partidos limitan la capacidad de llegar a acuerdos, como quedó demostrado en los debates sobre los presupuestos y el techo de deuda, lo que dio lugar a una caída constante de la aprobación del Congreso desde marzo de 2011. Aunque ambas partes tratan de culpar al oponente, el aumento de la incertidumbre favorecerá a los demócratas. Por tanto, si el partido republicano redujera su censura retórica del presidente Obama, podría incrementar su cuota de votos.

En lo que respecta a la estrategia de las elecciones, el modelo indica que el nominado en las primarias republicanas tendrá más éxito si puede convencer a los votantes de que la recuperación económica es débil, mientras que el presidente mejorará sus posibilidades de reelección si puede probar que los republicanos son culpables de que no pueda llevar a cabo sus propuestas económicas. Esta política arriesgada se tornará feroz y es muy probable que se extienda en los estados que tienen mayor número de votos electorales, donde la recuperación económica no es para impresionar, y que presentan un historial de votos no partidistas (por ejemplo, Florida, Ohio y Pensilvania). Como resultado de ello, ambas campañas prometerán mejoras a determinados grupos que tendrán un impacto desproporcionado en las elecciones, pero que en ciertos sentidos irán en contra de la solución a largo plazo. Por ejemplo, la ampliación del seguro de desempleo, el aplazamiento de la reforma sobre las prestaciones y la subvención de sectores ineficientes no son lo más apropiado para garantizar la sostenibilidad fiscal, una sólida creación de empleo ni un crecimiento productivo fuerte.

Por último, el modelo puede depender de la buena disposición de los votantes a aceptar un gobierno dividido. En otras palabras, si los votantes perciben el estancamiento político o partidista como un impedimento procedimental, estarán a favor de que la Casa Blanca y el Congreso estén unificados, y por consiguiente ganarán los republicanos. Sin embargo, para que las repercusiones sean significativas debe haber una mayoría fuerte (+/- 7.5%). Además, los resultados de nuestro modelo están respaldados por muchos sondeos de opinión, que indican que las elecciones generales entre el presidente Obama y un candidato republicano genérico sería una contienda muy reñida con un ligerísimo margen (menos del 1%). No obstante los sondeos también indican que el presidente Obama lleva ventaja sobre los candidatos actuales de las primarias y, por consiguiente, podría experimentar el ímpetu que se ha tenido en cuenta en nuestro modelo.

Elecciones de 2012 y después

Si el resultado de las elecciones es capaz de realinear los incentivos políticos con las necesidades del electorado se potenciará un crecimiento más fuerte y un nivel de vida más alto en las próximas décadas. Dada la importancia de estas elecciones, hemos desarrollado en enfoque empírico para predecir los resultados de las elecciones presidenciales. Según nuestros modelos, si persisten las actuales condiciones económicas, los republicanos llegarán a la Casa Blanca; por otra parte, si el presidente Obama tiene éxito en su política para impulsar el crecimiento económico, es probable que ganen los demócratas. No obstante, parece que las grandes ambiciones y el enfoque extremo de ambos partidos harán imposible la formulación de políticas en 2012. Por tanto, la presidencia de 2013, independientemente del partido ganador, requerirá un líder fuerte que esté preparado para impulsar las difíciles reformas estructurales en medio de la polarización partidista.

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