Jose Guzmán
El Cairo, 30 nov (EFE).- Egipto quiere rescatar del túnel de la
historia los vinos de la época de los faraones, unos caldos únicos
de vides que crecieron en el desierto con aguas del Nilo, y que hoy
varios vinicultores tratan de emular.
Es el caso de empresas como Al Ahram o Sahara Vineyards, que
provee a la primera de la uva, y que cuentan con varios viñedos
cerca de El Cairo y de Alejandría.
El río más largo del mundo ya no inunda periódicamente su cuenca,
pero Karim Hwadiek, de Sahara Vineyards, cultiva en Jatatba, cerca
de El Cairo, y en Luxor, hasta 30 variedades de uva con riego
automático "con el objetivo de encontrar aquellas que mejor se
adapten a este clima", explicó a Efe.
Lo que hace único a este lugar es que se trata de una tierra
arenosa, desértica, un sol fuerte y constante, y un clima totalmente
predecible y estable con unas precipitaciones prácticamente nulas a
lo largo del año, lo que hace que la vendimia sea cada año a finales
de julio.
Empezó en 2004 con diez hectáreas y ahora tiene ya 250, con una
considerable inversión en barriles de roble americano y sistemas de
control electrónico e irrigación, todo con tecnología puntera.
"Este clima te permite controlar el crecimiento al milímetro y
estamos viendo qué se adapta mejor. Tenemos Cabernet Sauvignon,
Merlot, Malbech, Shiraz, Tempranillo y muchas más uvas", cuenta
Hwaidek.
Gracias a un contrato de 25 años, gran parte de la producción se
la vende a Al Ahram, subsidiaria del grupo Heineken, que produce
varios vinos destinados fundamentalmente al mercado local, y más
concretamente al sector turístico, hoteles y restaurantes.
Otra cantidad la destina a sus propias marcas, como Caspar y
Nermine, y en la última campaña ha llenado 50.000 botellas con tres
vinos blancos secos que también exporta a Alemania y Estados Unidos.
"Han tenido una acogida estupenda en Europa. La gente está muy
interesada en un producto como éste, que ven como algo exótico,
siempre en busca de cosas nuevas", cuenta Hwaidek de sus
experiencias en las principales ferias de vino del viejo continente
como las de Burdeos, Londres o Düsseldorf.
"Queremos hacer un vino que exprese nuestro carácter y escogemos
las uvas sin pensar lo que otros en un clima parecido puedan estar
haciendo", agregó Haqidek, preguntado por los vinos que otros países
árabes producen, como Líbano, Siria o Marruecos.
En su misión cuentan con el asesoramiento de la consultoría de
vinicultura catalana Mas Martinet, que cada poco tiempo visita las
bodegas y los viñedos.
El experto en vinos británico David Mollyneux, afincado en Egipto
desde hace más de 25 años, alaba la aventura de los viticultores
egipcios, que apenas comenzó hace un lustro.
"Es como el ave fénix que nace de sus cenizas. Hay
representaciones del antiguo Egipto de cómo cultivaban la uva, la
aplastaban y fermentaban en ánforas de barro, donde indicaban el
productor y la fecha, aunque hoy no podemos saber qué uvas
cultivaban", narra.
A principios del siglo pasado un marchante de tabaco griego,
Nestor Gianaclis, comenzó a hacer vino en el país de las pirámides,
pero todo se fue al traste con las nacionalizaciones de los años
'60, bajo el impulso socialista de Gamal Abdel Nasser.
Después, se privatizó en los años '90, y en 2002 Heineken compró
el conglomerado Al Ahram Beverages, que incluye el monopolio del
mercado de cerveza, y de otras bebidas espiritosas producidas en
este país.
"De momento acaban de empezar, las vides sólo tienen cuatro años
y empezarán a dar buena uva a partir de los 10, a partir de los 20
será un vino estupendo. En Europa tienen cepas de más de 50 años",
cuenta Mollyneux.
"Aun tiene que crecer la raíz para recoger todo el sabor de la
tierra", agrega.
Sahara ya exporta en cantidades muy pequeñas intentándose hacer
un hueco en la categoría de vinos exóticos, al lado de los del viejo
mundo y los del nuevo mundo, bien conocidos por el paladar
entendido.
Por su parte, Al Ahram "quiere afianzarse bien en el mercado
local y luego ya hablaremos de exportar", confiesa su director de
marketing, Philip Santigny,
En un país musulmán vender vino no es fácil. Aunque hay una
comunidad de cristianos de unos 8 millones, el pastel está en los
turistas que visitan restaurantes y llenan los hoteles de la capital
y de las zonas turísticas del mar Rojo, así como en los expatriados
que residen de forma permanente en el país.
Los vinos producidos en Egipto tienen un impuesto del cien por
cien sobre su coste de fabricación, mientras que los vinos de
importación pueden alcanzar precios prohibitivos con un 365 por
ciento de impuestos. EFE