Por John Foley
LONDRES (Reuters Breakingviews) - Como la democracia y la guerra fría, el populismo europeo tras la crisis financiera tuvo su origen en Grecia. El partido izquierdista Syriza ganó abrumadoramente en enero de 2015 con su promesa de desmantelar la élite, desobedecer a los acreedores europeos y restaurar la prosperidad a través de políticas favorables a los trabajadores.
Menos de dos años después, Syriza se ha convertido en parte del problema. No ha logrado recuperar el empleo o el crecimiento: la mitad de los jóvenes griegos siguen sin trabajo, y se prevé que el PIB sea plano en 2016. El partido de derechas Nueva Democracia, al que se impuso Syriza, tiene una ventaja de más de 15 puntos porcentuales en los sondeos. Asociado en el pasado con el nepotismo, se ha reinventado como una alternativa moderada y prorreforma con el líder Kyriakos Mitsotakis. Si el primer ministro Alexis Tsipras convoca elecciones en 2017, probablemente las pierda.
Para los políticos liberales que afrontan movimientos similares en otras partes de Europa, esta situación supone un resquicio para la esperanza. Sugiere que los partidos que hagan promesas que no puedan mantener tendrán que afrontar las consecuencias.
El populismo, que podría definirse como un movimiento que se aprovecha del enfrentamiento entre las élites corruptas y las minorías sin recursos, está bien establecido pero tiende a ser inestable. En Latinoamérica, países como Argentina y Brasil que abrazaron a líderes populistas están ahora volviendo a la centralidad.
La cuestión es si este cambio ocurrirá en Europa también, y a qué velocidad. Francia, Alemania y Holanda, donde partidos antiestablishment están en ascenso, celebrarán todos elecciones generales en 2017. Pero Austria rechazó a un candidato de extrema derecha como presidente el 4 de diciembre, escogiendo a un miembro proeuropeo del Partido Verde.
Reino Unido tendrá una importante prueba. Los populistas no llegaron al poder, pero consiguieron lo que querían: un voto por el que se decidió salir de la Unión Europea.
Los centristas en Reino Unido esperan que los votantes cambien de opinión cuando la realidad económica se imponga. El ex primer ministro Tony Blair ha anunciado un nuevo movimiento que podría unir a votantes y políticos hartos con la polarización política.
No basta para los liberales ser la opción menos mala. Si un cambio al centro ha de ser sostenible, tienen que ser ruidosos, y a veces impopulares.
Pongamos por ejemplo a Angela Merkel. La canciller alemana parece encaminarse a ganar un cuarto mandato en las elecciones federales del país, y es uno de los pocos ejemplos de un líder europeo siguiendo una exitosa política de centro. Su rígida insistencia en que países como Grecia, Italia, España y Portugal cumplieran las normas de la UE le ha hecho ganar apoyos en casa y creado resentimiento en el exterior. Por contra, su decisión de recibir a inmigrantes ha hecho mella en su popularidad, pero la han convertido en estandarte de los valores europeos y humanitarios.
En Francia, el mensaje 'impopularista' está calando. El candidato presidencial conservador François Fillon, favorito para imponerse a la líder del Frente Nacional, Marine Le Pen, en la carrera para reemplazar al impopular François Hollande, es socialmente conservador y un descarado defensor de los mercados liberales. En ese sentido, los esfuerzos de la primera ministra Theresa May de crear un sistema que funcione "para todos" parece defectuoso.
Las promesas de recortar los excesos del capitalismo ya se han diluido, pero también lo han hecho las amenazas para estigmatizar la contratación de extranjeros. Intentar complacer a todo el mundo es una receta para políticas difusas que no funciona para nadie.
El otro desafío es la novedad. Políticos como Merkel, Mitsotakis, Fillon y Blair son de sobra conocidos. Eso sugiere una falta de sangre fresca. Los votantes que sienten que no hay nada nuevo bajo el sol, sino una vuelta al pasado, se desvincularán aún más de la política. Eso se refleja en la baja participación: sólo el 54 por ciento del electorado votó en las recientes elecciones parciales británicas en Richmond Park. Casi tres de cada cuatro votantes en todo el país participaron en el referéndum de la UE.
El centro moderado por ello tiene grandes retos por delante y 2017 será un año decisivo. Al menos en Grecia hay muestras de que el populismo tiene sus límites.
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