En los años 90, era muy común que los bancos centrales se embarcaran en lo que conocíamos como la “Guerra de Divisas”. Devaluaban artificialmente el valor de su moneda, haciendo más caras las importaciones y más baratas las exportaciones, y favoreciendo así la balanza comercial del país. Además de la política monetaria, manejaban esta política cambiaria como instrumento económico.
Hoy la guerra es digital y el objetivo va más allá de un mero impulso económico. Las monedas son mucho más que un instrumento cambiario, son el token de intercambio por excelencia, son representaciones de valor con los que satisfacemos nuestras necesidades, es decir, con los que creamos economía. Y de esto va la nueva guerra de hoy, la de emitir ese “token” digital perfecto que permita no sólo impulsar la economía de tu país sino reconstruir el modelo económico completo; y si es universal, mejor.
Hasta ahora esos tokens los emitían los bancos centrales, los distribuían los bancos comerciales y los redimíamos todos los ciudadanos. Desde la llegada del bitcoin y del blockchain, este ejercicio se ha democratizado en todas sus fases y cualquiera puede crear su propio token o moneda y echar a andar a andar su propia economía. Juegos de laboratorio hasta que llegó la que podría ser la mayor divisa del mundo emitida por el país más grande del mundo: Facebook (NASDAQ:FB) Libra.
David Birch, un reputado futurista financiero, ha puesto colores a esta nueva guerra de divisas iniciada por Facebook. Ellos son el Escenario Azul, un futuro donde Bitcoin o Libra, una criptomoneda universal descentralizada, se convierten en moneda de referencia; desde China y, como no podía ser de otra forma, vislumbra el Escenario Rojo, donde, esta vez sí, el yuan en su formato digital se hace por fin con el puesto del patrón digital.
El tercer escenario, más por obligación y miedo de perder el estatus que por convencimiento, es el Escenario Verde, donde el dólar digital de la Fed mantiene el patrimonio de su antepasado analógico; y por último, el escenario por excelencia, mi gran apuesta personal y profesional, el ejército de los ejércitos, el Escenario Arcoíris donde una miríada de monedas compondrán de forma agregada, local y atomizada la Nueva Economía del mundo.
En este último es donde se abriría la gran oportunidad del euro digital, ahí es donde debería diseñar el Banco Central Europeo su propia CBDC. Un verdadero token de intercambio para crear las economías del futuro, una moneda regulada que soporte la creación de otras tantas, tantas como silos económicos o sectores productivos existan en el futuro.
Bueno, eso es lo que personalmente creo que deberían hacer, porque no hay ninguna duda de que necesitamos un nuevo modelo, un nuevo estudio que tenga como conclusión no sólo “La riqueza de las naciones” sino también la de sus individuos, la de los otros seres que estamos extinguiendo y la de toda la Tierra que, tanto a unos como a otros, sostiene.
El BCE está en esta guerra de todos contra todos, buscando su token mágico, su euro digital que, por lo menos, no le haga perder más posiciones en la economía del futuro. Se encuentra en periodo de estudio, diseño y consulta. Desafortunadamente, no como yo lo considero, sino de la manera que mejor le defienda del resto de escenarios y desde luego, de la manera en la que tenga menos impacto sobre la maltrecha situación actual.
Según sea la intención del BCE, se abren varias opciones. La primera y más inocua es la sustitución del efectivo por un formato digital anónimo, que permita el intercambio entre iguales, sin tipo de interés y universal. La segunda es la sustitución del sistema de pagos actual RTGS, aunque no tiene mucho sentido porque este ya es eficiente y barato y quedaría restringido a unas pocas entidades financieras. La tercera opción es mejorar la política monetaria con un euro digital pseudo-anónimo, que permita tipos de interés positivos o negativos y con distribución universal por parte del BCE, sin intermediarios.
Y, por último, la opción más disruptiva y peligrosa para los bancos actuales: la apertura de cuentas corrientes en el Banco Central Europeo. Una opción que reduciría o incluso eliminaría las crisis bancarias provocadas por la reserva fraccionaria y la falta de liquidez. Una opción tremendamente destructiva para la banca porque simplemente dejaría de tener sentido… o no, porque los bancos comerciales hacen muy bien algo que el BCE no ha hecho nunca: la gestión del riesgo.
El BCE debería incluir en el diseño del euro digital, no una estrategia que le posicione en esta Guerra de divisas de todos contra todos, sino una estrategia que asegure la relevancia del euro en esta Nueva Economía que necesitamos, que construimos todos y que servirá para todos.