Aitor Álvarez García
Guaraqueçaba (Brasil), 4 dic (EFE).- Paraná, uno de los estados de Brasil que más turistas recibe por contar con las famosas Cataratas del Iguazú, ofrece como alternativa para los visitantes otros dos paraísos naturales de gran belleza: la Reserva Natural de Salto Morato y la Ilha do Mel.
Se trata de dos lugares desconectados del mundo, el primero por ser una reserva ambiental que protege una parte de lo que queda del desforestado Bosque Atlántico brasileño y el segundo por ser una pequeña isla en la que ni circulan los coches.
A 170 kilómetros de Curitiba, capital de Paraná, se encuentra la Reserva Natural Salto Morato. Se trata de un lugar desconectado del mundo en el que no hay cobertura para los teléfonos móviles y, ni mucho menos, conexiones a internet.
Eso permite al visitante centrarse en lo verdaderamente interesante del enclave: la naturaleza rebosante, que se concreta en 580 especies diferentes de plantas, 329 de aves, 80 de mamíferos, 29 de reptiles, 40 de anfibios y 40 de peces.
Esa biodiversidad atrae a investigadores de todo Brasil, que se acercan a Salto Morato para estudiar el comportamiento de las diferentes especies que lo habitan. La reserva está habilitada para ello, con alojamiento para los científicos y salas de estudio.
Lo más espectacular de todo es la cascada Morato, que da nombre a la reserva. Impresiona a todos los visitantes, que beben su agua directamente del riachuelo que se forma.
Esta reserva, burbuja natural de 2.340 hectáreas en un Brasil con cada vez mayores problemas de contaminación, no es de fácil acceso. Hay que invertir cuatro horas en alcanzar el lugar desde Curitiba, ya que el camino es de tierra (barro cuando llueve, cosa que es habitual) y está en muy mal estado.
La responsable de los visitantes en la reserva, Maricy Rizzato, asegura que, pese a ser un hándicap para atraer visitantes, "el difícil acceso hace que sólo visiten Salto Morato los que realmente tienen interés en sensibilizarse con el medio ambiente".
Esta licenciada en turismo, que vive en la reserva permanentemente desde hace tres años y medio, aseguró en declaraciones a Efe que "es maravilloso poder ser habitante de Salto Morato, porque ningún día es igual y el contacto con la naturaleza es constante".
Cerca de Salto Morato se encuentra Ilha do Mel, una isla paradisíaca que en algunos momentos parece no ser real. Desde las poblaciones costeras de Pontal do Sul y Paranaguá se pueden tomar pequeñas embarcaciones que llevan al enclave.
Ilha do Mel se pisa por primera vez en el muelle de la playa de Brasilia y, al salir del barco, el visitante se encuentra con una playa casi virgen, de arena muy fina y de una gran extensión.
Los coches tienen vetado el acceso. De hecho, no hay calles asfaltadas. La única forma de transporte es por agua o mediante los pedales de una bicicleta, pero lo mejor es caminar y perderse por los senderos de arena de playa y hierba verde, que siempre acaban desembocando en el mar.
Hay varios albergues en la isla, así como "posadas", pequeños establecimientos turísticos regentados habitualmente por familias locales. Todos ellos están muy integrados en el paisaje y no estropean el verde de la arbolada, que combina con el marrón claro de la arena y el azul del océano Atlántico.
La tranquilidad es el denominador común en ambos lugares. Tranquilidad y desconexión del mundo real, para darse cuenta, durante unos días, de que el teléfono móvil, el coche o el ordenador pueden ser sustituidos por un buen libro, una buena conversación y la contemplación de la belleza natural. Y que no pasa nada. EFE
aag/cm/cr/vnz