Hace tres semanas, la situación parecía haber cambiado y el importante paso que habíamos dado, no sólo nosotros, si no todos los principales selectivos, nos llenaba de esperanza y optimismo, rompiendo con la directriz bajista que nos había desangrado desde diciembre. Sin embargo, no es oro todo lo que reluce y gran parte del camino recorrido lo hemos desandando. Bueno, todo no, pero lo provocado por el efecto Draghi en su totalidad. Sí que el comportamiento en Europa es dispar. Ni que decir tiene que con Estados Unidos las diferencias son significativas, pero aquí no podemos decir que nuestra foto sea la misma que la del DAX, habiendo caído prácticamente la mitad que nosotros o incluso el CAC francés, un 3% mejor desde mediados de marzo. El más parecido puede ser el Eurostoxx, que al igual que nosotros también perdió soportes importantes la semana pasada y no sería descartable verle en los 2.800 próximamente. Por cierto, ya que los hemos mencionado antes, el S&P 500 y su pariente, el Dow Jones, están en verde desde la fecha señalada. Imaginaros que les diera por darse la vuelta...
Que el IBEX sea el peor de los selectivos de referencia tal vez no sea casualidad y es que hay un factor que pueda estar marcando la diferencia: la política. Y es que a pesar de que algunos digan que estamos mejor sin gobierno, al inversor le genera dudas y el dinero busca tranquilidad. Pues bien, tras perder la semana pasada los 8.600, se cumplió el guion y nos fuimos próximos a los 8.222. Desde allí las fuerzas alcistas nos echaron un cable, sin embargo, las sensaciones que transmite no son buenas. Con un trabajo duro por delante para el cambio, con dos gaps bajistas en torno a los 8.491/8.552 y 8.827/56 y un soporte recién perforado, ahora convertido en resistencia, no nos invita a pensar que el rebote del viernes sea definitivo. No descartaría darnos una vuelta hasta los 8.000 puntos e incluso 7.920, lo que nos volvería a poner en una situación peligrosa y que creíamos ya olvidada.