Por Anita Kobylinska, Marko Djurica y Fejda Grulovic
BOHONIKI, Polonia, 16 nov (Reuters) - En una oscura noche de noviembre en una pequeña ciudad del noreste de Polonia, unos hombres bajan el ataúd de madera de un joven migrante a una tumba recién cavada al son de la oración fúnebre de un imán.
Ahmed al-Hassan, ciudadano sirio de 19 años, se ahogó en un río el mes pasado cuando intentaba cruzar a la Unión Europea desde Bielorrusia, siendo una de las al menos ocho personas que han muerto en la frontera con Polonia en los últimos meses.
La UE, la OTAN y los países occidentales dicen que Bielorrusia está forzando una crisis migratoria en represalia por las sanciones impuestas por el bloque. Bielorrusia niega las acusaciones.
Mientras Hassan es enterrado a la luz de las antorchas en un cementerio de Bohoniki, a miles de kilómetros de su casa, su afligida familia en Siria lo ve por videoconferencia gracias al médico sirio que encontró el cuerpo de Hassan.
"No podréis ver mucho, pero quería deciros que todos somos familia", dice Kassam Shahadah a los familiares enlutados en la llamada. "Sé que queríais verlo por última vez, pero no hay mucho que hacer".
En la pantalla brillante de su teléfono se puede ver a una anciana llorando, mientras se oye a un niño llorando de fondo.
Al parecer, Hassan murió el 19 de octubre al ahogarse en el río Bug. Su cuerpo permaneció en un depósito de cadáveres de la ciudad polaca de Bielsko Biala hasta el entierro en Bohoniki, una ciudad situada a 600 kilómetros, donde una pequeña comunidad tártara musulmana se ofreció a darle un funeral islámico.
Los migrantes de Oriente Próximo y África empezaron a aparecer en el lado bielorruso de la frontera en verano, con miles de personas intentando llegar a Polonia, Lituania y Letonia a pie a través de bosques, lagos y pantanos.
"NOS TEMEMOS LO PEOR"
Al aproximarse el invierno han comenzado a producirse muertes, la primera el 19 de septiembre. Varios meses después, mientras al menos 4.000 migrantes siguen atrapados en la frontera entre Polonia y Bielorrusa bajo temperaturas gélidas, el jefe de la comunidad musulmana tártara del pueblo de Bohoniki dijo que teme que mueran más.
"Nos preocupa que pueda haber más muertos porque ya se sabe el tiempo que hace ahora. Hace frío, la gente está demacrada. Nos tememos lo peor", dijo Maciej Szczesnowicz.
Szczesnowicz había anunciado previamente en un mensaje de la red social Facebook (NASDAQ:FB) que los tártaros que viven en el noreste de Polonia, en la frontera con Lituania y Bielorrusia, estaban dispuestos a organizar entierros para sus compañeros musulmanes.
Los tártaros, una pequeña minoría étnica y religiosa en la Polonia moderna, abrumadoramente homogénea y católica, descienden de guerreros a quienes los reyes polacos recompensaron con tierras por proteger la frontera oriental del país hace siglos.
Temiendo que la crisis en la frontera esté lejos de terminar, la comunidad ha estado entregando ropa y alimentos tanto a los migrantes como a las tropas polacas presentes en la zona.
Al final del funeral de Hassan, los escasos asistentes al entierro se arrodillaron, presentando sus respetos tocando el suelo.
"Tenemos un cementerio lo suficientemente grande y queremos ofrecer un funeral digno a esa persona, que vino del extranjero y murió en suelo polaco", dijo Szczesnowicz.
(Información adicional de Yara (D:YAR) Abi Nader y Felix Hoske, Redacción de Gabriela Baczynska; Edición de Raissa Kasolowsky; Traducción de Darío Fernández)