Los mercados de inversión siguen un patrón de movimientos pendulares que van desde la euforia a la depresión, son movimientos de estados de ánimo entre la codicia y el pánico. La voluntad de ver la situación de forma optimista o pesimista, la fe en los progresos que están por llegar, la credulidad frente al escepticismo y la tolerancia al riesgo frente a la aversión del mismo. Cuando todo va bien y los precios son altos, los inversores se apresuran a comprar olvidándose de la más mínima prudencia.
A medida que surge el caos y los activos cotizan a precio de ganga, los inversores no desean asumir el mínimo riesgo entonces se vuelven a apresurar, pero esta vez para vender y esto será así para siempre. La psicología de los inversores y no los fundamentos son en gran medida los responsables de los movimientos de los precios en el corto plazo. Cuando los precios bajan en el momento de máximo estrés aparecen las mejores oportunidades de inversión, sin embargo, en el otro extremo cuando el mundo asume que unos precios imposibles solo pueden mejorar siempre se prepara la escena para la fase de las peores caídas, son las dos caras de una misma moneda.
La combinación de codicia y optimismo lleva constantemente a las personas a seguir estrategias que piensan que les van a generar unos rendimientos elevados sin asumir ningún tipo de riesgo; pagan precios astronómicos por valores que están de moda, y los mantienen incluso cuando están sobrevalorados con la esperanza de que todavía les quede algo de recorrido. La contrapartida de la codicia es el miedo este es el segundo factor psicológico que debemos considerar, en el mundo de las inversiones, el término en cuestión no significa una lógica y sensata aversión del riesgo. Más bien el miedo como la codicia denota exceso.
El miedo entonces se asemeja más al pánico, el miedo es un sentimiento de preocupación desmesurado que impide a los inversores tomar decisiones constructivas en los momentos que deberían hacerlo. Y por último factor psicológico tenemos el sesgo de las personas el cual las lleva a dejar a un lado su incredulidad, es la tendencia de las personas a no tener en cuenta la lógica, la historia y ciertas normas que han demostrado su validez a lo largo del tiempo. Esta tendencia hace que la gente acepte propuestas cuya probabilidad de éxito es muy pequeña, pero que tienen que el potencial de hacerles ricos… Sin demasiado esfuerzo. Charlie Munger me proporciono una cita fantástica sobre este tema, es de Demóstenes y dice “No hay nada más fácil que el autoengaño. Ya que aquello que desea el hombre es lo primero que cree”.