Por Geoffrey Smith
Investing.com - Hace sólo tres meses, el dólar no tenía un solo amigo en el mundo. Ahora vuelve a causar sensación.
La opinión general ha hecho lo que tantas veces hace y ha dado la vuelta a la tortilla. La idea de que una combinación de política fiscal y monetaria holgada en Estados Unidos debería lastrar inevitablemente la moneda de reserva mundial parecía sólida sobre el papel, pero pasó por alto otras implicaciones importantes que ahora empiezan a ser evidentes.
El primero es el efecto galvanizador que tendría en el crecimiento, especialmente cuando se sustenta en el progreso de una campaña de vacunación que —por lo visto— asegurará que los estadounidenses no tengan nunca que volverle a tener tanto miedo al Covid-19. El reciente acuerdo de Merck para permitir que Johnson & Johnson prepare su vacuna de una sola dosis en sus enormes instalaciones de fabricación significa que todos los adultos estadounidenses que lo deseen deberían poder ser inoculados de aquí a finales de mayo. Eso también adelanta el día en que Estados Unidos pueda ser un exportador neto de este tipo de vacunas.
Wall Street comenzó a revisar sus previsiones de crecimiento en el momento en que la administración del presidente Joe Biden redactó su paquete de estímulo de 1,9 billones de dólares. Este martes, cuando el paquete debía ser sometido a su votación definitiva en el Congreso antes de partir para su firma, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos dijo que el plan añadiría 3,3 puntos porcentuales al crecimiento de Estados Unidos y un 1% al crecimiento global este año.
La OCDE estima ahora el crecimiento de Estados Unidos en un 6,5% para este año, y se mantiene en el extremo conservador de un rango de pronósticos que implica una fuerte mejora del rendimiento de los activos en dólares en general.
Eso comienza con el Tesoro de Estados Unidos, cuya demanda de dólares sin precedentes para financiar una expansión sustancial del estado de bienestar de la nación significa que sencillamente tiene que pagar un precio más alto por esos dólares.
Y, así como la demanda de bonos del Tesoro alcanza máximos históricos —unos 274.000 millones de dólares solo en el primer trimestre—, los grandes vendedores primarios estadounidenses que habitualmente almacenan gran parte de la nueva emisión de bonos del Tesoro son más reacios de lo habitual a engordar sus participaciones.
Esto se debe a que la Reserva Federal se ha negado hasta ahora a decir si ampliará el importante vacío legal en sus requisitos de capital creado para aliviar el pánico del año pasado. Bajo el Coeficiente de Apalancamiento Suplementario, producto de las reformas regulatorias posteriores a 2008, los bancos debían tener 3,5 centavos de capital por cada dólar de sus activos, independientemente del riesgo. Este requisito fue suspendido el año pasado para ayudar al sistema financiero a hacer frente al estrés de la primera ola de la pandemia. Está previsto que se restablezca a finales de marzo (a menos que la Fed decida lo contrario en su reunión del Comité Federal de Mercado Abierto de la semana que viene).
Si no es así, el Tesoro tendrá que ofrecer tasas aún más altas para sus pagarés. El déficit de 2,3 billones de dólares proyectado este año por la Oficina de Presupuesto del Congreso es casi el doble de lo que la Fed se compromete actualmente a comprar a través de su programa de expansión cuantitativa.
Los perdedores de todo esto son los activos considerados refugio seguro en general y el oro en particular. El dólar ha subido más de un 5% en lo que va de año frente al yen y el franco suizo, cuyos rendimientos nominales negativos han parecido peores al dispararse el rendimiento de los bonos del Tesoro estadounidense a 10 años por encima del 1,5%. El euro apenas parece estar mejor posicionado, ya que la deficiente campaña de vacunación en la eurozona permite a Estados Unidos y el Reino Unido robar una ventaja de tres meses en la reactivación de sus economías. Los analistas de Nordea (ST:NDASE) creen que 1,13 dólares es un valor más justo que los 1,19 dólares de los que se habla actualmente.
Pero es el otro activo de refugio seguro tradicional, el oro, el que más ha sufrido. Desde que registrara máximos en agosto, se ha dejado un 16% frente al dólar. En parte, esto se debe a que el bitcoin lo ha destronado. Pero principalmente se debe a que los rendimientos reales (es decir, ajustados a la inflación), que normalmente impulsan los precios del oro, son menos pronunciadamente negativos que hace un año.
Tras haber descartado bruscamente el año pasado la reflación que ahora se está materializando, el metal precioso no tiene a dónde ir más que a la baja a corto plazo. Como los analistas de JPMorgan (NYSE:JPM) escribían a los clientes la semana pasada, una cesta de materias primas, o de divisas vinculadas a las materias primas, o incluso acciones de materiales básicos, ofrecen una mejor cobertura contra la inflación.
"Simplemente sigue siendo caro en términos reales, y no ofrece ningún rendimiento", resumen. Y para empeorar las cosas, ahora tiene que lidiar con el bitcoin.
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