París, 23 sep (EFE).- La quinta huelga en Francia contra el
retraso de la edad de jubilación que planea Nicolas Sarkozy mantuvo
hoy un alto nivel de movilización, según los sindicatos, que
aseguraron que el malestar de los trabajadores conserva su vigor
ante un Ejecutivo que considera que la protesta pierde fuelle.
Los sindicatos aseguraron que se movilizó a casi tres millones de
franceses en las más de 220 concentraciones convocadas en todo el
país, un "éxito" que demuestra, según ellos, la determinación para
tumbar una reforma que el Ejecutivo está sacando adelante apoyado en
su cómoda mayoría parlamentaria.
En los últimos días los líderes sindicales habían enfriado las
expectativas sobre la participación en la huelga, temerosos de que
la fatiga de los trabajadores y la percepción de que la reforma es
irreversible pesara sobre su capacidad de movilización.
Pero las cifras les hicieron recuperar la euforia y elevar el
tono amenazante contra el Ejecutivo: si no hay rectificación, la
presión de la calle proseguirá.
El Gobierno no lo ve de la misma forma y ofreció cifras mucho más
modestas, menos de un millón de manifestantes, algo menos que el
pasado día 7, cuando reconocieron que la movilización de la calle
fue la mayor en ocho años, con 1,12 millones de personas.
Desde el Elíseo se señaló que la protesta registró una "bajada
sensible" que el palacio presidencial explicó por la creciente
"adhesión" a una reforma que consideran necesaria para garantizar la
supervivencia del sistema.
El proyecto del Ejecutivo ya superó el primer trámite, el de la
aprobación por los diputados, que tuvo lugar el pasado día 15. Los
senadores comenzarán a revisarlo el próximo día 5, un trámite donde
los sindicatos consideran que debe producirse la rectificación.
"Ningún Gobierno puede permanecer sordo a este clamor", aseguró
el líder del sindicato FO, Jean-Claude Mailly, quien señaló que si
no hay rectificación "habrá que continuar con la presión".
Su propuesta es dejar las manifestaciones masivas y dar un paso
más, paralizar las empresas públicas, en particular las de
transportes, durante varios días, una fórmula que ya fue empleada en
1995.
Mañana se reunirán los líderes sindicales para determinar la
continuidad de su movimiento, aunque de las declaraciones de los
últimos días se desprende que no hay unanimidad entre ellos.
Frente a los llamamientos a la radicalización que repite Mailly,
con el beneplácito del sindicato CGT, su colega de la CFDT, François
Chérèque, propone suavizar el tono.
"Quienes quieren radicalizar el movimiento a menudo pretenden
entrar en una dinámica política de oposición global al Gobierno",
afirmó Chérèque.
En esa diatriba se encuentran los sindicatos en su intento de
tumbar una reforma que ya hicieron abortar en 2002, cuando a base de
protestas callejeras obligaron a retroceder al entonces primer
ministro, Jean-Pierre Raffarin, en su intento por retrasar la edad
de jubilación.
Aquel histórico triunfo está estos días en boca de todos los
sindicalistas, que lo consideran como un ejemplo de la fuerza de las
manifestaciones, el único arma que tienen.
Los partidarios de radicalizar el movimiento recuerdan más las
protestas de 1995, cuando lograron paralizar el país durante varios
días, lo que hizo caer al primer ministro Alain Juppé y propiciaron
la llegada de la izquierda al Gobierno.
Ahora deben decidir el camino que toman ante un Sarkozy que no
parece mostrar signos de flaqueza sobre la que considera como la
reforma estrella de su mandato.
Los sindicatos saben que sobre el tema de las pensiones conservan
un gran poder para movilizar a una sociedad muy aferrada a un logro
social que introdujo François Mitterrand en 1982.
Desde la primera huelga convocada en marzo pasado, el número de
manifestantes no ha parado de crecer, según sus cifras. Un millón de
manifestantes el 27 de mayo, dos millones el 24 de junio y dos
millones y medio el pasado 7 de septiembre. EFE
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